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viernes, 19 abril, 2024
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Mujer indígena afirma que “casi no” ha sentido que se le dé un trato desigual

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Por: ALMA RÍOS •

  • Olivia Navarrete se dedica a la venta de artesanías; la gente en la ciudad la trata bien, dice

Luego de recibir varias negativas para contestar una entrevista con mujeres wixáricas, Olivia Navarrete de la Cruz aceptó platicar, advirtiendo antes que habla poco el español. La mujer de 27 años vive desde hace casi un año en la ciudad de Zacatecas a donde llegó para trabajar y vender artesanías, tiene un puesto de ellas junto con otros miembros de su familia en un callejón del Centro Histórico de la ciudad.

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Estas actividades las comparte por temporadas con la siembra de maíz y frijol en una zona serrana de Jesús María del Nayar, localidad perteneciente a Tepic, Nayarit, de donde es originaria.

Para hacer este trabajo, comenta, no cuentan con tractor; antes lo hacían con animales pero ahora  con “una pichueca”, abren la tierra con un palo y echan en el hueco la semilla que cargan en un morral.

“Todos trabajamos juntos”, habla del trabajo de hombres y mujeres. Ambos se esfuerzan por igual en las labores del campo pero ellos son “más importantes” en la comunidad, y dice, que sí se dan casos de maltrato de ellos hacia ellas, aunque no son bien vistos.

Olivia asistió a la escuela hasta el tercer grado de primaria; hubiera querido graduarse como licenciada, doctora o secretaria; le gustaba estudiar pero su inserción en el sistema escolar fue motivo de discusión siempre entre sus padres.

“Sí porque mi papá no estuvo de acuerdo que yo estuviera en la escuela, fue mi mamá quien nos llevó (…) entonces mi mamá y mi papá discutían, ‘que si ¿tú tienes dinero?, tú lo llevaste a la escuela yo no voy a cooperar, yo no voy a comprar los materiales’…así le decía. Entonces a mí no me gustó, por eso me salí”.

El padre de Olivia Navarrete argumentaba que ella no terminaría y que dejaría los estudios por casarse, “y yo voy a gastar mi dinero, por eso yo no quiero que estudies, decía mi papá”.

Ella es la mayor de cuatro hermanos, el que le sigue si terminó la educación primaria, los otros dos, un varón y una mujer, no asistieron ni parcialmente.

La escuela-albergue donde Olivia estudió estaba a 10 horas de distancia caminando desde su casa, un trayecto que realizaba de ida y vuelta cada fin de semana.

Luego de ser advertida por su padre de que ya no le pagaría los estudios “me puse bien triste (…) pero mi papá me dijo que no me iba a comprar mis huaraches, mis trajes ni nada, entonces salí a trabajar en el campo dos o tres meses…ya cuando regresé ya no me aceptaron en la escuela, me dieron de baja. Desde ahí ya no vuelvo a estudiar más”

Olivia Navarrete de la Cruz tuvo su primer hijo a los 17 años. En este momento su descendencia suma otro niño de ocho, y dos niñas de cinco y cuatro años de edad, respectivamente.

El hijo mayor pudo ir dos años a la escuela en Nayarit, pero no acude actualmente, sino que conjuntamente con el varón que le sigue, ayudan a la familia a hacer pulseras y otras artesanías de chaquira, “las dos niñas están chiquitas no pueden hacer nada”.

Para que ella pueda atender el puesto acompañada de sus dos hijos, su cuñada y su esposo se quedan en la casa que rentan con las dos niñas, cuando él viene a relevarla, ella se encarga de ellas.

Dice que la primera vez le fue muy difícil hacer artesanías, pero menciona varias veces en la entrevista sus expectativas de “salir adelante” por esta vía.

“Antes trabajaba en el campo por la sierra, sembraba maíz y frijol con eso alimentábamos a nuestra familia”.

Olivia dice que la gente que les compra en Zacatecas los trata bien “vienen, nos felicitan y nos dicen que nosotros hacemos un trabajo bien bonito, así nos dicen”.

Dijo que “casi no” han sentido que se les dé un trato desigual en comparación con la población mestiza en algún lugar público o comercio, y remata acerca del tema que “todo está bien”.

Su niño mayor habla “un poquito el español”, lo entiende de tal forma que puede ir a comprar a la tienda y contar correctamente el dinero.

“Ojalá que nos vaya bien y podamos construir una casa, nosotros estamos pensando que ya cuando pase la inscripción queremos… vamos a entregar los niños a la escuela aquí para que estudien, para que puedan hablar en español porque los niños de Nayarit por allá de nuestra raza no pueden hablar en español y luego cuando van a comprar a una tienda no les dan su cambio, no pueden comprar porque no saben”.

Los planes de esta familia wixárica incluyen la educación de los dos hijos varones pero no de las niñas, “él –su esposo- quiere ayudar nada más los niños, así está platicando”.

Para ellas el proyecto familiar incluye sólo la educación primaria, “para que se enseñen a hablar –español- y a escribir, “porque también es muy difícil para apoyar o para mantener los cuatro niños, es muy difícil también, son muchos gastos aquí en la ciudad”.

Las amigas de Olivia que fueron sus compañeras cuando estudiaba, una que logró terminar la preparatoria, otra la universidad, aún la animan a intentarlo.

“Sí así me dicen”.

-¿Y cómo ve esa posibilidad con la vida que tiene ahora?

-“Para mí pienso que ya…sí se puede, pero para mí pienso, pienso que yo ya no voy a estudiar, que ya es muy difícil por los hijos y por los gastos”.

Esta semana la Red de Apoyo al Concejo Indígena de Gobierno (CIG) expuso con motivo de la visita a Zacatecas este jueves 7 de diciembre de María de Jesús Patricio Martínez “Marichuy”, su vocera y precandidata, que el que su nombre aparezca en las boletas electorales para el proceso de este 2018, “extraña que por primera vez en la historia de México una mujer indígena contienda por la Presidencia de la República, una mujer que simboliza enfrentar y enarbolar una lucha en contra de la discriminación de género, racial y de pobreza que ha arrastrado y que sigue agobiando al país”.

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