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viernes, 29 marzo, 2024
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El placer lector como algo abstracto

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 333 / Promoción de la lectura

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Hace unas semanas concluí la lectura del Bhagavad Gita. Fue una lectura no tan placentera y no tan enriquecedora (en todos los ámbitos) como hubiese esperado. No obstante, algunas frases de las slokas lograron cautivarme y las compartí en mis cuentas de redes sociales. En un principio, incluso, la lectura se tornó tormentosa. La carencia de referentes religiosos y contextuales del texto eran un agujero por donde se escurría toda la información. Con poco o nada podía relacionar el texto sagrado. Me imaginé siendo un adolescente o un adulto, frente a un texto en torno al cual las referencias nulas.

Los programas de formación de lectores y de mejora en la competencia lectora no siempre ponen énfasis en esta circunstancia. Una paradoja desprendida de ello es que los referentes, se cree, se construyen única y exclusivamente a partir de la lectura de libros, ignorando las otras manifestaciones culturales, sociales y científicas (además de la historia de vida particular del lector). Se parte, pues, de los supuestos propios del sistema escolar: que se debe llegar a un grado, y en el peor de los casos, a una edad en el que debemos saber y conocer datos, eventos, circunstancias, acontecimientos muy específicos.

Es claro que de manera ideal deberíamos contar con una cultura general que nos permita enfrentar las vicisitudes de la vida. Sin embargo, cuando desde la estructura del sistema educativo se conciben a la lectura, a las artes, a la diversidad cultural como herramientas meramente accesorias, estamos perdiendo mucho como sociedad y arrojando a las futuras generaciones a laberintos sin salida. ¿Cómo pueden desarrollar opciones si son incapaces de imaginar, de crear, de pensar un mundo distinto?, ¿cómo hacerles cuando no se les brindan los elementos para que el mundo crezca frente a sus ojos, cuando los mentores o tutores tampoco los tienen?

En la lucha cotidiana que aludí párrafos arriba está sin duda la de la sobrevivencia. Con una nutrición deficiente, jornadas laborales extenuantes, traslados eternos a los centros de trabajo (en las ciudades grandes) y salarios de miseria, el acto lector es toda una proeza. Quiero decir que no es sencillo leer cuando debo resolver qué comeré mañana. Si bien es cierto leer es una actividad que en un momento redituará frutos, también lo es la dinámica social de lo inmediato. Por ello, también, es complicado leer. Por ello se argumenta que leer es malo porque nos lanza a mejores aspiraciones (más cerca de la fantasía que de poder realizarse).

Ya lo he mencionado en otras colaboraciones, si nuestros empeños son por acercar a la juventud y a la niñez hacia los libros, entonces debemos involucrarnos en sus propios referentes generacionales. Con los adultos pueden existir más puntos de convergencia. Si usted forma lectores o es su intención hacerlo, le invito a que tome un libro ajeno a sus intereses y conocimientos. Léalo como lo harían la mayoría de los adolescentes (sin consultar fuentes, guardando dudas). Experimente la frustración que muchos de ellos padecen. Y después hablamos del placer lector como algo abstracto.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-333

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