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jueves, 28 marzo, 2024
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Élites políticas de México han perdido poder de decisión al interior del país

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Por: ALMA RÍOS •

Se debe a su eslabonamiento con las redes globales: investigador

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El fenómeno es visible en la renegociación del Tratado de Libre Comercio

 

A lo largo de los últimos 25 a 30 años, las élites políticas de México perdieron capacidad de decisión al interior del país “pero no por imposición” del exterior como se cree sino por convencimiento y a fin de eslabonarse con las redes globales de toma de decisiones de carácter trasnacional, dijo Isaac Enríquez Pérez, doctor en Economía del Desarrollo, investigador visitante en la UAZ, donde realiza una estancia postdoctoral en la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo.

“Lo estamos viendo en el proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) donde en aras de no dejarlo ir, la élite renegociadora prácticamente está entregando parcelas muy importantes de esta soberanía con tal de que las inversiones extranjeras que generan un débil crecimiento económico, no se retiren del país”.

Así, explicó, desde hace tres décadas el Estado mexicano ha ido cediendo parcelas de su poder (el territorio, la estrategia económica nacional o el uso legítimo de la fuerza, entre otras), a distintos poderes fácticos exteriores, pero también otros “que desde adentro y desde abajo abonan” a su crisis.

Esta no es una situación exclusiva de México. A nivel mundial también se expresa y tiene como una de sus manifestaciones la pérdida de la confianza en las instituciones, dijo.

En el caso mexicano no obstante, el proceso adquiere ciertos matices. Al desmontarse el Estado desarrollista mediante estrategias que apuntaron a la desnacionalización de sus estrategias económicas, a la apertura de la economía hacia el exterior se agregó el ingrediente de la dependencia del vecino país del norte.

Esto, derivado de la estandarización y armonización de políticas públicas mediante una institucionalidad global producto de la transformación del capitalismo al dispersarse su cadena de valor también globalmente. “Ahí tenemos un primer momento de socavamiento del Estado mexicano”.

Enríquez Pérez se enlazó ayer con Rubén Flores, profesor asistente de Sociología en la Higher School of Economics de Moscú hasta Dublín, donde se encuentra ahora, para dar continuidad al Seminario en línea “Las desventuras de la crisis de Estado en México y sus manifestaciones en la dialéctica del desarrollo/subdesarrollo: incursiones en torno a la toma de decisiones públicas en un escenario de debilitad institucional”.

A finales de la década de los 70 hubo una confrontación entre las élites políticas y empresariales que se agudizó en la siguiente de los 80 en el contexto de la crisis de la deuda, especialmente con la nacionalización de la banca.

Las élites políticas cambiaron del nacionalismo revolucionario a la élite tecnocrática. Y ésta aumentó su sincronización con las elites empresariales en el contexto del proceso de desmantelamiento del estado desarrollista y del sector público, expuso.

“Ahí tenemos otro poder fáctico, las élites empresariales”, visible hoy dijo, con el tema del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) sobre el que existen estudios especializados que hablan de la posible inundación donde naturalmente se encontraba un lago, pero a los que se hacen oídos sordos ante el mayor peso que tienen los intereses en torno a una obra de infraestructura de este tamaño.

Así expuesto el panorama,  Rubén Flores acotó que “estamos viviendo en una época histórica realmente muy complicada”, pues justo en los recientes 30 años se han registrado cambios sociales “espectaculares y dramáticos”.

Propuso como un punto de inflexión importante los que llamo una serie de “terremotos políticos” que ocurrieron a finales del siglo 20.
El investigador centró su atención en los que ocurrieron en Rusia y México, por ser dijo, los que conoce mejor, pues estuvo viviendo en aquel país y es originario de este.

Como producto de estos terremotos sociales trajo a colación los datos que ha expuesto Oxfam sobre los altos niveles de desigualdad, el ya famoso uno por ciento de la población más rica que concentra más riqueza que el 99 por ciento restante.

Este incremento dramático de la desigualdad no puede explicarse dijo, sin tomar en cuenta a la que llamo “la revolución neoliberal que ocurrió a principios de los 80”.

Un movimiento de élites que abandonaron el concepto keynesiano del estado de bienestar, de pleno empleo, producto de decisiones conscientes.

“Un proceso político muy claro”, dijo, mediante el que se han beneficiado estas élites, este uno por ciento del que tanto se habla en las noticias.
Esta revolución económica estuvo acompañada de “un terremoto político” que tuvo quizás su momento más visible con la desaparición del bloque soviético, agregó.

Su colapso aceleró el proceso de neoliberalización y al mismo tiempo jugó un papel importante en un momento histórico en que se empezó a desconfiar del Estado como un medio de solucionar los problemas sociales (como se le había considerado durante gran parte del siglo 20), y se le empezó a percibir como el problema que los originaba.

Así, el proceso de desmantelamiento del Estado de bienestar en el mundo estuvo acompañado de este otro, de acumulación de la riqueza.

Sobre el caso ruso mencionó que luego del colapso de las estructuras estatales en los años 90, hubo un regreso del Estado “muy fuerte y autoritario” a partir del año 2000, que parece ir a contracorriente de muchas de las tendencias de la globalización pero que no ofrece un modelo alternativo de desarrollo aunque rechaza al consenso de Washington.

En el caso de México el desmantelamiento del Estado, además de las características ya mencionadas por Enríquez Pérez, se expresa en la crisis de muchos ámbitos de la vida pública, en uno especialmente dramática, la humanitaria, agregó por su parte Rubén Flores.

Los procesos que están viviendo los países, se mencionaron además casos como el del Brasil, Estados Unidos, Dinamarca o Suecia, todos cuya tendencia ha sido desaparecer al Estado de bienestar, “están planteando escenarios distópicos muy fuertes”, dijo.

La gran pregunta que se plantean los académicos “es cómo rescatar un sentido constructivo de la política que permita salir del callejón sin salida a que nos ha llevado la revolución neoliberal”.

Una idea importante en el contexto de las investigaciones y que ya han trabajado ambos académicos, es la de la existencia de “una crisis de sentido”. La pérdida de rumbo por parte de las élites pero también de los sectores académicos, y que impiden o dificultan encontrar modelos alternativos de desarrollo.

¿”Hasta qué punto esta crisis de sentido se instaló en México? Porque parece que esta ideología del fundamentalismo de mercado, ultraliberal, tendió a desbordar los mecanismos ideológicos que articulaban a la élite política de antaño, en la que existían ciertos criterios nacionalistas”.

Había antes, observó, un control de las decisiones políticas y económicas pero con el advenimiento “del credo neoliberal se dinamitó esta idea y hay una especie de fatalismo” que se traduce en México en la perspectiva de que solo su dependencia a los Estados Unidos puede llevar al país “a la senda del crecimiento económico”.

Este fatalismo puede observarse en las actuales campañas políticas donde la idea de cambio se usa solo como una muletilla pero no se ven capacidades de proponer estrategias de desarrollo alterativas, “ya no hay Estado que las articule”, agregó Flores.

Otra vez en una visión comparativa, dijo que las élites soviéticas perdieron la confianza en su propio sistema e ideología, lo que las llevó a reformarlo, a la par de que en Occidente las élites políticas perdían la confianza en el modelo keynesiano, “en el modelo estatista de organizar a las sociedades”.

Existe actualmente derivado de estos procesos, “una dificultad muy grande para articular visiones de futuro y darle sentido” a los problemas políticos y sociales.

En cita a un autor añadió que “parte de esta crisis es la desconfianza hacia la propia capacidad humana para transformar el mundo y a sí misma, con lo que renunció a los ideales de la Ilustración relacionados con el progreso, el libre albedrío para transformar al mundo y mejorarlo”.

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