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jueves, 25 abril, 2024
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El minimal, la música del ambiente [Primera parte]

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Por: EDUARDO ISMAEL DÁVALOS MACÍAS* •

La Gualdra 336 / Música

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“De acuerdo con Mona Lisa Chanda y Daniel J Levitin (Trends in cognitive science), la

música influye en la química cerebral. Al escucharla se produce un cóctel de cortisol,

serotonina oxitocina y opiodes. Suficientes para armar un reventón de neuronas en esa

cabecita loca…”.

Rogelio Garza/Yaconic

 

Imaginemos, como Pitágoras, que el mundo tiene una armonía subyacente, un pequeño ruido blanco casi imperceptible que sin embargo libamos, de una forma parecida al O2 del aire. Este pequeño ruido blanco es una expresión de la armonía que recorre el mundo y, sin que nos demos cuenta, nos recorre y nos hermana como seres humanos, pero ¿y qué pasa si deseamos escuchar este ruidito?

En el siglo V antes de Cristo más o menos, Heráclito de Efeso proclamaba que todo estaba hecho de fuego, mientras casi por los mismos años en Benares el Buda proclamaba que la rueda del Samsara estaba siempre ardiendo. Se dice de Diógenes de Laercio, que cuando estaba sentado pensando en las calles de Grecia y fue interpelado por un noble que le ofreció darle cualquier cosa que estuviera al alcance de sus riquezas, sólo se le ocurrió pedir: “Muévete que me tapas el sol”, más o menos como Bodhidarma rechazaba los banquetes del emperador de la China para irse a meditar sentado bajo un árbol. Estos paralelismos también están presentes en la concepción de la música como arte. Como ya se dijo, la música para los griegos era una suerte de armonía que siempre nos estaba recorriendo, de la cual se nutren nuestras mentes y nos sincroniza, sin que nosotros seamos capaces de percibirla. Todos las reglas de la música occidental inventadas (o acaso dilucidadas) por los griegos (el sistema de afinación basado en proporciones, los ritmos que dividen y subdividen) son para hacer perceptible a nuestros oídos esta armonía que nos recorre todo el tiempo. Para los orientales, la música debía expresar la misma armonía del absoluto silencio, o no sonar.

Para los occidentales, es dificil cambiar nuestros preconceptos. Como ya se dijo, el ambient no se aprecia en un escenario como el espectaculo al que estamos acostumbrados. La música ambiental, según algunos de sus más destacados impulsores y creadores, es una música que en el más ideal de los casos, incorporaremos a nuestra vida de una forma casi imperceptible para habitar conectados con la armonía de los lugares que visitamos y las personas que nos rodean, como si tuvieramos que subirle un poquito al volumen de esa música pitagórica porque ya no se alcanza a escuchar bien en este mundo moderno. O tal vez, como si dispusiéramos de ese aparatito de buró que aparece en el Do androids dream of electric sheep, de Philip K Dick, inspiración de los filmes de Blade Runner. Sobre las bases modernas de la música ambiental y sobre Brian Eno, una de sus figuras representativas, versará la segunda parte de este artículo.

 

*Músico y escritor.

 

 

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