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viernes, 19 abril, 2024
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Eso que está ahí enfrente

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En vocero habla en nombre de otra persona o de un grupo, no es representante de sus propios intereses sino de los de alguien más. Por eso denominar “vocera” a María de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy, parece muy conveniente porque ella, en su recorrido por el país buscando las firmas necesarias para lograr una candidatura independiente a la presidencia de la República en 2018, quiere hablar por los mexicanos todos; o por la mayoría. ¿Cómo pretende aglutinar tan variopintos intereses sin que emerjan las disputas por la identidad o las vindicaciones de grupo? Lo intentará poniendo de relieve el tema ecológico y de manera subordinada el asunto del persistente malestar que tienen muchos mexicanos contra un Estado que los ha dejado a la deriva. En los tiempos que corren la modernización de la sociedad está definida por el conjunto de ideas llamadas, bien o mal, “neoliberalismo”, cuyo núcleo ideológico consiste en la reducción del Estado. Lo que significa que el Estado abandona sus responsabilidades sociales para dedicarse a la construcción del mercado, i.e. la transformación en mercancía de todo, desde vientos y ríos hasta ideas y cuerpos. Las manifestaciones de esa transformación en la sociedad son diversas y contradictorias. Los pueblos originarios la viven cuando el Estado concesiona a los capitales trasnacionales sus tierras, los habitantes de las ciudades cuando desaparecen los apoyos proporcionados por el Estado a los grupos más vulnerables. Un momento de reflexión muestra que ambas situaciones están relacionadas. La migración hacia las ciudades provocada por los despojos territoriales implicará crecimiento urbano, lo que incrementará el potencial de conflictos relacionados a la vivienda, el suministro de agua, los empleos, la educación, el transporte y la contaminación. Todo esto continuará el proceso de calentamiento global en curso, alterándose de forma drástica la civilización humana. Entonces declararse anticapitalista es estar a favor de la preservación del planeta mediante cambios radicales en el modo de producción, por decirlo de una manera ambigua. Si el capitalismo como modo de producción lleva a un destino fatal e inevitable ha menester oponerse a él de frente. Pero nadie puede solo en esa empresa porque el capitalismo es un sistema que habita en todas las regiones del mundo, por lo que quizá en las condiciones actuales su defenestración sea imposible, eso no significa que no haya de fenecer. El realismo político prevalece, sin embargo, y podemos que el camino hacia la candidatura de Marichuy es arduo porque se requieren firmas, y después se necesitarán votos. La política mexicana no genera ideologías sino clientes, ganar requiere dinero no ideas, así que, aunque se logre la candidatura independiente, la victoria en el proceso electoral es muy improbable. Pero, si del periplo de Marichuy resulta que los mexicanos en cada lugar de la República aprenden a organizarse para presionar por sus demandas se habrá logrado lo que los partidos hace mucho olvidaron: la construcción de una ciudadanía participativa y propositiva en la vida pública. Los ciudadanos deben aprender a realizar sus demandas sin la mediación de líderes o partidos, tal es el mensaje: “Las soluciones las hace el pueblo, no los líderes, no los partidistas”. Lo de menos, entonces, son los votos, el punto central es la organización. Al respecto los zapatistas que apoyan a Marichuy, tienen una visión muy otra del proceso social que vivimos, diferente a la de cualquier partido. Sostienen que el capitalismo es una guerra que se libra en todos los frentes, por lo que no existe como enemigo único sino como una “hidra”, o, en mejor metáfora, un rizoma cuyo complejo crecimiento invade todos los intersticios sociales. Debido a esa profunda y variada penetración es que no puede ser combatido desde una visión centralizada, es necesario que sus manifestaciones sean enfrentadas en cada espacio. Conquistar el poder del Estado es no comprender la realidad social que nos tiene atrapados. No hay promesas, excepto la de que la acción humana organizada es la base de la historia, aunque el resultado sea contingente. Creer que con votar se logra cambiar el mundo es la fórmula para desmovilizar al ciudadano y dejarle el trabajo a los partidos y políticos profesionales, lo interesante de la propuesta que encabeza Marichuy radica en la insistencia de que los partidos son irrelevantes porque constituyen medios de control de la población, ningún otro partido enarbolaría esto porque implica su suicidio. Nos gustaría concluir con una especulación inspirada en lo anterior y con una súplica. La especulación es como sigue. Antes de que Giorgio Agamben cambiara el sentido del término, la palabra “biopolítica” refería, según su introductor Michel Foucault, a los medios desarrollados por el gobierno para controlar la vida de la población de acuerdo con los lineamientos del mercado; hoy los partidos son parte de los dispositivos biopolíticos porque controlan el voto de la población y con ello la forma de vida a la que puede aspirar. Seguir creyendo en ellos es poner un límite a nuestros sueños, y bien se sabe que no caben en las urnas. La súplica es que sea la fuerza utópica de “eso que aún no es, pero está en ciernes” (Ernst Bloch), lo que nos guie a apoyar a Marichuy.

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