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viernes, 29 marzo, 2024
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Corrupción asunto de todos

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

En Zacatecas, mal empieza el Sistema Estatal Anticorrupción, dejando ya sospechas en el camino que apenas empieza a recorrer.
En la teoría, donde siempre parecen las cosas más fáciles, se determinó que habría un Comité de Participación Ciudadana que sirviera como vínculo con organizaciones sociales y académicas y que coadyuvara a mantener la vigilancia para evitar la corrupción.
Para garantizar que esto fuera lo más ético posible, se determinó que el Congreso del estado determinaría a un Comité de Selección que a su vez elegiría al Comité de Participación Ciudadana. Esto de alguna manera ayudaría a evitar que a esas posiciones llegaran cuotas partidistas con la encomienda de cubrir las espaldas de quienes les permitieron llegar.
Apenas se eligieron a los cinco comisionados que aún no toman posesión, y ya se suscitó la polémica. La semana pasada, dos integrantes del comité seleccionador se deslindaron del nombramiento de una de las designadas al argumentar que ésta no cumplía con uno de los requisitos de ley, que es el de tener mínimo 35 años de edad.
Muchas de nuestras instituciones están conformadas así, incluyendo organismos ciudadanos que ayuden a mantener la vigilancia de los recursos: desde las mesas de padres de familia en las escuelas, los funcionarios de casilla elegidos por sorteo, las contralorías sociales, etcétera.
Nada de esto ha sido útil para dejar de considerar a México como uno de los países más corruptos del mundo.
Debido a que mucha de esa corrupción se ha dado con la complicidad de partidos políticos, o bien, estos institutos han intercambiado silencios para que ni uno ni otro salga manchado, con frecuencia se tiende a pensar que es una particularidad de la política entendida esta como un asunto de partidos.
En ese contexto muchos vieron una alternativa en los candidatos independientes, pues la condición individualista de su trabajo político podría ayudar a no tener que proteger a quienes compartían el color de su playera, o también, podrían llegar a los puestos de poder sin tener que comprometerse en el camino a permitir negocios o a asegurar puestos para los aliados.
Nada garantiza que así sea. Y lo que es peor, el Instituto Nacional Electoral ya nos advierte que 22 aspirantes a candidatos independientes podrían haber falsificado firmas de las que necesitan como requisito de ley para poder aparecer en las boletas a mediados de año.
Pedro Ferriz de Con ha señalado en particular a Margarita Zavala y a Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, de ser parte de estos tramposos.
Por más esfuerzos que se han hecho en la materia, el sistema no es perfecto, y lo cierto es que algunos aspirantes pueden encontrar muy fácil hacer uso de las miles de credenciales de elector que han pasado por sus manos y las de sus equipos para poder cumplir con los requisitos fijados en la ley. Esto particularmente es fácil para quienes han dirigido programas sociales, o bien han tenido actividad partidista, donde la credencial de elector es requerida con frecuencia. La mayoría de los aspirantes tienen esto en su trayectoria.
La dificultad de encontrar probidad en los políticos, en los policías, en las mesas directivas escolares, en los cadeneros de los antros, en los médicos, los policías, los profesores y cualquier gremio o grupo humano en general, han hecho algunos suponer que nuestro problema es cultural, que los mexicanos tenemos arraigado el virus de la corrupción y tendrían que pasar muchos años, quizá cientos, para que podamos terminar con eso.
Tal vez algo de cierto haya en ello, pero también es verdad que no hay nada más caro que ser honesto en este país. Los ejemplos se cuentan por miles, por millones quizá. Desde el periodista que no calla cuando su directivo negocia, hasta aquel médico que sostuvo hasta el último momento la violación tumultuaria que había sufrido Ernestina Ascencio a manos de militares, lo que le valió el despido y exilio.
La solución entonces dicen algunos, está en “uno mismo”. Y es posible que tengan razón, pero no si esta frase se asume con la frivolidad que exime de todo acto político al ciudadano común porque supone que le basta con no pasarse los altos, tirar la basura en su lugar, adoptar perros de la calle cuando pueda, y donar a la Cruz Roja.
Todo eso está bien, pero asumir verdaderamente que la solución está en “uno mismo” tendría que pasar por mantenernos informados, por tener claro cómo votó mi diputado o diputada en los temas que me preocupan y me atañen, llamarle y exigirle que lo haga de acuerdo a lo que considero mejor, cobrarle la factura en la próxima elección si es que me desobedece; tener claro en qué se usa el erario, participar en los asuntos públicos y un largo etcétera que parecemos poco interesados en cumplir.
La situación no podrá ser muy distinta de seguir así, no habrá redentor que nos baste para cambiarla si no se empieza, como se dice en el cliché “porque cada uno haga lo que nos corresponde”.

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