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viernes, 29 marzo, 2024
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Cannes afirma su apuesta por un cine de autor sin compromisos

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Por: SERGI RAMOS •

La Gualdra 336 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Festival de Cannes

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[Fotos cortesía del Festival de Cannes]

 

 

La conferencia de prensa de presentación de la 71 edición del Festival de Cannes, del pasado 12 de abril, supuso el pistoletazo de salida de la frenética y esperada carrera de anuncios de las programaciones del festival y de sus secciones paralelas, que se han ido desgranando y completando en los pasados días. En el centro del foco, se encuentran las películas en competición oficial para la Palma de Oro, pero también se han ido anunciando las programaciones para las demás secciones: Una cierta mirada, la Semana de la Crítica, la Quincena de los realizadores y el ACID (la asociación de cineastas independientes). En total, aproximadamente un centenar de largos y cortos que se van a proyectar del 8 al 19 de mayo en la pequeña ciudad de la Costa Azul.

Para el crítico, como para el cinéfilo, se trata de una primera aproximación al desafío que genera este festival en particular: al recorrer las listas de películas programadas en cada sección, uno se plantea el desafío de ver hasta dónde alcanza su cultura cinéfila. Este ejercicio lúdico puede llegar a ser espacialmente lancinante en Cannes, cuya programación corre por el delgado filo de la defensa a ultranza del cine de autor. Sin embargo, según como varíe el criterio de los programadores, siempre se le podrá criticar alguna de las dos tendencias siguientes: o bien ceder al canto de las sirenas de la industria, incluyendo un cine “comercial” o mainstream, o bien exagerar la tentación de un hermetismo destinado a los happy few. Después de bucear en las distintas programaciones de este año, hemos llegado a la conclusión de que el festival, después de una 70 edición con algunas concesiones al establishment (recordemos la polémica selección de películas producidas por Netflix, que no se va a reconducir este año, después de que la productora retirara sus películas al no incluirlas el festival en la competición oficial), es que se ha optado por privilegiar la veta autorista.

Sorprende así la poca presencia de cine estadounidense, con sólo dos películas, de muy distinta índole: el casi homenaje al ya veterano Spike Lee (con Blakkklansman) y la presencia del joven David Robert Mitchell (Under the silver lake), cuya última película, It follows, revisitaba de manera ingeniosa y efectiva el género del terror. La poca presencia de Hollywood deja paso a una patente apuesta por el cine de otras coordenadas: cine francés, lógicamente, pero también italiano, del medio oriente (en particular el iraniano) y de los países asiáticos (mención a las dos películas japonesas), entre otros.

Pero más allá de establecer una geografía de la selección, lo que sobresale es una continuidad con una genealogía del cine de autor, instaurada e instigada por el propio festival (u otros afines): si sobresalen algunos nombres, es por haber sido ya consagrados en mayor o menor medida por ese circuito de exhibición. Sirva como ejemplo uno de los participantes de última hora, el turco Nuri Bilge Ceylan, presente este año con El peral salvaje, y recompensado con la Palma de oro para Winter Sleep en 2014, además de haber conseguido dos veces el Gran Premio del Jurado, o la italiana Alice Rohrwacher, que presenta este año Lazzaro Felice y que fue designada ganadora del Gran premio del jurado con Las Maravillas en 2014, como también sucedió con Mateo Garrone (Dogman) y Gomorra en 2008.

La selección reúne otros nombres importantes, como el francés Christophe Honoré (Plaire, aimer et courir vite), el chino Jia Zang-Ke (Ash is purest white) o el japonés Hirokazu Kore-Eda (Un asunto de familia). La competición cuenta con algunos primeros filmes, pero también destaca la figura totémica de Jean-Luc Godard, que presentará su último trabajo, Le livre d’image. Otras películas que pueden tener una mayor repercusión en un público más amplio serán presentadas fuera de competición, The house that Jack built, de Lars Von Trier, y la ya maldita y por fin acabada El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam; así como la última película de Gaspar Noé, Climax, en la Quincena de los Realizadores. Destaca también el hecho de que se hayan seleccionado para la competición oficial dos películas de directores asignados a residencia en su país por motivos políticos, el iraniano Jafar Anahi (Three faces) y el ruso Kirill Serebrennikov (El verano).

En lo que se refiere al cine latino, resulta patente su ausencia en la competición oficial, si no es indirectamente, ya que el director iraniano Asghar Faradi presenta un filme hablado en español e interpretado por los españoles Javier Bardem, Penélope Cruz y el argentino Ricardo Darín, Todos lo saben, que va a abrir el festival. Hay que rastrear la presencia latina en las competiciones paralelas, en particular en la Quincena de los realizadores y Una cierta mirada. Ahí encontramos la última película de Julio Hernández Cordón con su apenas finalizada y entonces sacadita de la postproducción, Cómprame un revolver.

Seleccionados en Una cierta mirada encontramos a los argentinos Alejandro Fadel (Muere monstruo muere) y Luis Ortega (El ángel), cuyas tramas parten de una misma base argumental, centrándose en la figura de asesinos. El primero lleva bastantes años trabajando como guionista para otros directores, como Pablo Trapero, y como director realizó la muy interesante Los Salvajes, seleccionada en 2012 en La Semana de la Crítica del festival, un crudo y alucinado relato de la evasión de cinco delincuentes adolescentes perdidos en una inhóspita pampa argentina. Muere monstruo muere sigue la investigación de una serie de mujeres muertas por decapitación, con elementos fantásticos. El segundo, después de realizar algunos largos en los que apostaba por distanciarse del realismo, ha destacado últimamente por su realización de la serie argentina Historia de un clan (basada en la misma historia que trató Pablo Trapero en El Clan) sobre una familia argentina que, bajo una aparente normalidad, se dedicaba al secuestro y asesinato. En El ángel, Ortega retoma el caso real de un asesino en serie que escandalizó la Argentina de principios de los 70.

También en la Quincena de los Realizadores se encuentra Pájaros de verano, del director colombiano Ciro Guerra (junto con Cristina Gallego), autor de la exitosa El abrazo de la serpiente, presentada en la misma Quincena en 2015 y seleccionada para los Oscars, un relato iniciático que narraba el encuentro entre dos exploradores occidentales y un chamán en el Amazonas de principios del siglo pasado, en una fascinante película que mezclaba onirismo y mirada etnológica a partes iguales. Su nueva película vuelve a sumirse en la sociedad indígena, esta vez para contar la emergencia del narcotráfico en la Colombia de los años 1970. Última selección hispanohablante de la Quincena, el director argentino Agustín Toscano (que presentó Los dueños en 2013 en la Semana de la crítica) ha sido seleccionado esta vez con El Motoarrebatador, historia de un delincuente arrepentido.

También en la Quincena se presentan las dos únicas películas españolas. La primera, Petra, está dirigida por un viejo conocido del festival, Jaime Rosales, autor de una ya prolífica obra que empezó con el retrato minimalista de un asesino en serie (Las horas del día) y terminó con un amargo retrato de la juventud de la crisis española (Hermosa juventud), pasando por una magnífica y melancólica película sobre la pérdida de un hijo (Sueño y silencio). Esta vez, con Petra, se adentra en una historia de secretos y conflictos familiares por resolver. La segunda, Carmen y Lola, representa la primera incursión en el largometraje de la directora Arantxa Echevarría, y narra la difícil relación amorosa entre dos lesbianas en el mundo gitano.

Desde Brasil nos llega la coproducción Los Silencios, de Beatriz Seigner, historia de una familia que huye de los conflictos armados en Colombia hasta llegar a una misteriosa isla situada entre Colombia, Brasil y Perú, así como un documental sobre los indígenas de Pedra Branca, codirigido por el portugués João Salaviza y la brasileña Renée Nader Messora (Chuva e cantoria na aldeia dos mortos).

Y para terminar, la ya tradicional e indispensable presencia del Festival de Cine de Morelia en Cannes, con cuatro cortometrajes seleccionados: Vuelve a mí de Daniel Alberto Nájera Betancourt; Tierra de brujas, mar de sirena, de Delia Luna Couturier; Lo que no se dice bajo el sol, de Eduardo Esquivel; y Aguas tranquilas, aguas profundas, de Miguel Labastida González, que estamos seguros mantendrán el listón tan alto como la selección de la pasada edición.

Con este aperitivo del menú que nos esperará en los próximos días, anunciamos que durante todo el festival les llevaremos día con día los detalles del mismo.

 

 

 

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