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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Pues, sí: son los 300, pero no aquellos luchadores griegos que defendieron con sus vidas, ¿el paso de las Termopilas? Su heroísmo fue para impedir una invasión. Desde que existe la sociedad, de que sacrificios hay, los hay y con cualquier motivo o pretexto, te puede exigir llegar a aquel extremo, heroísmo. Con todo, las últimas 300 colaboraciones para La Jornada, han sido escritas, cada vez, sin otra pretensión que agradecer la hospitalidad de La Jornada, Zacatecas, cumpliendo con el libre compromiso contraído de escribir ochocientas palabras, cada semana, como juego, pues. No sólo, la responsabilidad, sino la libertad, han sido y son el motivo para ofrecer a los lectores una escritura que no se resiste, sino reclama ser leída con rigor, antes de llegar al lector. Rigor que uno se impone para su beneficio y desde el ángulo que sea, con la pretensión, modesta y sencilla, de poder ayudar al conocimiento y reflexión de algo tan invaluable como es LO PÚBLICO. Y público es el mercado, ostensiblemente, frío, calculador y hasta agresivo, que hasta el Estado mismo llega a tener problemas para, de alguna forma, modular su voracidad por la ganancia, a la que siempre se quisiera incrementar hasta lo máximo posible, dentro de las regulaciones que para ello existen y evitar que no todo se convierta en Mercancía. Hasta los Derechos Humanos hoy se implantan con más consistencia para evitar abusos mayores sobre millones y millones de mexicanos con escasos recursos o muy escasos recursos para navegar en el universo de las mercancías, que veces convierten en infiernos sus vidas y todo por poner como supremo “cielo” de ellas, las mercancías, al reino de la ganancia; con los seres humanos incluidos en ellas, como tales.

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A la ganancia, siempre se le busca incrementar, hasta lo máximo, según sea la mercancía con que se trafica o lucra; incluidas, entre ellas, desde luego, las más preciosas de todas: las vidas humanas. Pero esas vidas, desde la propia, la de cada quien, no son sólo humanas ni tampoco son tan propias de cada uno, por ser también culturales y con ello se convierten también en vidas de las instituciones, pobladas por humanos y este no es el problema, sino las condiciones hasta infinitas y necesarias para poder vivirlas y disfrutarlas, sin dañar, provocar u ofender, a los demás, sino todo lo contrario. Como ciudadanos, contenidos todos en algo muy amplio, llamado Estado y más amplio Nación, República, Mundo, con sus matices, inclusivos, de lo local, a lo municipal, estatal y Nacional, tal vez, por ello, las mediaciones existentes y construidas para integrar, México, el Estado Mexicano, se llaman Estados y todo eso consta y se construye con base primero en luchas, luego generando reglas tan amplias, como la Constitución de la República, que deviene en construcciones particulares y concretas, a las que se pretende sean democráticas y se les llama Estados: Zacatecas y sus vecinos, colindantes Aguascalientes, San Luis, Jalisco, Durango, Coahuila, etc. El problema de los Estados no es otro que existir y su originaria existencia es política, en recuerdo de la Polis y de que la Polis está para cuidar se viva: humana, social, económica y culturalmente: bien o lo mejor que se pueda. Por eso la autoridad de la Polis no es intemporal sino constitucional el orden al que debe institucionalmente ajustarse aunque hay ajustes que no necesitan la participación de todos para ratificarla día a día, sobre todo si a eso constituido se llama democracia; una que opera mediante períodos, antes acordes al contentillo de los triunfadores en las luchas y hoy acordes a lo finalmente establecido: la Constitución, tanto la de México como la de Zacatecas y, por supuesto, las demás Leyes. De modo que: si, en efecto, se cumple como ciudadanos y se lleva una vida cívica y política, no a toda prueba, sino siquiera justa, la televisión no hará trizas, ni la inteligencia ni los bolsillos de la gente. Aunque a la gente, por su cotidianidad, no se le cuelgue una medallita por ser un buen ciudadano, ordinario, ordenado y nunca exento de inquietud por mejorar en el sentido y la manera en que pueda hacerlo sin fastidiar para, en colaboración con los demás, generar una cultura que impida la explotación holística pues mientras el capitalismo tenga aliento, su forma de vida es sumar cada vez más plusvalía, a costa de lo que sea.

Con todo, comercios, industria y bancos hoy tienen un orden que cumplir y para lidiar con eso existen las escuelas, institutos y universidades que ofrecen a la gente, oportunidades para aprender a desplegar más y mejor su pensamiento y demás facultades que les permitan construirse mejor a sí mismos mediante una educación diversa y tan concreta como la exigida en el momento actual. ¿Con qué lo marcamos, con sentido de futuro, de invención e innovación? Vaya tarea para el año que comienza.

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