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viernes, 19 abril, 2024
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‘Dr. Atl’. Y, de repente, la Naturaleza puso a la puerta de mi casa un volcán

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 328 / Libros / Op. Cit.

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Por principio de cuentas, yo nunca salgo a “buscar un paisaje”: siempre dejo que el paisaje me busque a mí, que se eche violentamente sobre mi sensibilidad.

Dr. Atl

 

Su pasión eran los volcanes.

Esos gigantescos bultos de la Naturaleza, así con mayúscula, como acostumbraba identificarla, que durante años escaló, estudió y dibujó.

Hasta que una mañana, azares de la vida, esa dama de nombre propio se le apareció en la puerta de su casa acompañada de un nuevo volcán.

Desde ese momento, y durante los siguientes años, el Dr. Atl (1875-1964), se entregó a la tarea de realizar lo que llamó “un diario ilustrado del Paricutín adicionado de algunas hipótesis derivadas de los hechos observados”.

El resultado fue el libro Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín (1950), del que El Colegio Nacional acaba de publicar una edición facsímil, muestra de la conjunción de arte y ciencia, reunión escasa en nuestro mundo cultural.

Me cuesta imaginar siquiera alguno de nuestros artistas plásticos de ahora entregado a una labor que abandone su mundo. Trascendiendo la cotidianidad de su ejercicio creativo y enfrentar las dificultades de una coyuntura, a fin de completar y enriquecer sus mismos procesos. Un hecho de marcada excepción, por ejemplo, como el nacimiento de un volcán.

Lo que hizo el Dr. Atl hasta que la salud se lo permitió.

Profusamente ilustrada, la obra reeditada (con presentación de Jaime Urrutia Fucugauchi) abarca desde los días anteriores a la aparición del volcán Paricutín, en el estado de Michoacán, hasta mediados de 1950. Periodo en el que el artista plástico radicó lo más cercano posible a la zona de irrupción.

La parte gráfica incluye dibujos, fotografías, pinturas, croquis, dibujos al carbón y a lápiz y otras ilustraciones.

Como señala Urrutia Fucuguachi, el interés del Dr. Atl por los fenómenos vulcanólogos “se gestó tempranamente” y fue una de sus “pasiones duraderas y productivas”.

“El Dr. Atl pintó los grandes volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, que visitó en numerosas ocasiones, y también el paisaje volcánico de la cuenca de México. Su interés lo llevó a visitar y pintar los volcanes italianos Etna y Estrómboli, caracterizados por su frecuente actividad y sus diferentes modos eruptivos explosivos. Estos volcanes tienen largas vidas de cientos de miles de años que les han permitido alcanzar grandes proporciones”.

Una lectura que busque algo más que la bitácora del Paricutín, del “cómo nace y crece un volcán”, revelará la sensibilidad del artista plástico para testimoniar los sucesos experimentados. (Atención por separado merece la crónica que sobre el suceso escribió José Revueltas, “Visión del Paricutín”, El Popular, 1943, incluida en sus Obras Completas).

Así cuando escribe:

“Hoy ha sido un día de formidable bombardeo. Las circunvoluciones de la columna son muy negras y espesas, y los grandes proyectiles, que muy raras veces caen en los declives y el cono, hoy han rodado en abundancia por sus flancos produciendo profundas estrías, y brincado en muchas ocasiones sobre las lomas adyacentes. Nunca habían llovido tantas piedras, ni tan grandes. De lejos el estruendo parece terrible granizada sobre techos de zinc, pero de cerca el golpear es tremendo y no puede comparársele a ningún otro ruido. Rotura de peñascos, golpes secos de piedras candentes sobre la arena, chasquidos que se mezcla, martilleo incesante sobre la tierra y sobre los nervios del hombre. En la claridad de la noche lunar el estrépido del bombardeo se agudiza”.

 

Ante el peligro

Pero es quizás su registro sobre la destrucción pueblo de Paricutín la que más estremece y mejor transmite la sensibilidad y buen ojo del observador.

“Así era la gente de este pueblo […] indiferente ante el peligro y sonriente ante la desgracia […]. Ni e indio ni la india de México se asustan ante el peligro. No tienen nervios y son estoicos. Los desastres ocasionados por el volcán los dejaron indiferentes”.

Más adelante, recoge así el testimonio de un poblador:

“La lava avanzó sobre el costado sur del templo, luego lo rodeó por la patrye oriente, derrumbó el muro posterior, entró en las naves y siguió dando vuelta por el exterior, por el norte, hasta envolver completamente nuestra gran iglesia, a la que fue llenando poco a poco y en seguida una lengua avanzó pasando frente al pórtico, al que derrumbó, mientras la corriente interior de la iglesia salía por la puerta central. Poco a poco la lava se fue amontonando y subiendo por oleadas sucesivas hasta llegar a la parte posterior de la fachada, emparejándose a la altura de los techos de las naves dejando visible sólo la torre que todavía se ve sobre las lavas plomizas”.

Testimonios recogidos por el Dr. Atl para Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín, “obedeciendo solamente a la acción de una fuerza tradicional: gran parte de mi vida la he ocupado en escalar volcanes, en estudiarlos, en dibujarlos, y, de repente, la Naturaleza puso a la puerta de mi casa un volcán nuevo”, ahora en edición facsímil del Colegio Nacional.

 

 

 

****

Dr. Atl, Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín, El Colegio Nacional, México, 2018, 152 pp. y láminas.

                                                                   * @mauflos

 

 

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