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viernes, 19 abril, 2024
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Maldiciones y esperanzas en un país de nadie

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 345 / Especial Elecciones 2018

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No hay nada más absurdo y más terrible que la humanidad sea condenada a vivir bajo el yugo de unos pocos, quienes hambrientos de poder y motivados por la ambición, se despojen de la dignidad, la moral y todas aquellas virtudes supuestamente humanas, para convertirse en gobernantes que parecen despreciar a su pueblo, y que en vez de ver por su bien y su desarrollo prefieran negociar oscuramente para su beneficio propio, conduciendo a todos aquéllos que gobiernan y a sus futuros hijos a un camino de miseria, corrupción y podredumbre.

Nuestro país parece tener una maldición. Desde la época del imperio azteca, los pueblos estaban obligados a vivir sometidos a un terrible régimen de tributo: las guerras floridas, donde se hacía latente el abuso del poder, y donde los mejores hijos de una población eran sometidos al sacrificio para calmar la ira de los dioses, creencias religiosas mezcladas con política que mermaban la dignidad y la esperanza de los subyugados.

Con la llegada de los españoles las circunstancias de estas culturas no cambiaron gran cosa, sólo se trató de un cambio de cacique; uno al cual la ambición le comía de forma más terrible las entrañas, por lo que la gente se vio explotada de distinta forma, pues aunque ya no era sacrificada a los dioses, lo era en jornadas laborales para satisfacer la inagotable sed de riqueza de estos nuevos explotadores.

Pero sin duda, la peor de las maldiciones es la que sufrimos una vez que aquellos gobernantes que cortaron el cordón umbilical con la madre España no pudieron defender con dignidad estas tierras y se sometieron a un nuevo imperio, uno más cercano y más inhumano, uno que en su colonia no fue capaz de convivir con los pueblos colonizados y los condujo al borde de la extinción.

Esta maldición perdura. Y es más terrible cuando los propios mexicanos son quienes someten a sus compatriotas a vivir en pésimas condiciones, despojando a quienes menos tienen, invadiendo lugares sagrados, expulsando a la gente de la tierra donde nació, entregando los recursos naturales al invasor, permitiendo que la ambición llegue a condiciones abrumadoras, donde los ciudadanos ya no pueden tener ni siquiera un poco de paz ya que la corrupción y la codicia son las características que poseen quienes nos gobiernan.

El discurso vacío de gobernantes ignorantes, sometidos al cacicazgo de las grandes empresas, llena de desesperanza a aquéllos que pueden ver un poco más allá de su narices, mientras que una masa aligerada de inteligencia que cree que las redes sociales dan certeza e informan sobre lo que pasa en el mundo, vive arrastrada por la corriente de un río que conduce a la miseria de un futuro incierto.

Esperemos que este nuevo gobierno, tan esperando y vitoreado por miles de compatriotas traiga algo de verdadera luz a la situación en la que estamos inmersos, que sea capaz de recuperar la dignidad de un pueblo que ha sido pisoteado por siglos por sus propios congéneres, que logre cortar esa dependencia de un país que le ha odiado y despojado siempre, que traiga a nuestras vidas esa esperanza tan necesaria en medio de este país sin dueño.

 

 

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