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sábado, 20 abril, 2024
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La precisión de la palabra

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 332 / Opinión

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Es un hecho que cuando emitimos esos extraños sonidos articulados a los que llamamos palabras estamos haciendo un acto comunicativo, en el cual seguramente expresamos un deseo, un pensamiento o un sentimiento, aunque estas enunciaciones no siempre son recibidas de la manera en que nostros pensamos que lo serán.

El receptor, como lo llamaría el teórico ruso, Roman Jakobson, expresa desde lo más profundo de sí un mensaje, el cual ha sido generado desde su sistema nervioso, desde su ser, el cual, bajo ciertos estímulos cerebrales recaerá en una parte de su cerebro que se llama lexicón, que según Jean Aitchison, es un lugar en la mente donde se encuentra el vocabulario de las personas en forma de lexemas, es decir, son las raíces significativas de cada una de ellas.

Una vez seleccionadas las secuencias lexematicas hay que darles forma, por lo que tendrán que pasar por un proceso sintáctico en la misma mente para darles la salida y el orden necesarios para que, en vez de emitir solamente los fonemas seleccionados: el de casa esquina de la niño roja, una vez organizados tengan esta secuencia: el niño de la casa roja de la esquina.

Los fonemas, por supuesto, no son naturales, sino producto de una convención entre distintos grupos humanos que se pusieron de acuerdo para codificar la realidad por medio de ellos, como bien lo describe Ferdinand de Saussure, quien alegaba que para ello era necesario tener un significado, es decir, una idea o un concepto traído de la realidad a la abstracción. Así, por ejemplo, cuando se observa un árbol y se conocen sus características, podremos abtraerlas en la mente para posteriormente señalar a todo aquello que reuna tales características como un árbol. Posteriormente, esa idea la podemos expresar mediante un significante, es decir, un sonido, un fonema o una palabra: árbol. Asímismo, alguien de otra cultura realizará un proceso similar, pero en vez de crear el fonema antes expresado, podrá darle salida a un sonido como tree, arbre, baum, shu o arbul.

Ahora bien, luego de realizar un largo paso en el que intervienen el ser y sus necesidades, un proceso de selección, un ordenamiento de conceptos y una pronunciación de sonidos, en cuestión de segundos, el ser humano logra el milagro de la expresión y emite un mensaje.

Las cosas son al revés ahora, pues el receptor jakobsiano tendrá que reconocer esos sonidos y otrorgarles un significado, para lo cual su mente primero recibirá una serie de vibraciones captadas por su oído, a las cuales tendrá que ubicar en su lexicón para darles un significado y, posteriormente, relacionarlas en su mente con sus propios deseos, sentimientos e ideas y, finalmente, llegar al milagro de la comprensión. Todo ello también en cuestión de segundos.

Así pues, bajo este esquema, podemos comprender que no es un proceso nada sencillo, sino muy complejo. Así que por favor, mujeres del mundo, no sean tan duras cuando un hombre, lleno de ansiedades, problemas, con emociones hechas bolas, incapaz de expresar sus sentimientos debido a la cultura machista predominante, haya malentendido su mensaje, casi siempre indirecto, bajo la consigna de “es que no me pones atención”.

 

 

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