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sábado, 20 abril, 2024
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El Estado Relacional y la Hegemonía

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Por: Marco Torres •

En este proceso electoral ha quedado de manifiesto la crisis de estatalidad. Por ello, es esecnial hacer algunas reflexiones (apoyados de algunos pensadores) sobre el significado de una manera de concebir al Estado que, probablemente, puede superar la crisis que mencionamos: el Estado Relacional.
Por “Estado Relacional” entenderemos dos cosas: la naturaleza que define el qué del Estado (dimensión descriptiva), y el centramiento en una de las capacidades estatales que rompe con los límites de ver la actividad del Estado de forma autorreferente (dimensión normativa).El Estado no es ni un sujeto unitario ni una cosa, sino la condensación de relaciones sociales. Y por ello, da paso del estadocentrismo (que le proporciona el carácter de sujeto), al socio-centrismo que no niega el poder y autonomía relativa que tiene el Estado, pero cae en la cuenta de que su fuente de poder le viene de la sociedad. La atribución al Estado del monopolio de la fuerza física de un territorio y las funciones administrativas de distribución de los recursos públicos, lo hace aparecer como un poder en-sí.
Por ello es tan importante no sólo mirar lo que hace el Estado visto desde su interior, sino revisar los espacios que hay entre sociedad y Estado: “es precisamente en la articulación entre estado y sociedad donde se localizan muchos de los problemas no resueltos de la teoría del estado. El estado contiene una paradoja. Por un lado, es sólo un conjunto institucional entre otros dentro de una formación social. Por el otro, carga con la responsabilidad general de mantener la cohesión de la formación social de la cual no es más que una parte” (Jessop). Es decir, tiene el doble papel del todo y la parte.
Por ello es conveniente pensar este poder político desde el concepto de hegemonía, porque explica cómo una parte se constituye en representante del todo social. La función representativa del estado va más allá de la pura forma de producto electoral de los órganos legislativos y/o ejecutivos del estado. En su ejercicio cotidiano construye procesos de representación pero que parten de arriba hacia abajo, al revés de la representación electiva. Es decir, los grupos políticos actuantes en los espacios estatales generan iniciativas que se constituyen en focos de interés de grupos sociales y con ello, construyen consensos alrededor de esos focos, y dichos consensos pueden (o no) crear estructuras organizacionales. La representación es un proceso complejo que tiene como objetivo la constitución efectiva de una voluntad colectiva, en diferentes escalas. Y el origen de la iniciativa de esa representación puede estar en la sociedad, el estado o el sistema político. La clave para entender el poder político del estado y sus posibilidades para la orientación de la policy está en el entramado de la representación y sus múltiples formas de surgir.
Si concebimos el poder como la capacidad de incidencia en las estructuras del estado a fin de generar ventajas a los intereses propios o cercanos, significa que las llamadas Capacidades Relacionales se convierten en formas de representación que aumentan la posibilidad de gestión sobre los problemas públicos. “Si las estructuras se relativizan y se consideran complejos relacionales de restricciones y oportunidades sociales, entonces el análisis del poder implicará la atribución de responsabilidad a actos específicos de agentes específicos por la concreción de una gama específica de efectos en horizontes temporales y espaciales específicos” (Jessop).
De la base teórica de entender el poder del Estado como una relación social se siguen muchas consecuencias con frutos para diagnosticar el fracaso de las políticas. La manera de estructurarse la correlación de fuerzas del estado explica uno de los factores que hacen posible la persistencia de problemas como la pobreza y la desigualdad, porque la fuente del fracaso no es errores epistémicos como la falta de capacidades cognitivas o técnicas, o fallos morales como corrupción o desvío de recursos, sino de los valores e intereses de las identidades colectivas que tienen el poder hegemónico del estado.
Por ejemplo, la desigualdad en México sigue creciendo por políticas fiscales y económicas regresivas que hacen crean un estado regresivo, pero que, también, los grandes capitales no son afectados por los impuestos y, por ello, tienen una enorme capacidad de acumulación. En suma, el fracaso en la disminución de la desigualdad no se debe a ignorancia o a déficit moral, sino a la hegemonía de la voluntad de los poderes fácticos del gran capital. Y, por tanto, la única manera de disminuir la brecha de desigualdad no es con capacitación técnica a la burocracia gubernamental, sino cambiando la correlación de fuerzas sociales al interior del estado. Esta fuente de fracaso está en el espacio ubicado entre la politics y la policy: cuando el fracaso de las políticas públicas se debe a la estructura de la política a secas.
Si observamos el ataque de los mega-ricos a una de las candidaturas, se establece una lucha de las elites que ven amenazada su representación al interior del Estado. Podemos estar ante la posibilidad de generar un cambio de hegemonía en México.

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