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sábado, 20 abril, 2024
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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Como bien señala (o denuncia) el Editorial de, La Jornada del domingo anterior, los sistemas sociales se inventan o construyen y también crecen, al parejo que la población y sus necesidades, veces, a grado tal, que el funcionamiento mismo de sus respectivos campos se llegan a revelar como susceptibles de inversión también privada, ante la óptica de la complementariedad, incluso, mejoría del servicio a prestar, sea o no, cierta.
Como ejemplo, la inversión privada en salud, se hace con base en concesiones; pero la diferencia es clara, una salud pública con financiación privada cuenta con su personal y con sus tabuladores y los precios de los servicios de salud que presta. De hecho, con su mercado, la inversión privada en salud complementa o, eventualmente, supera lo que no alcanza a cubrir el sistema de salud pública, obligado también a vigilar su prestación privada, sobre esa base, cuando se les requiere para restaurar el deterior de salud de quien busca atención o alivio a sus padecimientos.
Si la zaga ominosa está por terminar , excelente; pero mal y de malas para el país y la gran mayoría de los mexicanos, mientras los planes y programas del CMHN, Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, continúen moviendo los hilos económicos y políticos, los pocos días que quedan, al, ya por fin, Presidente saliente, Peña Nieto; pues, en política, esto sólo se acaba, cuando se acaba y aunque para eso falta muy poco, en esa brevedad, si algo ha escapado a los malhadados planes y designios (del CMHN) y aún hacen de las suyas, aunque el país esté ya muy cerca del cuarto para las doce, antes de consumar la sucesión, ¿cuál es su balance o su afán de pervivir en el sexenio de AMLO? ¡Je, je! Ya casi de salida, algo se observa: “las deficiencias (y en ocasiones carencias) de las instituciones públicas de salud están favoreciendo la participación privada en el sistema”. ¿Novedad?
Desde luego, “todo mundo” lo sabe, en México se atiende la salud de los mexicanos de dos formas: unos cuentan con o pueden acceder a la atención médica en forma pública, otros la obtienen en forma privada. Es decir, no se les va una, si también en forma pasiva se privatiza lo público o lo que antes era público. ¿Cómo es eso? Veces, hasta por desatención, que no olvido y desde hace años, la salud pública como sistema inició a pasar a manos privadas, ante esto la pretensión era y es buena, pero en vez de que la partida de Peña Nieto deje un Sistema Nacional de Salud Universal consolidado o cuando menos debidamente integrado y firmemente público, al cuarto para las doce resulta que: “las deficiencias (y en ocasiones carencias) de las instituciones públicas de salud están favoreciendo la participación privada en el sistema”. Ah, vaya, pues, algo normal por otra parte, dadas las directrices del CMHN.
Deliberado o no, tal asunto no es novedad, llevan años: el ejercicio privado de la medicina y sus correspondientes organizaciones e instancias; mismas que, con su distinta consistencia y especialización médica, hasta funcionan como empresas, con el lucro como motivación u objetivo. De hecho, aparte del ejercicio institucional médico y el liberal médico, existen verdaderas empresas de servicios médicos, y toda una industria que los abastece. Pero, ¿qué los agrupa, para prestar y desarrollar el ejercicio de la medicina, que vuelve obvia para todo mundo la distinción entre la prestación del servicio institucional o la del ejercicio privado? ¿La ganancia?
Para México, por fortuna, ojalá esté por terminar una larga coyuntura y habrá que esperar la acción inmediata del nuevo gobierno federal en este campo, el de la salud, muy sensible para las mayorías y saber, si los nuevos titulares y las nuevas políticas son propicias para actuar con rigor profesional médico y, por supuesto, más acordes con el sentido humano y social, a sólo insistir en el meramente mercantil. ¿Se penderá y realizará, en el inminente nuevo ahora, o al menos eso se supone, un rediseño de los servicios institucionales de salud con mayor sensibilidad por la gente y una mayor efectividad, profesionalidad, solidaria, debidamente respaldadas?
La dimensión y la calidad de las expectativas se ilustran con el siguiente párrafo de Ortiz Pinchetti, tomado de su colaboración del domingo anterior: “La verdadera conmoción vendrá si AMLO triunfa. Habrá una verdadera revolución de expectativas, un despertar de clases y grupos que han sido sometidos desde tiempo inmemorial. No sólo las grandes estructuras sufrirán cambios, también la vida concreta de las personas. Los partidos tendrán que reorganizarse. Cambiará la relación entre los medios de masas y el Estado. La gente aprenderá a exigir y el nuevo gobierno tendrá que dar paso a ese impulso, apoyarse en él y a la vez responderle y acotarlo: un verdadero reto. (Colaboró, Meredith González Acevedo).”
EN CONCRETO, ACUDAMOS A VOTAR, SI NOS INTERESA ATERRIZAR ESAS EXPECTATIVAS.

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