La Gualdra 328 / Río de palabras
A Wikus le pareció una niñería que el celador le entregara un polluelo de cacatúa. Debía cuidarla y alimentarla noche y día, incluso, hasta en medio de los sueños.
Pasaron las semanas y los graznidos del ave cobraron ímpetu. Quería apachurrarla con sus fuertes dedos. Se resistía a hacerlo porque deseaba volver a estar con su familia. Una noche de copas, un pleito con su esposa y un terrible griterío por parte de sus hijos, lo llevaron directo a la cárcel.
Cierta madrugada, en medio de una pesadilla, Wikus notó que el pájaro escapaba de la celda con dirección al campo. Cuando despertó, estaba a su lado el celador. En ese momento, el preso de fornido cuerpo se hincó y suplicó con amargura para que no se llevara el ave. Pero no le hizo caso.
Horas después anotaron en su expediente: ha aceptado la rehabilitación. Sin embargo, se hace necesaria una confirmación. Y después de criar a un hipopótamo, un león e incluso, un dinosaurio y tras haber padecido mil pesadillas, diez mil hincamientos y muchos lloriqueos, le dieron su anhelada libertad.