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lunes, 18 marzo, 2024
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Hacer política sin herramientas legislativas

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Se alinearon los astros, sucedió lo improbable y las herramientas legislativas terminarán el mismo día que concluya la 62 legislatura.
No fue fácil, aunque en la votación se tuvo unanimidad, llevó casi dos años construir la presión ciudadana y aumentar la posición política de rechazo a esta partida, luego de que los diputados locales inicialmente se pronunciaran a favor de jugar aSanta Claus con cargo al erario.
Y es que, por políticamente incorrecto que sea que cada legislador tuviera a su alcance 200 mil pesos mensuales para ejercer bajo su criterio y contentillo, no había hasta hace poco poder humano ni reunión de firmas que les hiciera desistir de ellos.
Pero el escenario cambió, a menos de un mes de las elecciones, y teniendo en el Congreso del Estado a muchos diputados suplentes porque los titulares andan en campañas, se aprobó que la 62 legislatura sea la última que reciba esa onerosa cantidad de tan libre y disímil ejercicio; pues mientras unos las utilizaban para apoyar asociaciones de atención a grupos vulnerables, otros lo repartían de a 500, mil o dos mil pesos entre los cientos de solicitantes de apoyos sociales con los más variados motivos.
Si bien el uso de este dinero ha levantado sospechas por utilizarse en asociaciones de los propios diputados (o de cercanos), por usarse para cortes de cabello, o por justificarse con firmas falsificadas, también es verdad que éstas han servido para reales labores sociales como la colocación de antenas telefónicas o el apoyo a verdaderos grupos vulnerables.
Pero fuera cual fuera su destino, no estaba en ello el mayor de los problemas.
¿A qué se irá ese dinero ahora en un país como éste, acostumbrado al despilfarro y los gastos inútiles? No queda claro. El gobernador del estado aseguró que esos recursos servirían para la compra de equipo para combatir la inseguridad, un rubro en el que año con año se ha visto incrementado el presupuesto. Así es que quizá, sólo quizá, el dinero acabe en un lugar peor.
Pero no es en el destino de esos 72 millones de pesos donde está la buena noticia, sino en que con su eliminación, se termina una forma de entender el quehacer legislativo como una ventanilla única de gestoría en la cual se tocaba sin importar si la causa era médica, deportiva, escolar, de seguridad, o migrante, sino basados en la cercanía con el diputado en cuestión, o cuando menos con su partido.
Con ello, se da un pequeño paso para entender la política de forma distinta a la subasta que es ahora, donde el ciudadano escucha las pujas de los diversos actores y partidos políticos, “yo le doy una despensa”, “acá entregamos boiler solares”, “en este lado recibirá un tinaco”, “aquí habrá becas para sus hijos”.
Es esa forma de entender la política, la que lleva a los legisladores federales a vanagloriarse de “bajar recursos” como si eso fuera cuando no su único qué hacer, sí el centro de éste. Es con ese discurso que llaman al voto arguyendo que son amigos del secretario de Hacienda, del presidente, o de algún miembro importante del gabinete en una forma de entender el tráfico de influencias como algo normal, generalizado, y hasta deseable.
Este discurso es también parte de la retórica de presidentes municipales y gobernadores, también de candidatos a estos puestos de elección, porque asumen que es con compadrazgos y amistades como se mueve el mundo.
Es casi natural que así lo piensen. Incluso la designación de las personas tanto como en las candidaturas como en los puestos de gobierno las entienden así. Como un “ya le toca”, como si la decisión de estar en una posición de esas se debiera a la cantidad de tiempo y energía que se ha puesto en el trabajo partidista o en el proyecto personal de alguna figura política y no por los méritos profesionales, políticos o laborales que los hacen la persona más deseable para tener esa posición más allá de las amistades y cariños del que elige.
En ese contexto, es natural que no haya poder que los convenza de que se puede arribar a tal o cual cargo sin la lambisconería al dedo elector, ni sin la compra de conciencias de los electores.
Quienes así piensan, serán los que vivirán el mayor impacto de no poder contar con las herramientas legislativas que les servían para reafirmar su creencia de que la curul se debía a su mérito cuyo principal secreto era su sagacidad para la repartición del botín.
En la medida en que se construya la política de otra manera, estos perfiles irán quedando en el recuerdo del folclor nacional. Pero esto sucederá al ritmo que la ciudadanía marque.

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