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viernes, 29 marzo, 2024
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TRUMP contra el libre comercio: oportunidad para México

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Ayer concluyó la Séptima Ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de Norte América (TLCAN), sin avances significativos y con señales ominosas: la ausencia de la mesa de negociación del jefe negociador de Estados Unidos en materia de reglas de origen, y sobre todo, el anuncio del presidente Trump de que impondrá aranceles de 25 % al acero y de 10% al aluminio, así como su expresión de que las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar, que reflejan el estado actual de la negociación. Parece evidente que el inquilino de la Casa Blanca no busca llegar a un acuerdo satisfactorio para las partes, sino que se encamina a avanzar, por la vía de las órdenes ejecutivas y las decisiones unilaterales, en el desmantelamiento de la política comercial que su propio país impuso al mundo a partir de la década de los años setenta.
El gobierno de México ha apostado todo para que se mantenga el TLCAN con el fin de que sigan fluyendo inversiones para financiar el déficit de comercio exterior total, a pesar de que ello no se traduzca en mayor producción nacional con mayores efectos multiplicadores internos a favor del empleo, y de que no se reduzcan nuestras importaciones y las presiones resultantes sobre el sector externo. Se insiste en un modelo económico donde las únicas ganadoras han sido las empresas transnacionales, que aprovechan la mano de obra barata del país. Hasta antes del reciente anuncio de Trump, su narrativa ha insistido en que se mantendrían las negociaciones mientras consiguiera concesiones a su favor para reducir el déficit de comercio exterior que tienen con México y Canadá, y en caso contrario, terminarían por cancelar el TLCAN para sustituirlo con acuerdos bilaterales. Canadá ha dejado ver que en ese caso darán el paso, dada la importancia que el comercio con Estados Unidos representa para ellos. Por su parte, la debilidad de la posición mexicana por su dependencia extrema de la economía norteamericana, y por la fragilidad política del gobierno encabezado por EPN, lo más probable es que México salga más afectado, aceptando reglas peores que las del TLCAN, que no se traducirán en mayor desarrollo industrial, y agrícola para el país.
La situación creada por las decisiones de Donald Trump ha creado un escenario inesperado: su irrupción en la política norteamericana condujo al retiro a la generación de políticos de ambos partidos que condujeron la globalización neoliberal a contra pelo de sus pésimos resultados para la mayor parte de la humanidad, y está llevando a cabo el ataque más eficaz contra las piezas clave del modelo neoliberal (Libre comercio, libre tránsito de capitales, etc.). Es paradójico que dicho ataque no ha sido provocado por algún izquierdista armado de políticas populistas, según el mantra mil veces repetido en el mundo contra quienes se han opuesto al pensamiento único, sino por un millonario racista obsesionado con la supremacía militar y económica de la potencia.
En este escenario cada día más complejo, debemos convencernos de que no es aceptable mantener por más tiempo el agudo proceso de desindustrialización y la pérdida de la autosuficiencia alimentaria, así como el desempleo, subempleo y bajos salarios a que nos han conducido los neoliberales. Cambiar esas condiciones no está dentro de los propósitos del actual gobierno mexicano, de ahí la importancia de que se deje la renegociación del TLCAN al equipo del ganador en las elecciones del 1 de julio próximo, esperando frene el proceso de entrega del país y que se reivindiquen objetivos nacionales de empleo, crecimiento productivo, menor déficit de comercio exterior que reduzca nuestra dependencia a la entrada de capitales y nuestra vulnerabilidad externa. Para que se gobierne en beneficio de la generación de empleo bien remunerado, así como para el impulso del desarrollo industrial y agrícola para alcanzar un crecimiento más sostenido y menos vulnerable, la sociedad debe demandarlo con fuerza durante el proceso electoral. No hay que olvidar que la política económica responde a posiciones de fuerza, y hasta ahora ésta ha sido ejercida por el sector financiero y las empresas transnacionales. Se requiere que las grandes mayorías afectadas y excluidas se manifiesten en las urnas y demanden cambio de rumbo.

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