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jueves, 28 marzo, 2024
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Nahui Olin (1893-1978). El poder de movimientos que irradian luz

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 336 / Libros / Op. Cit.

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¡Qué me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy…!

Nahui Olin

 

 

Pocas mujeres de nuestra historia —y hombres— tienen el privilegio de poseer dos nombres, franquicia que supone ser una y otra, éste y aquél. Y pocos también quienes puedan presumir su presencia en ambos bautizos. Una de ellas, Nahui Olin; uno de ellos, el doctor Atl.

Eran los años veinte —cuenta Adriana Malvido en Nahui Olin. La mujer del sol, libro que publicara hace 25 años y del cual comenzó a circular una edición conmemorativa con prólogo de Elena Poniatowska, nuevo epílogo e imágenes inéditas—, Gerardo Murillo, artista plástico y vulcanólogo, “se había cambiado de nombre hace años”.

“Viajaba en barco de Nueva York a París cuando se presentó una terrible tempestad. El pintor pensó cambiarse el nombre por el de atl, agua en náhuatl. Al llegar a París, firmó así. Luego viajó a Roma, donde obtuvo el doctorado en filosofía. De regreso en París, el poeta argentino Leopoldo Lugones le agregó lo de doctor y, junto con todos sus amigos, lo bautizaron en una tina de champán como Dr. Atl”.

De regreso al país, en la misma década de los veinte, el Dr. Atl conocería a la entonces Carmen Mondragón, “la mujer más bella de la Ciudad de México”, quien ejercía ya la poesía y la pintura y había posado como modelo en un cuadro de su entonces esposo, Manuel Rodríguez Lozano.

Recuperadas del diario del Dr. Atl, Malvido reproduce las impresiones que le provocó ese primer acercamiento:

[…] Rubia, con una cabellera rubia y sedosa atada sobre su faz asimétrica, esbelta y ondulante, con la estatura arbitraria pero armoniosa de la venus naciente de Botticelli. Sus senos erectos bajo la blusa y los hombros ebúrneos, me cegó en cuanto la vi. Pero sus ojos verdes me inflamaron y no pude quitar los míos de su figura en toda la noche. ¡Esos ojos verdes! A veces me parecían tan grandes que borraban toda su faz. Radiaciones de inteligencia, fulgores de otros mundos. ¡pobre de mí!

 

“Seis días después”, recuerda Malvido, el Dr. Atl “la volvería a ver” para anotar en el mismo diario:

 

Han pasado varios días en medio de un gran desasosiego, pero hoy he vuelto a verla en el Paseo de la Alameda. Iba con su marido, un pobre señor. Ella me sonrío y yo me acerqué a saludarla. Conversación insulsa, pero yo me sentía trastornado, inquieto. No supe encontrar otra cosa mejor que decirles: los invito a mi casa que es una vieja mansión en la Calle de Capuchinas número 90 y quizá les gustaría ver mis obras de arte…

 

Mondragón respondería a la convocatoria, sola, días después, “noche fugaz y eterna en que todo mi ser se apretó contra su ser…”, escribió el Dr. Atl, propiciándose así el segundo bautizo. Desde entonces se le conocería, y hasta su muerte, como Nahui Olin: movimiento renovador de los ciclos del cosmos en náhuatl. Tiempo después, ella lo rememora así:

 

Mi nombre es como el de todas las cosas, sin principio ni fin y, sin embargo, sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son Nahui Olin. Nombre cosmogónico, la fuerza, el poder de movimientos que irradian luz, vida y fuerza. En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema.

 

Los tiempos corren, “termina la guerra en el convento de la Merced”, escribe Malvido, en tanto avanza la carrera de ambos. La de ella más cercana a los grandes artistas plásticos de la época y publicando su poesía. Además de ofrecer su figura, su cara en específico, a destacados fotógrafos y, de manera especial, al gran Edward Weston.

Concluye Malvido: “Tenía razón el poeta Eliseo Diego cuando escribió: Si la amistad, más que una presencia es compañía, también lo serán aquellos otros con quienes jamás pudimos conversar porque nos separan abismos de tiempo inexorables. Nahui Olin muere en 1978 pero vuelve a acompañarnos desde principios de la década de 1990 y ya no permite que el silencio la oculte de nuevo”.

***

Foto de Edward Weston

Foto de Edward Weston

 

A NAHUI OLIN

A Nahui Olin la Tolteca

Princesa de siete velos

Emperatriz del pincel

Y reina de los colores

Alcaldesa del dibujo,

De la línea profesora

De los contornos maestra

Y reyna de la armonía

Tú pintaste la poesía

Nahui Olin Abadesa

Es inmortal tu grandeza.

Guadalupe Amor

 

 

 

Adriana Malvido (Ciudad de México, 1957) mereció recientemente el Premio PEN México 2018 por Excelencia Periodística. ¡Felicidades!

 

 

* @mauflos

Adriana Malvido, Nahui Olin. La mujer del sol, Circe, Barcelona, 2018, 214 pp.

 

 

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