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viernes, 29 marzo, 2024
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Retos a la Democracia Constitucional (Previsiones)

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Quizá el tema más trascendente de nuestra transición a la democracia, fue la mutación del Estado Legislativo de Derecho en el que nos encontrábamos, en la práctica y en buena medida en la letra, antes de las reformas de 1977, y la mutación del Estado mexicano rumbo al moderno paradigma de Democracia Constitucional, mismo que más o menos terminó de configurarse con la reforma en materia de derechos humanos de junio de 2011 y cuyo entramado institucional ha venido fortaleciéndose en ese sentido con diferentes reformas constitucionales y de carácter orgánico: creación de (más) órganos constitucionales autónomos, redefinición en muchos sentidos de facultades y atribuciones de los poderes y niveles de gobierno tradicionales (es decir, entre legislativo, ejecutivo, judicial y federación, estados y municipios).
Definamos democracia constitucional como un complejo sistema político-jurídico, que limita el poder del Estado, con mecanismos que trascienden a meros contrapesos entre poderes, sino a través de conceptos acabados de derechos humanos, garantizados a todas las personas, cuya inviolabilidad traspasa el poder de las mayorías, en cualquier forma que éstas se presenten, para preservar, lo que el creador del término aquí descrito, Luigi Ferrajoli, denominó la esfera de lo indecidible, una base mínima de prerrogativas irrenunciables e innegociables para el individuo, frente al Estado y a la tiranía de las mayorías.
Sí el contexto electoral mexicano continúa en lo que parece una inamovible tendencia demostrada por las encuestas, este modelo enfrentará a su némesis, causal moderna de su surgimiento en Europa: el poder exacerbado del caudillo alimentado por su popularidad (y populismo). Estoy sugiriendo, lo asumo, una simplista y básica comparación entre fascismo y populismo. Arriesgo tal exageración por motivos de análisis para fines de este texto.
El desgaste institucional, propio de una democracia naciente, ha sido utilizado tanto por los contendientes opositores, como por el propio Estado, en demérito del modelo que tanto no ha costado construir en las últimas décadas. Por un lado, tenemos el desconocimiento de las reglas del juego democrático y las incompresibles determinaciones del Tribunal Electoral; por el otro una trama de acusaciones entre dudas razonables al involucramiento de un candidato en un delito y la triste actuación de la Fiscalía mexicana, en torno a este caso. Solo por citar dos casos actuales de la contienda electoral en curso. No se avizoran buenas noticias para el modelo democrático constitucional en México; ni con las promesas de crear una verdadera Fiscalía que sirva, ni con la inclusión de una exponente simbólica como lo es la Ministra en retiro Sánchez Cordero, en el proyecto delantero en las encuestas.
El reto que tendrán que enfrentar las instituciones es digerir el uso y abuso del término democracia en detrimento del significado sustancial del mismo, al más puro estilo populista, desconociendo así los mecanismos constitucionales que hemos aceptado para expresar nuestra soberanía. Pero también el importante momento de renovación que vivirán todas ellas en el transcurso del próximo sexenio. Solo en lo que toca a la cúspide de esta pirámide institucional, la Suprema Corte de Justicia, tres asientos de los once tendrán nuevos Ministros, cuya terna de la cual sean seleccionados por el Senado, tocará enviar al Presidente y al Senado, designar. Ni hablar del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (entendido por AMLO como “burocracia fifí), el Sistema Nacional Anticorrupción y… sígale.
El reto no lo es solo (es más ni siquiera lo es) de las instituciones. Es de quiénes las integran, en un primer pero no crucial momento, el papel más importante lo habrá de desarrollar la ciudadanía y para estos casos, siendo realista la sociedad civil organizada, ésa misma que goza también del desprecio y desconfianza del caudillo. Quizá más que nunca la democracia constitucional y ésa sustancia que le da vitalidad y existencia misma: la deliberación colectiva, estén entrelazadas en el trayecto de seis años que parecen un reto político-jurídico, que ni siquiera las históricas y sólidas instituciones del vecino (y modelo conceptual original), Estados Unidos, ha logrado superar frente a su propio populista doméstico (es un decir). ■

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@CarlosETorres_

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