La Gualdra 331 / Lenguaje / El Picaporte
“Mismo” es adjetivo. Lo utilizamos para referirnos a algo idéntico, pero también ocasionalmente a algo que con antelación se ha mencionado en nuestro texto. Ocasionalmente, que conste.
El problema, en efecto, comienza cuando abusamos del “mismo” y sus variantes: la misma, las mismas, los mismos. Algunos estudiosos del lenguaje llaman a este vicio “mismismo”. En el caso de “lo mismo” no habría tanto problema, puesto que en su género neutro se refiere a algo abstracto y no a algo meramente pronominal.
En su “Diccionario de dudas”, Manuel Seco recalca que el mismismo es propio del lenguaje administrativo: “Se prohíbe la entrada en esta oficina a toda persona ajena a la misma”. En cambio, Fernando Lázaro Carreter, ex director de la Real Academia de la Lengua Española, se burlaba de esta insistencia (monotonía, más bien) de encajar en todas las oraciones al adjetivo “mismo” y sus variantes. Transcribo lo que el hombre redactó al respecto como adoctrinante parodia:
“-Juraría que me había echado las llaves en el bolsillo de la chaqueta, pero no llevo las mismas en el mismo.
-¿Te has mirado en el pantalón? Puedes llevarlas en el bolsillo del mismo.
-No, no llevo las mismas en el mismo. Al salir de casa habré dejado las mismas sobre algún mueble de la misma, mientras sacaba el abrigo y me ponía el mismo.
-Tendrás que llamar a un cerrajero para que abra la puerta.
-Sí, aquí tengo el teléfono del mismo. Nos cambió la cerradura de la misma hace poco y conocerá la misma…”.
Por mi parte, recalco: parte de nuestra afectación como verbalizadores de lo oral y escrito, parte de la mala impresión que como ello podemos dejar (asenté “como ello” y no “como lo mismo”) puede provenir de este mismismo y vicios semejantes.
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