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viernes, 19 abril, 2024
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Soportar sin protestar

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

■ Alba de papel

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A un año tres meses de gobierno, la política cultural en Zacatecas,  a punto de cerrar 2017, concluye sin notoriedad alguna con respecto a la administración que le antecedió, bajo el lastre de carencias tales como   falta de liderazgo, empatía, equidad, sensibilidad y respeto por los proyectos ajenos y el no reconocimiento a la experiencia de promotores singulares que se han labrado un lugar en su historia.

Muchas actividades de programas fijos, sostenidos con apoyos de la federación, sin promoción adecuada y un enorme descuido de los fines de semana para el turismo y la familia, donde hay en la Capital una extraordinaria arquitectura, literalmente muerta,  sin animación alguna, y sólo se mantiene como escenario mayor, la Plazuela Goitia, espoleada  por los payasos que con urgencia requieren de  apoyo para refinar su espectáculo.

Prevalece asimismo,  el desencanto por los pueblos mágicos que  ganaron tal denominación por sus propios atributos y hoy se ahogan en la inercia por falta de un programa permanente de difusión cultural que los distinga excepcionalmente, no hay materiales informativos y tanto la capital como sus municipios turísticos siguen muy lejos de un turismo cultural sustentable, lo que evidencia, desarticulación y culto de egos que en nada ayudan y sí obstaculizan mucho.

Presentaciones artísticas, exposiciones, festivales, charlas, estímulos y acciones especiales forman el trayecto habitual del ejercicio anual y la pregunta esencial del quehacer de la cultura, surgen preguntas como flechas: ¿En el contexto actual que vive el Estado, cuál el lugar que ocupa la creatividad como dimensión fundamental de la cultura ante el binomio turismo – economía -?… ¿Qué credibilidad y atención se otorga a los artistas, promotores y emprendedores en general que sólo tienen su expediente personal y no son apadrinados por el poder en turno?…¿Cuáles son los criterios para decidir apoyar o no, una iniciativa ciudadana?..

Bien se sabe de muchos esfuerzos  en varios ´puntos del territorio zacatecano, pero con neutralidad, cuál es la visión de quienes hoy ejercen el poder y determinan el rumbo de la política pública?… En varios momentos y escenas de la cotidianidad social, cultural y política, hay mucha perplejidad al escuchar y leer reflexiones de sus nuevos paladines, que sin formación ni perfil alguno que los autorice, tan sólo tienen el mérito de haber sido ungidos por el poder supremo y nadie los cuestiona, porque la burocracia está acostumbrada a servir y también porque  adolecemos en profundidad de un periodismo cultural combativo.

Los promotores culturales merecen respeto y ser escuchados, por lo que  hay que luchar contra la verticalidad del poder, y el organismo mayor de la cultura en la Entidad que es el Instituto Zacatecano de Cultura no debe perder de vista que su función primaria es la de ser un facilitador del proceso cultural que se vive, gestionar y empatar con las personas, pese a la complejidad de la naturaleza humana con las que tiene que trabajar.

Una gran actividad sin duda – aunque por el clima quizá no fue el lugar más idóneo- fue la Fiesta del Libro y la Palabra que del 29 de noviembre al 6 de diciembre se realizó en la Nave del Museo Rafael Coronel, sin embargo, muchos se preguntaron si suplía al Festival Internacional de Narración Oral impulsado fervientemente por María Eugenia Márquez o si hubo desencuentros por la idea, por el proyecto, por los honorarios de su fundadora. No se sabe.

Habida cuenta de que son datos ciertos, muchos especialistas que vienen de fuera contratados,  sus honorarios varían entre 30, 50 o 60 mil pesos por mes. Los que son de Zacatecas, no son merecedores de tal incentivo?… Quizá también se encuentran en una situación similar los grupos y artistas independientes que son tratados con rigurosidad y con pagos bajo la modalidad de compensación.

Hay divergencia en esta cuestión y con seguridad, cada parte defenderá su propia versión sobre las decisiones, apoyos y reconocimientos que se otorgan, empero el tiempo en su contexto, irá perfilando la verdad en torno a la relación del poder con sus artistas, promotores y la sociedad civil.

El punto de partida continuará siendo inamovible: sólo la cultura puede dar al progreso, una razón de ser y de existir, y de que el papel del promotor cultural adquiere una gran importancia, tanto por su identificación con la sociedad, como por su búsqueda de una verdadera transformación espiritual para ella.

Dentro del tráfago violento del tiempo que se vive, la manipulación  del capitalismo corporativo y la cultura de masas que con conveniente simulación definen la vida social, el promotor cultural emerge como un nuevo quijote  que jamás deberá abandonar su derecho a soñar.

La utopía forma parte de su estamento y su labor creativa deberá  encaminarse a una mayéutica, que en el devenir le permita siempre indagar y proponer con una identidad positiva, creíble y fiel a sus principios, que su compromiso con la cultura, es irrenunciable, que su labor trascenderá  intereses, grupos y partidos políticos en el poder.

El promotor cultural  tiene una profunda conexión con la cultura popular, quizá porque en su origen representa la espiritualidad de los pueblos, la que define lo propio, y es a través de esta profunda asimilación, que se percata también de la otredad, aquello  que no le es propio, pero cuya oposición,  le confirma, no sólo su lugar, sino que, le confiere juicio sobre  las decisiones que bajo consenso, deberá tomar.

Para ser promotor o promotora cultural, es requisito insoslayable que la persona conozca su cultura, sus artistas, su gente, sus valores y que tenga  confianza en todos ellos – sin considerar los reveses naturales de la condición humana-, que evite tanto como sea posible, la descalificación y se aplique con renovado entusiasmo, a buscar nuevas posibilidades de preservación y desarrollo cultural de la comunidad a la que sirve, por supuesto, deberá formarse, no porque requiera un título, sino porque debe saber y dominar el tema.

La palabra servir adquiere un sentido  irrenunciable en su  misión, nunca protagónica, sino por el contrario, modesta y afable. Su labor deberá ser total, porque lo suyo es buscar la trascendencia, buscar que las cosas cambien, agitar conciencias y hacer valer la utopía.

La estructura social está en constante cambio y con graves fragmentaciones, por lo que el sector cultural deberá especializarse y  alejarse de la subjetividad ignorante de lo que puede ser  “bonito”, para ponerse al servicio de una nueva cruzada que invierta en calidad para Zacatecas y para México.

Con reconocimiento  a los promotores de viejo cuño y a los nuevos que cargan su valija de sueños. Ánimo y fortaleza para todos. ■

 

 

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