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jueves, 18 abril, 2024
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La reconciliación del México violento en el que sobrevivimos

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Por: GEOVANI DE LA ROSA* •

La Gualdra 345 / Especial Elecciones 2018

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No nací en Acapulco, aunque me reconozco acapulqueño. Algunos dicen que lo hago por la fama internacional del puerto.

Da lo mismo ahora que la izquierda por primera vez gobernará a México. No el México que existía hace 12 años, cuando quizá era el turno tanto de la izquierda aún no fragmentada, liderada por el PRD, y el propio Andrés Manuel López Obrador.

También da lo mismo porque en 12 años el país ha sido arrasado por la violencia: miles de asesinados, cientos de desaparecidos, extorsiones bizarras hasta para el bolillero o el recolector de basura, y una sangría social bajo la mirada omisa e insensible de quienes aún ocupan un cargo público.

Al principio mencioné a Acapulco porque me tocó vivir el proceso durante el cual el crimen arrasó con la vida dicharachera, la que tanto vendió la televisión hasta aquel trágico enfrentamiento entre policías y sicarios aquel 27 de enero de 2006, una balacera que cambió los antros, bronceados y topless que aparecían en televisión, por balaceados, cercenados, colgados y demás barbarie a la que nos arrastró la guerra contra el narcotráfico.

La violencia transformó por completo nuestra forma de vida, la rutina del puerto no volvió a ser la misma. Los jóvenes caían en el canto de sirena del narco mientras los acapulqueños aprendíamos a surfear olas peligrosas que arrastraban balas perdidas, amenazas, desapariciones, pobreza urbana y espantaron al turista.

Perdí amigos que creyeron en las promesas del crimen y cayeron balaceados en los patios de sus casas. Perdí vecinos que intentaron mantener sus negocios sin pagar extorsiones y fueron asesinados entre los productos transnacionales que vendían. Otros, por suerte, están aún vivos en la cárcel, profesionalizándose en el arte de la criminalidad, sorteando motines inhumanos, como el de hace unos meses en el Penal de Las Cruces; o viviendo en otra ciudad, en otro estado o de ilegales en otro país para evitar ser asesinados.

El discurso del terco político tabasqueño es reconciliar al país. La ciudadanía ha mostrado interés en esa reconciliación.

Sólo que entre tanto triunfalismo, algarabía, plazas inundadas y cuartas transformaciones, habrá que reconocer a las personas a las que les asesinaron un familiar, que desconocen el paradero de su padre, de su hijo, de un tío, de un compañero de trabajo o de escuela, de un desaparecido, pues; gente que sobrevive en medio de las amenazas y extorsiones del crimen y el 1 de julio salió a votar, demostró que aún cree en las instituciones, que tienen fe en que las instituciones les resuelvan o reparen sus tragedias, esas instituciones que en décadas no los han tomado en cuenta ni atendido.

Si los mexicanos queremos reconciliarnos, es momento de acompañar y abrazar a estas familias destruidas por la violencia que el domingo salieron a votar con dolor, sin rencor, en busca de justicia. Apoyar a los olvidados, con honestidad, será el acto más democrático y transformador de nuestro país.

 

 

* Guerrero. Poeta y periodista. Analista político y deportivo.

 

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