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lunes, 18 marzo, 2024
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Zacatecas y su ambiente

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

La ciudad de Zacatecas en su Centro Histórico se distingue por su encanto único heredado de su crecimiento en tiempos posteriores a la conquista, cuando los primeros pobladores provenientes de la península y guiados principalmente por la codicia de los yacimientos recién encontrados en el área, especialmente en la región que hoy corresponde a Pánuco y posteriormente en buena parte del territorio del estado. A partir de ahí, la ciudad fue creciendo hacia los cuatro puntos cardinales y durante los diferentes períodos históricos fue acumulando construcciones icónicas y asentamientos hasta llegar a la Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad que hoy conocemos.
Inmortalizada antes de este nombramiento por la poesía que el gran poeta jerezano especialmente en su poema “La Bizarra Capital de mi Estado”, la ciudad ofrece a los ojos de propios y extraños un espectáculo arquitectónico único, con calles misteriosamente retorcidas que culminan en plazas de todos tamaños, algunas de ellas con fuentes aún funcionando y otras con el recuerdo de algunas que por ahí estuvieron surtiendo del preciado líquido a los antiguos pobladores de este enclave ubicado sobre una tierra colorada y bajo un cielo cruel.
Esta belleza citadina y los proyectos de desarrollo que en ella se han asentado, hacen que por momentos parezca un lugar de ambiente festivo ilimitado; proliferan museos, hoteles, restaurantes, tiendas, parques, jardines, plazas, antros y otros espacios donde se plantea un ambiente festivo y de esparcimiento que parece interminable. Durante el día hay cientos de gentes en las calles paseando o comprando o dirigiéndose a sus actividades culturales, comerciales o laborales. Por las noches, desde muy temprano se desarrolla una actividad febril asociada a la disipación y el desenfreno. Muchos transeúntes en busca de fiesta y algo de bebidas alcohólicas, buena parte menores de edad. En fin, mucha fiesta, mucho ambiente. Pero no es este el ambiente del que se pretende tratar en esta entrega.
Sirva esta introducción para mencionar uno de los elementos claves en el nacimiento, la supervivencia y el crecimiento de la capital del estado, el agua. Sin entrar en detalles históricos, es evidente que el agua es un factor determinante en la vida de los citadinos y de la gente que tiene a bien visitar estos rumbos. Todavía hace cuarenta años el agua era un elemento altamente apreciado, principalmente por su escasez. A partir de la explotación de yacimientos profundos desde los ochentas a la fecha, el agua ha dejado de ser un gran problema. Sin embargo, la mala administración del elemento, dando concesiones ilimitadas a empresas embotelladoras y mineras, además de lo obsoleto de su red de distribución hace que el beneficio hacia la población sea cada vez más limitado. Además cuando se trata de la atención al turismo, el elemento es vital para la planificación de esta industria en el futuro. Sin agua, difícilmente se podrá atender correctamente a la población de la zona conurbada y sus visitantes. Así que, si no se hace una especie de consenso colectivo sobre un trato y uso privilegiado del vital líquido, pronto habrá que cubrir facturas impagables.
El problema ambiental no se reduce al agua. Hay dos o tres asuntos que hay que enfrentar y resolver (únicamente se tratará lo que afecta a la ciudad y sus entornos para no entrar en rollos interminables); el primero es el ruido, todo el día y buena parte de la noche se presenta en dimensiones poco soportables. Durante el día, los vehículos automotores de todas dimensiones y los “sonidos” estruendosos y por general de mal gusto de algunos establecimientos comerciales y otros que provienen de los vehículos. Por las noches, ni hablar, el ruido se multiplica con la apertura de decenas de antros ruidosos y la estridencia de algunas bandas de tambora que han olvidado el buen gusto en la interpretación de esta música.
Otro factor importante son las emisiones de los vehículos que permanentemente mantienen el centro histórico congestionado con las consecuentes humaredas de vehículos mal afinados en un estado donde no existe la costumbre ambiental de verificar las unidades automotrices. En esta categoría de ruido y humos no hay que olvidar lo que provocan los folklóricos motociclistas. Pero bueno, cosas veredes, oyeres y olieres, estimado lector.
Otra más es la facultad que tienen los pobladores de estos entornos y el resto del país es la inagotable capacidad para generar basura. Diariamente se producen cantidades incalculables de deshechos de todo tipo que además se incrementan con la mala costumbre adquirida en los últimos tiempos consistente en el uso indiscriminado de de desechables. Hacen falta campañas permanentes de educación ambiental que permitan contrarrestar este nefasto fenómeno.
Por último, hay un dato que se desconoce y es el grado de contaminación y aún de toxicidad de la mal llamada agua potable por factores tan variados donde las viejas prácticas de la minería aportan bastante. Sería bueno que los responsables de la protección ambiental en el estado y la zona conurbada cumplieran con las tareas mínimas que esta empresa requiere.
Recomendación de hoy: si a usted le gusta caminar y disfrutar de la vida en Zacatecas, dese una vuelta a pie rumbo a San Francisco. Ahí se encontrará con un museo único, el Rafael Coronel, o Museo de las Máscaras con miles de piezas, aunque es multitemático. Al salir, en la Plazuela de García, el lugar más antiguo de la ciudad, encontrará el restaurante Wendys donde puede disfrutar a precios populares un buen pozole, enchiladas y comidas corridas vastas y de excelente sazón. Enfrente, con comida más sofisticada y a precios razonables, con una reservación previa, encontrará el Restaurante Los Dorados de Villa, de fama internacional. Ahí podrá degustar una rica cerveza y un buen trago, también.

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