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viernes, 19 abril, 2024
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Sueldos y salarios en el gobierno de López Obrador

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Por: Óscar Alzaga •

El aviso de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de que su sueldo será el 60% menor que el de Enrique Peña Nieto, y de que nadie en su gobierno percibirá más que él, es un cambio positivo que mejora la distribución de la riqueza, porque no solo bajará los escandalosos sueldos actuales de los altos mandos oficiales, también avisa que los salarios de los trabajadores del Estado subirán en mayor proporción que los “topes salariales” impuestos por los gobiernos neoliberales. “El buen juez, por su casa empieza.”
La distribución de la riqueza tiene como un aspecto central el salario, a la vez incluye crear empleos dignos, mejorar la seguridad social: educación gratuita, laica y científica, salud, vivienda, deporte y cultura. Siendo el salario y el empleo la base principal de todo el edificio social. Como la educación lo es para la niñez y la juventud.
Hoy la UNAM anunció que solo uno ingresará de doce aspirantes. ¿Y qué ofrece el actual gobierno a los 11 estudiantes excluidos? ¿Qué ofrece el actual gobierno a los millones que trabajan en la economía informal, en los outsorcing, de eventuales y a la mayoría con empleo formal, pero con bajísimos salarios? Ni hablar de los desempleados.
La injusta distribución de la riqueza que 6 gobiernos impulsaron de 1982 a 2018, no será fácil corregirla, primero debemos ser consientes de la realidad y de su alcance, para corregirla necesitará participar la mayoría, no dejar solo al gobierno en esa tarea de carácter nacional y estratégica: invertir la desigualdad social y económica.
El salario y la ganancia son dos caras de la misma moneda, resultan indivisibles: el capital necesita del trabajo para que haya producción y ganancia, pero cuando el capital domina al gobierno se van al extremo la ganancia y la pérdida del salario, como ocurre ahora.
Esa política salarial no es nueva en AMLO, ya la aplicó en el Gobierno del DF, del 2000 al 2006. Inició con los sueldos de “estructura” al reducirlos 35% de 8 mil altos mandos; dejó igual a los empleados de confianza, de unos 30 mil; para elevar los bajos salarios del personal sindicalizado: por arriba de la inflación y de “los topes salariales” del gobierno federal. Con esos aumentos anuales, substancialmente se mejoraron los sueldos de más de 200 mil trabajadores.
Esa experiencia fue decisiva: pasar de altos salarios a los decorosos para los altos mandos del DF, en un país donde la mayoría es pobre o de extrema pobreza. A la vez que elevó los salarios más bajos.
Ya en el año 2000 había enormes diferencias entre los altos sueldos del gobierno del DF y los altos sueldos del gobierno federal, de más del 100%, lo que fue y es fama pública, lo mismo que de funcionarios de organismos “autónomos”, como la Suprema Corte, senadores y diputados y comisiones. Además del sueldo base, se benefician con otras partidas que juntas forman escandalosas percepciones, todo a nombre del erario público y de manera “legal”. Pues los actos ilegales de corrupción corren aparte, “por cuerda separada.”
Todo eso cambiará ahora, no sin una fuerte resistencia de algunos poderosos, para no perder sus privilegios insultantes e inmorales, para un pueblo en que la mayoría es pobre.
La política de austeridad republicana de AMLO es un principio y base de racionalidad y coherencia, en un país de 130 millones de habitantes donde más del 50% están en la pobreza y extrema pobreza. Y menos del 1% gozan de privilegios, a costa de los demás, porque ambos aspectos están muy vinculados, de uno depende otro. Ya que el reparto de la riqueza no es lo que varios políticos ladinos decían: “para repartir el pastel, primero debe haber pastel”. Así lo prometían en cada campaña electoral los candidatos neoliberales. Todos prometieron (y con notario) que mejorarían los salarios, que habría más empleos, más riqueza, etc. Lo cierto es que hubo más riqueza, pero no un reparto equitativo, ni mucho menos justo.
El artículo 123 constitucional y el derecho a salarios justos, en manos de los gobiernos neoliberales se volvió letra muerta. Nunca ha estado más lejana la Constitución -nuestro proyecto de nación- de la realidad que en tiempos del neoliberalismo. Mejor dicho: tal política e ideología (vueltos gobierno) traicionó el proyecto de nación de la Revolución de 1910 plasmado en la Constitución de 1917.

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