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sábado, 20 abril, 2024
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Sorpresas… no sorpresas

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Por: JORGE HUMBERTO ARELLANO •

Los resultados del pasado primero de julio que dan el triunfo efectivo en la contienda electoral a Andrés Manuel López Obrador, han sido tomados con incredulidad por un amplio sector de la sociedad mexicana. La esperanza de un cambio de rumbo en las políticas económicas, que presente contextos productivos más acordes a los intereses de las mayorías y genere mejores condiciones para el desarrollo social ha sido truncada históricamente por un sistema político cómplice de la empresa, de intereses mediáticos enajenadores y de los enriquecimientos ilícitos de “políticos” sin escrúpulos que fundamentan su actuación bajo las encomiendas de los Organismos Económicos Internacionales. El quehacer gubernamental se ha cimentado más en los esquemas de la administración de la corrupción que en programas sociales de abatimiento real de las carencias presentes en los servicios de primera necesidad que el Estado está obligado a forjar; en lugar de ofrecer oportunidades auténticas, no coyunturales, para el desarrollo, esos gobiernos se han caracterizado por insultar día tras día la inteligencia popular con programas que más parecen dádivas oportunistas de los grandes señores de la política nacional, quienes generalmente centuplican las ganancias monetarias personales, sobre el valor auténtico de los servicios. ¡Oh sorpresa!…el Estado y sus secuaces, capitaneados por un partido político decadente por sus tácticas y por sus estrategias de aniquilación social y cultural, han cedido públicamente al reconocimiento del triunfo del más indeseable de sus opositores: Andrés Manuel López Obrador.
El sistema político que nos ha subyugado por casi100 años, se ha hecho acompañar de todo tipo de estrategias mediáticas para disimular las pillerías de sus actores; a eso se debe la sorpresa e incredulidad que manifiesta un gran conjunto de los ciudadanos de la nación, ante la aceptación pública de la verdadera oposición política, no de la alternancia en el poder que televisivamente nos impusieron; ese partido político que llegó a ocupar los Pinos por dos sexenios, demostró ser simplemente lo mismo: el operador del sistema depredador que se ha encargado de vender los recursos naturales de la patria, y de preparar educativamente a las nuevas generaciones para la sumisión ante los abusos perpetrados por una minoría rapaz, ofensiva y vergonzante. Los Fox, los Deschamps, los Duarte, los Moreira, y el resto de defraudadores del bienestar público, incluido el presidente que se va, posiblemente quedarán registrados en la historia de México como una anécdota ignominiosa de lo que no se debe hacer cuando se conduce el destino de un pueblo; al menos es el reto a cumplir: no permitir que vuelvan a usurpar el poder, que después de tanto tiempo ha llegado a ostentar un carácter popular. La gran sorpresa que seguirá permeando entre los profanos es cómo fue que los parásitos de las desgracias del país han cedido públicamente el poder a la decisión popular. En otros contextos, pasado el tiempo, esas mentes cuestionadoras seguramente obtendrán las respuestas, a las que sólo tiene acceso una minoría esotérica de los designios de alto nivel, y seguramente la sorpresa dejará de serlo, para convertirse en una realidad alentadora.
No es de sorprender la trayectoria política que el tabasqueño, el esperanzador presidente electo, ha desarrollado como una vocación de por vida. No es una sorpresa que los equipos de trabajo han realizado una estupenda tarea de concientización desde las bases sociales, en todos los estados del país. Basta sólo poco tiempo de convivir con los actores y promotores del cambio social, económico y político, para conocer cuál es la clave del triunfo. Más allá del voto de castigo a una figura partidista en decadencia, y de los deseos de acceso a una forma de vida más satisfactoria, por parte de la gran mayoría de los individuos que componen la nación y que salieron a votar este primero de Julio (más del 60%), el incansable trabajo político desarrollado por los elementos de Morena, principalmente, surtió el efecto deseado: generar una votación consciente; ese trabajo sistemático ha rendido frutos. Si bien es cierto que el hartazgo de la sociedad por esas instituciones partidistas identificadas está presente en los resultados, no se puede menospreciar el esfuerzo de los morenistas que supieron “cautivar al público” con la denuncia de las irregularidades presentadas por los sujetos en cuestión y que supieron atraer la atención del grueso de la población hacia una propuesta de trabajo político más prometedora; el reto consiste en llevar a cabo los postulados que han ocasionado la derrota del Sistema Político como aún lo padecemos y establecer el cumplimiento de los ofrecimientos de campaña.
Sorpresas y no sorpresas; realidades vividas y escenarios por construir. El trabajo que tienen por delante Andrés Manuel y sus equipos, a lo largo y ancho del país, es el de la reconstrucción nacional: el reformar verdaderamente un sistema educativo que ha vivido del engaño y de la simulación, desde su supuesta “reforma educativa”, que no significa otra cosa más que la aniquilación laboral del trabajador; el de hacer un uso inteligente de los recursos naturales para promover la industria y el comercio entre connacionales; el restablecimiento de los medios de comunicación como verdaderos agentes de la divulgación cultural y científica (3° constitucional), que permita revertir el daño, de ser posible, que ha causado la televisión a la sociedad, desde que fue impuesta como un estupefaciente de control social. Las ruinas sobre las que iniciará el trabajo de reconstrucción son desalentadoras, pero no se debe olvidar que el proceso apenas inicia, y seguramente gozará de seguimiento permanente. ■

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