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viernes, 19 abril, 2024
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Del Semidesierto de Zacatecas a Wirikuta

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Una de mis grandes experiencias de vida es la de interactuar y conocer de cerca los rituales, cultura y tradiciones de mis hermanos Wixárikas, mejor conocidos como huicholes y que a decir de Juan Negrín, han conservado a través de los siglos, una cultura independiente de la cultura mexicana mestiza desde antes de la llegada de los españoles; constituyen un grupo étnico-cultural muy sólido y coherente. Para Negrín, en contraste con el hombre moderno, los huicholes valoran la vida en sus aspectos trascendentales e inmateriales y lejos de dejarseaculturar por los españoles, continuaron desarrollando sus artes y renovando su memoria colectiva. Considero que su fortaleza étnica radica en el conocimiento que se transmite de padres a hijos, de abuelos a nietos, un conocimiento personalísimo y de acompañamiento permanente que guía a sus generaciones en torno a la visión del cosmos y que mantiene vivas todas sus tradiciones. Me toca pues, emprender con ellos retos comunesy aprender mutuamente de nuestra veteranía en el cosmos. Es un honor para el que escribe, poder caminar paso a paso el sendero de su conocimiento ancestral, estoy convencido de que en esta vida, nos encontramos con las personas adecuadas o con las que tendremos un antes o un después. Inicialmente, los Wixárikas nos guían por el semidesierto de Zacatecas a la ceremonia del Híkuri, aquél que sirve de puente entre lo terrenal y lo divino, somos testigos de la veneración que le tienen a esta cactácea, EdaínLopez Chivarra en su calidad de chamán (maraacame), pide permiso a los dioses, se dirige a los cuatro vientos, plumas y flechas en las manos dan cuenta de tal solicitud, en el piso, un Híkuri sembrado en la tierra es alimentado con galleta y agua como símbolo de veneración, Marisol esposa de Edaín, cumple con un papel fundamental en los rituales, su tarea es sacar los utensilios y preparar la comida para el Híkuri, hablan en su idioma mientras nos quedamos en silencio con el único sonido del viento y la mirada de miles de yucas que se encumbran como guerreros en batalla. En esta ocasión hemos sido acompañados por algunos diplomantes en sostenibilidad ambiental y cambio climático como parte de las actividades extra aula que hemos programado y que junto conmigo, tenemos el privilegio de experimentar de cerca estas ceremonias. Una vez concluido el ritual del híkuri continuamos el peregrinaje hacia Real de 14, no sin antes haber cumplido la entrega de poyos a la Comunidad Tanques de Guadalupe, Mazapil, en solidaridad con nuestros hermanos zacatecanos que padecen pobreza extrema y carencia absoluta de oportunidades. Acampamos frente al panteón municipal de Real de 14 y terminando la labor, inicia la lluvia, intensa a ratos acompañada por el frío, a duras penas algunos compañeros prenden la fogata cuando termina la lluvia y después de celebrar un rato, el campamento se queda en silencio. Amanece e iniciamos el camino a Wirikuta encabezado por Edaín, Marisol y Lucio, este último, hijo de la pareja, cantante, músico, artesano y estudiante de la Licenciatura en Derecho, cruzamos el pueblo con sus calles desigualmente empedradas, subimos praderasmuy pronunciadas con pequeñas escalas de descanso, primero en grupo y después se desprenden grupos con compañeros de mejor condición física, los Wixárikas van a la punta, caminan con alegría la ruta del camino hacia la perfección, su camino sagrado. Pasan junto a nosotros caballos con turistas de distintas nacionalidades; subimos y bajamos entre piedras, tierra y matorrales, los paisajes se abren como calendarios diseñados por los dioses. Finalmente llegamos a la cúspide del Cerro del Quemado donde nace el Sol, cruzamos el caracol de piedra que de acuerdo con Edaín, es el ojo de Dios, junto a nosotros se reúnen otras personas que visitan el lugar y que tienen la oportunidad de participar en la ceremonia. Edaín me da una flecha y me indica que la clave en el centro como ofrenda a los dioses, le damos de comer y nos indican que es tal la grandeza del lugar que podemos pedir tres deseos, uno imposible y dos posibles; una vez lo anterior, subimos a la casa sagrada que es una pequeña estructura rústica de piedra donde se dejarán las demás ofrendas y junto a ésta, la piedra sagrada es testigo de la armonización espiritual que se brinda a los asistentes. Extasiados vemos el panorama desde las alturas, las nubes, el viento, la sierra y el bajío, son el regalo a tanto esfuerzo, pues no es fácil subir y menos bajar de este lugar sagrado. Ya con la satisfacción en el alma, iniciamos el regreso, meditando y soportando un dolor intenso en los pies que han sido acribillados por tantas piedras en un camino muy irregular. Soy el último en bajar, estoy agotado, de pronto creo no poder, cada paso duele, así como cada pensamiento que aparece en torno a mi vida, cómo si ese camino sagrado pretendiera purificarme; un verdadero martirio que acepto cada vez que regreso a Wirikuta. Ya en la soledad de mi peregrinaje, agradezco al universo lo afortunado que soy por estas experiencias donde el crecimiento personal y espiritual son permanentes.

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*Integrante del Consejo Mundial para la
Defensa de los Derechos Humanos
[email protected]

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