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miércoles, 24 abril, 2024
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El valor de las redes sociales

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Por: Marco Vinicio Flores Guerrero •

Sobran razones a quienes exhortan a que la violencia criminal que azota a México no se convierta en algo “normal” en la vida cotidiana. Petición justa ante la oleada de asesinatos que convirtieron a 2017 en el peor año en cuanto a homicidios dolosos.

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Ciertamente, y es algo que padecemos palpablemente en Zacatecas, la aceptación de los asesinatos diarios llegó al punto de que ahora apenas causan indignación y otros sentimientos cuando son numerosos o con excesiva saña.

Parece que la violencia extrema ya es parte de nuestra “normal” cotidianidad. Mas, ¿desde cuándo comenzamos a ver el uso de armas y el asesinato como parte de la vida diaria?

La violencia, derivada de variados factores sociales y económicos no comenzó hace 10 años, sino desde hace decenios. Los juegos infantiles, como se sabe, son generadores de conductas buenas o malas que si son persistentes producen estereotipos.

La psicología explica que si en manos infantiles ponemos armas de juguete, propiciaremos a mayor edad el uso de armas verdaderas. Antiguamente los juguetes preferidos por los niños y alentados por sus padres eran las pistolas y rifles “vaqueros” que al oprimir el gatillo sonaban clic-clac, o prendían fulminantes, chinampinas o petardos que, gotitas de pólvora y fósforo, simulaban la detonación de balas verdaderas.

Con el tiempo los juegos de “indios contra vaqueros” perdieron atractivo y se pusieron de moda pistolas escuadras o revólveres y ametralladoras que al pasar los años fueron cada vez más sofisticadas y copias de armas verdaderas. Los niños dejaron de jugar a “indios contra vaqueros” y se convirtieron en “policías y ladrones” o en “buenos y malos”. Hoy hay quienes juegan a ser sicarios de uno u otro cártel.

Fue así como desde la infancia muchas generaciones vieron la violencia como parte de un juego que después, inconscientemente a veces, adoptaron como forma de vida y la violencia se normalizó.

Muchos de los actuales sicarios, la mayoría jóvenes, tuvieron una infancia semejante a las descritas, pero además con la violencia transmitida en miles de horas de series de televisión en las que los asesinatos entre “buenos y malos” se sucedían uno tras otro. Una extrema y colosal violencia llegó con los súper héroes y las armas de destrucción se hicieron masivas y hasta galácticas.

Maldad al máximo, devastación y mortandad ilimitada en la televisión o en videojuegos. ¿Qué podría esperarse de las muchas generaciones inoculadas en distintas formas con el germen de la violencia?

Todos, de algún modo y en algún grado somos responsables de la actual violencia criminal, ya porque la propiciamos, la omitimos o fuimos indiferentes.

Pero si debemos admitirnos culpables de la violencia, también debemos hacernos corresponsables de contrarrestarla.

Es inválida la excusa de que los homicidios solo “se dan entre ellos”, los cárteles del narcotráfico o de otras mafias, porque junto también mueren inocentes, niños, jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres, policías y soldados o marinos.

Por esto no debería extrañar que junto con ese criminal desenfreno en años recientes hayan aumentado en México los feminicidios hasta llegar a niveles que exigen acciones urgentes para detenerlos.

A través de las redes sociales sabemos de casos de desapariciones de mujeres jóvenes a pocas horas de sus aparentes desapariciones: no llegaron a la escuela, no regresaron a casa. Otras fueron a la tienda de la esquina, pasado el tiempo pertinente se les buscó y no aparecieron.

Algunos casos se subieron a las redes sociales y en poco tiempo fueron encontradas vivas. Otras veces pasaron horas y días que confirmaron la desaparición. Incluso en estos casos las intervenciones masivas en las redes sociales tuvieron buen resultado al ser encontradas vivas bajo diversas circunstancias, aunque otras lamentablemente fueron asesinadas.

A pesar de que a veces no han salvado vidas, las redes sociales son útiles porque obligan a las corporaciones policiacas a estar más atentas a situaciones que en otros tiempos habrían sido relegadas. La acción social vía Internet ejerce fuerte presión sobre las autoridades.

La solidaridad expresada en las redes es poderosa, se convierte en una herramienta que puede ser aprovechada por la sociedad para protegerse o para exigir eficiencia y honestidad a los gobiernos.

Cada dispositivo electrónico de comunicación, en manos de la niñez, de la juventud o de adultos debe convertirse en instrumento de denuncia, de participación y de interacción con todos los órganos de gobierno.

Las redes sociales son tan de la sociedad como de la administración pública. Que sean eficaz medio de interlocución. Hagámoslas valer.

 

*Titular de la Coordinación Estatal de Planeación

 

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