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sábado, 20 abril, 2024
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No al fraude electoral

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

De acuerdo con Isabel Menchón López el fraude electoral puede definirse como cualquier interferencia deliberada en el proceso electoral con el objetivo de alterar la voluntad individual o colectiva de los electores, Menchón afirma que el fraude distorsiona las preferencias de los ciudadanos negando derechos electorales a algunos mientras que amplifica las voces de otros ciudadanos. Por su parte el Diccionario Electoral de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla describe al fraude electoral como la conducta por la cual, a través del engaño, la manipulación, la falsificación, la distorsión, el despojo, la elusión, la obstrucción o la violencia, ejercido en cualquier fase del proceso electoral, se busca impedir la celebración de elecciones periódicas, libres y equitativas, o bien afectar el carácter universal, igual, libre y secreto del voto ciudadano, el mismo diccionario señala que el fraude constituye un atentado contra la libertad electoral (falta de equidad y de competitividad) y la transparencia de los comicios, destinado a distorsionar deliberadamente el ejercicio libre del sufragio y, por ende, la directa manifestación de la voluntad popular en las ánforas. Para el Diccionario Electoral del Instituto Interamericano de Derecho Humanos (IIDH), hay dos categorías de fraude electoral, una referida al carácter determinante de los resultados en el que hay afectación directa a ganadores y perdedores pues serían otros, de no haber mediado fraude, por otra parte, el fraude no determinante de los resultados, que no afecta de manera decisiva lo resultados por lo que ganadores y perdedores seguirían siendo los mismos, no obstante, ambos tipos de fraude implican conductas delictivas a ser castigadas de acuerdo con la Ley. Sin embargo, para el IIDH, el fraude determinante tiene consecuencias políticas mucho más graves, ya que permite a un partido o candidato asumir funciones de autoridad pública sin legítimo respaldo de la voluntad popular mientras que el fraude no determinante, agota sus efectos en la acción penal.En este contexto, visualizo al fraude electoral en tres distintos niveles a saber: Nivel A. Se realiza durante las campañas electorales donde los candidatos actúan fraudulentamente ofertando cosas imposibles de llevar a cabo, son expertos en mentir y utilizar sus habilidades para engañar a los electores, en algunos casos, utilizan el físico, verbi gratia Miguel Alonso y Enrique Peña Nieto, aprovechando la decisión hormonal de algunas femeninas que contrario a demandar propuestas, ofrecían voto por acostón; en esta fase se aplica el principio de mentir no empobrece o el fin justifica los medios. También participan politiquillos de colonia que distribuyen las migajas de la democracia a través de la formación de redes, entrega de dinero por credenciales, de despensas, botes de pintura, cemento y varilla, en este punto los ciudadanos contribuyen a la corrupción de la democracia a cambio de pocas monedas, su ignorancia y pobreza motivan regalar la patria de esta manera. Nivel B. Fraude durante la jornada electoral que se traduce en la alteración de la voluntad ciudadana a partir del robo de urnas, emisión del voto en más de una vez, obstaculización del desarrollo de la votaciones, proselitismo el día de la elección, presión directa de los votantes en el interior de las casillas o en la formación, desayunitos y acarreo de votantes o robo de paquetes o documentos públicos electorales. Nivel C. Si las hipótesis anteriores no fueron suficientes para cometer fraude, viene la manipulación masiva de la elección al interior del órgano electoralpese a los supuestos blindajes como el conteo de votos por ciudadanos (1 millón 400 mil ciudadanos seleccionados mediante sorteo), conteos rápidos, Programa de Resultados Electorales, recursos jurídicos ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y hasta el amparo de la justicia internacional ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. Todo lo anterior, escasamente resuelve a favor de la voluntad ciudadana y, siendo México una nación tatuada por la corrupción en todos los ámbitos, aunado a la nefasta complicidad de un sector de la población que pese a lo jodido que estamos continúa abrazándose al partido que nos mantiene sumidos en la pobreza y la inseguridad, la posibilidad de un fraude electoral está latente, por lo que una estrategia ante este fenómeno recurrente en cada elección, se antoja urgente y necesario, lamentablemente, la formación de una ciudadanía responsable que haga que nuestra democracia represente nuestras aspiraciones constitucionales, es inexistente, así que ojalá y no sea la resistencia civil la que motive reconocerel triunfo del candidato que mayoritariamente ha capitalizado el hartazgo de todos nuestros males. El escenario ideal son unas elecciones libres lejos de la manipulación y que garanticen un futuro mejor para todos. NO AL FRAUDE ELECTORAL.

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*Integrante del Consejo Mundial para la
Defensa de los Derechos Humanos
[email protected]

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