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jueves, 28 marzo, 2024
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Desobediencia

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Por: ÉVELYNE COUTEL •

La Gualdra 344 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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Poco tiempo después de estrenarse Una mujer fantástica –la película chilena que se llevó el Óscar a Mejor Película Extranjera en la última entrega de premios–, Sebastián Lelio vuelve a la palestra con Desobediencia (Disobedience), un título contundente y simbólico que alude directamente a la transgresión, a la infracción o al quebrantamiento de unas reglas. Igual que en el largometraje anterior, el cineasta esboza una situación propensa a provocar el escándalo ya que gira en torno a unos amores prohibidos que se salen de la norma heterosexual. Otro punto común que comparte esta película con las anteriores –no sólo con Una mujer fantástica, sino también con Gloria– consiste en la centralidad de unos personajes femeninos que tratan de romper los hierros que se oponen a su libertad.

Si la cuestión del género y de lo femenino no fue el desencadenante de los proyectos fílmicos de Lelio cuya intención era más centrarse en la marginación de aquellos seres cuya existencia se considera menos legítima y hasta legal, no cabe duda de que con Una mujer fantástica su producción cinematográfica ha pasado a formar parte de los debates que están teniendo lugar en Chile y en Latinoamérica sobre la identidad femenina y los derechos de la mujer.

En dicha película, las protagonistas de la desobediencia forman parte de la comunidad judía ortodoxa, con lo cual la trama se desarrolla sobre un fondo de intolerancia religiosa que constituye el elemento clave de la oposición entre el individuo y su entorno. Estas mujeres se llaman Ronit (Rachel Weisz), una fotógrafa que se fue a Nueva York y que vuelve a Londres tras la muerte de su padre, un rabino que había renegado de ella; y Esti (Rachel McAdams), una mujer casada y entregada a los principios de su religión.

La vuelta de Ronit reactiva la pasión nacida años antes entre ambas mujeres, provocando una serie de dilemas y conflictos que plantean la cuestión de la libertad y del derecho a ser diferente. La tensión es alta ya que la pasión inhibida vuelve con más intensidad, de modo que en cada momento se siente la amenaza y la proximidad del escándalo que puede armarse en este microcosmos en el que cada uno es objeto de la mirada vigilante e inquisitiva de su vecino. A lo largo de la película se desarrolla entre todos los personajes un lenguaje de la mirada mediante el cual se expresan los sentimientos, los miedos y también el rechazo o el odio que experimentan quienes no están dispuestos a aceptar la relación entre ambas mujeres.

A través del título de su última cinta, el cineasta presenta la desobediencia como un motor para el cambio, una actitud sin la cual sería muy difícil conseguir que un determinado contexto político, histórico o sociocultural evolucione o cambie. Por su dimensión simbólica, es probable que el título de la película sea recuperado e incluso se convierta en un lema para las asociaciones que luchan por los derechos de las mujeres y para los movimientos LGBT.

 

 

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