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jueves, 28 marzo, 2024
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Un mar de cosas para viajar desde el asiento de tu sala

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 344 / Literatura / Viajes

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Existen varios tipos de viajes, desde el clásico que puedes emprender al subirte a un auto, autobús, barco a avión, que te transportará a alguna localidad alejada de tu espacio vital, donde seguramente serás un extraño y que de alguna manera te podrás apropiar del espacio visitado: su historia vista a través de sus monumentos y museos, su arquitectura y su trazo; sus tradiciones, reflejadas en su comida, su música y sus festividades; su idiosincrasia, entendida a partir del transporte público, las calles y su población, así como su lengua y sus actividades.

Existen también los viajes psicotrópicos que puedes emprender al fumar o consumir una sustancia con alcaloides, que permiten hacer un viaje introspectivo hacia el interior de la psique, y que pueden ser muy placenteros o muy escalofriantes, dependiendo de tu lectura del mundo, tus miedos y frustraciones.

Pero últimamente, la tecnología nos ha puesto a la mano una serie de viajes que son provechosos y que no implican consumir ninguna sustancia ilegal que contribuya a la violencia nacional que impera hoy día y que nos obliga a confinarnos precisamente en el sillón de la sala y hacer uso de lo que la tecnología nos puede proveer.

Hablo de los libros, que aunque la forma más común es obtenerlos de manera impresa, podemos en la actualidad adquirirlos de manera electrónica, pues existen en internet una infinidad de publicaciones, desde la literatura clásica, medieval, novohispana, renacentista, moderna, vanguardista, hasta los best sellers de hoy en día; asimismo, podemos encontrar una infinidad de historietas o novelas gráficas que nos ayudaran a pasar horas y horas sin salir de casa.

De igual manera encontramos música de todos los géneros y estilos, desde la vernácula mexicana con sus cuerdas y metales, hasta el jazz con sus impresionantes improvisaciones, el rock con sus miles de propuestas, la clásica con sus impresionantes paisajes y momentos de fuga que nos permiten pasar horas en el sillón, donde simultáneamente podemos oír música y leer algo.

Encontraremos también una infinidad de películas, desde las primeras mudas que estaban tan cercanas al teatro que el maquillaje y la actuación poseían aún esas características del artista histriónico en el escenario, hasta las de hoy en día que se hacen casi en su totalidad con un procesador de efectos especiales.

Todo esto me recuerda a la matrix, sacada de esa película donde los seres humanos vivíamos conectados a una máquina a la cual alimentábamos con nuestra energía vital, y a cambio, la bondadosa máquina nos permitía vivir un sueño en el cual los protagonistas éramos nosotros, y donde podíamos convertirnos en un gran atleta, un excelente guerrero o entrar en una casa encantada donde lo único sobrenatural era la falla en el software de la máquina.

Hoy en día, la conexión está a la mano, sólo necesitamos un procesador conectado a internet, y podemos viajar a esos lugares, e incluso podemos acercarnos casi a cualquier punto del globo y observar de cerca calles, lagos, parques, casas, museos, supermercados y una infinidad de paisajes y lugares de manera virtual, a los cuales quizá jamás tendremos acceso en la vida real.

 

 

 

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