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lunes, 18 marzo, 2024
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Huella que queda del anarquismo es más bien nominal y mitológica: Diego Flores Magón Bustamante

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Por: ALMA RÍOS •

LAS REVOLUCIONES MEXICANAS / ANARQUISMO

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  • Opina dicha corriente es la última reserva del socialismo, “es la última reserva de utopía”

  • Diego Flores Magón Bustamante, cabeza del proyecto cultural, archivo-museo-imprenta, “Casa de El Hijo del Ahuizote”  Foto: Alma Ríos

A 100 años de la Constitución de 1917, producto de una Revolución que se conmemoró, más que celebrarse el pasado 20 de noviembre, “la huella que queda –del anarquismo- es más bien nominal y mitológica. Es una serie de rituales sin sustancia que siguen brindando una tenue legitimidad a gobiernos actuales, absolutamente contrarios a las ideas radicales que se conquistaron parcial, pero heroicamente después de Revolución”, dijo contundente, Diego Flores Magón Bustamante.

La cabeza del proyecto cultural, archivo-museo-imprenta, “Casa de El Hijo del Ahuizote” (Colombia número 42, Centro Histórico de la Ciudad de México), reiteró que la huella del anarquismo ha sido “borrada de las instituciones”, a la par “profundamente corrompidas hasta colocarlas al borde de abismo” en términos de su pérdida radical de legitimidad, pues ya no sirven a la representación del interés público, sino al de corporaciones privadas, entre las que integra sin dudarlo, “a los propios partidos políticos”, y por supuesto, a las oligarquías empresariales “rapaces de lo público”.
Se ha perdido también, expuso el bisnieto de Enrique Flores Magón, precisamente “la centralidad de la definición de un bien público defendido por el Estado”, pues este ha sido secuestrado por intereses contrarios. “Eso está fuera de toda duda”.
Lo ostensible es una clase política enteramente coludida entre sí para salvaguardar sus propios intereses a costa de la legalidad cultivando una esfera de impunidad extrema, agregó.

“Tenemos un Presidente que es un delincuente demostrado en más de un expediente judicial, y bueno, pues una colusión de clases políticas antipatrióticas” para mantenerse en esa esfera impune.
Más que huellas del anarquismo entonces, lo que existen son “ecos” que pueden escucharse de aquella voz radical.
“Hay un montón de movimientos de carácter autonómico, de defensas del territorio, de movimientos indígenas, de movimientos que tienen inspiraciones en conceptos de la comunalidad y entendimientos no capitalistas de la propiedad”.
Movimientos lo bastante “difusos y difundidos” como para afirmar “que hay un eco fuerte de aquel reclamo de carácter radical. Yo siento que hay ecos de una voz inextinguible. Y esa voz inextinguible es la de Ricardo, una voz que se expresa poéticamente y para la que la palabra es el arma fundamental. Y eso es una cosa absolutamente extraordinaria”.

  • “Sigue bajando”, en El Hijo del Ahuizote, 8 de Julio de 1900

 

El Discurso, arma poético-revolucionaria
La diferencia entre Ricardo Flores Magón y los revolucionarios anarquistas del Partido Liberal Mexicano (PLM) frente a otras facciones o corrientes de Revolución, fue que la mayoría de las últimas eran pragmáticas, se definían y dirimían por la fuerza.
Aunque el PLM fue actuante en diversos escenarios bélicos, puntualizó, es importante “distinguir la centralidad de la palabra y el discurso poético-revolucionario como arma de propaganda y de difusión ideológica”.
“Y esa es una voz que ahí sigue, ahí sigue; uno le raspa un poco de patina a ese discurso groseramente manipulado por el Estado, y resuena nuevamente un vigor que a nosotros nos ayuda. Quiero decir a nosotros, a ti y a mí. A nosotros que padecemos el oprobio de un gobierno despótico y opresor”.

“Hay que volver a nombrar tiranía a la tiranía, y volver a pensar en la libertad como un trabajo por hacer, como un resultado de luchas y de resistencias. No como algo conquistado de manera definitiva, siempre ha de redefinirse, siempre tendremos que volver a luchar por los márgenes de nuestra libertad”.
“Siempre estaremos en riesgo de volver a ser traicionados, sometidos, oprimidos por poderes que velan por su propio interés; un interés antisocial”, advirtió.

El periodismo de Regeneración
El Partido Liberal Mexicano con su órgano periodístico, Regeneración, fue el gran propagandista de la Revolución en México desde 1905-1906. Eso es importante, dijo, cuando se mira la gama de publicaciones que había en esos años.
“Es evidente que hay una voz muy radical y muy agresiva discursivamente, que es la de Regeneración”, desde la que se promovía la revolución de manera directa.
Es además una voz que pasó de una propaganda que abordaba un programa político más o menos moderado o liberal, “que ya podía ser revolucionario para cómo había evolucionado la dictadura de Porfirio Díaz, a volverse un discurso claramente radical en lo social, declaradamente, a partir de 1908 o 1909, y fundamentalmente en 1911, que es cuando se declara a sí mismo públicamente, como un movimiento anarquista”.
Son etapas muy distintas, como lo fue el México de 1906 o el de 1911. Una u otra cosa “calan” de manera particular.
Por ejemplo, “en 1908 el discurso revolucionario permeó en grupos mucho más heterogéneos en lo ideológico posiblemente, y en el 1911 con otros declaradamente anarquistas. Y esa es otra huella también muy poco estudiada”.
Hubo muchos grupos anarquistas en México. 1923-1924 fueron años de esplendor del movimiento anarquista en el país, “y está allí otra de las marcas perdurables y profundas del PLM que habría que estudiar a fondo”.
Una es la propaganda revolucionaria de carácter político y otra la ideológica “específicamente anarquista”.
“Se dice, yo creo, con bastante acierto, que la propaganda de carácter liberal republicana de 1906 claramente influye en las diversas facciones de la Revolución, y se puede identificar en el texto constitucional del 17”.

En su periodo moderado, más bien liberal, el PLM es quien introdujo “de manera articulada y explicita” los problemas de las relaciones obrero-patronales, la concentración del capital, la educación pública y las condiciones de los trabajadores.
“Todas esas cosas son revolucionarias en términos del discurso declarado de parte de organizaciones políticas formales en el México de 1906. Y eso indudablemente tiene un peso tremendo”.
Son entonces distintos momentos que generan distintos documentos, uno de ellos, del que hay que escuchar y “rastrear su huella de otra manera”, sería el Manifiesto de 1911, “que ya es abiertamente anarquista”. A partir del que claramente empieza “un apostolado de estas ideas radicales, que cala de otras formas”.
Se dice también que el PLM perdió influencia política después de 1910, en el proceso de la Revolución Mexicana, pero su prédica anarquista después del 11 influyó de muchas otras formas culturales, “que no son nada desdeñables”, sostuvo.
“Hay muchos grupos, muchas publicaciones que son herederas del anarquismo promovido por el Partido Liberal Mexicano”.

Vigencia del discurso magonista-anarquista
El discurso magonista-anarquista sigue vigente porque las soluciones a las que aspiraba no llegaron nunca con la Revolución, incluso a nivel mundial se habló del “fin de la historia” a la caída del Muro de Berlín, y del triunfo en ésta del capitalismo (El fin de la historia y el último hombre, Francis Fukujama).
“Es ridículo. Él mismo ya sé desdijo de esa idiotez, necesariamente”.
El fin de la historia no fue tal. El capitalismo, cada es cada vez más violento y no dio las soluciones que ofrecía de manera seductora.
“Claro, la ilusión absurda del liberalismo ingenuo de una sociedad próspera bajo una hegemonía del mercado…desde luego que no, desde luego que no”.
“Ahora ¿la solución es anarquista? Pues quién sabe, tal vez no. Yo personalmente lo dudo (ríe)”.
Diego Flores Magón dijo inscribirse en una tradición “más prosaicamente social”, propuso que hace falta reconquistar al Estado y utilizarlo “para impartir cierta equidad, por ahora”.
“Quién sabe después, también hay desarrollos prometedores en términos de tecnologías que de alguna manera van casando con ciertas ilusiones del anarquismo”.
En concordancia con la opinión reciente de una anarquista española, observó que no debe olvidarse “que el anarquismo es la última reserva del socialismo, y no sólo eso, es la última reserva de utopía, de alguna manera” luego que, tanto el socialismo como la socialdemocracia fracasaron, “sin embargo…nos queda el anarquismo”.
Esto no quiere decir que necesariamente derivará en un programa, “porque tal vez no es claramente programático y esa es una de sus virtudes. Pero sí hay ciertas ilusiones, ciertos anhelos y formas de vida, de organización del repertorio anarquista, que desde luego siempre hay que recordarnos”.
Habló entre ellos, “de una aspiración de autonomía, de descentralización, de no ser representados, y mal representados –subrayó-, por instituciones alienantes. De la repulsa colérica, visceral, a cualquier clase de alienación; -y por el contrario- de una política de la inmediatez, de la presencia, de la escala…una política de la felicidad”.
Los anarquistas conformaban la única corriente política de la Revolución Mexicana que gritaba: “¡Viva la felicidad! Había una voluntad de identificar al trabajo con la libertad y por lo tanto con el juego. Bueno hay allí un repertorio maravilloso y emocionante de ideas y de conceptos que hay que integrar a las prácticas”.
Otra vez marcando diferencias respecto de otras corrientes de pensamiento como el materialismo histórico o “las ilusiones tipo Fukujama”, dijo que el anarquismo no tiene una expectativa apocalíptica.
“Los anarquistas decían: en el momento en que nos organizamos en sociedades de ayuda mutua, en la medida en instauramos relaciones de equidad a partir de acuerdos mutuos, estamos instaurando el anarquismo”.
No hay pues ni visiones apocalípticas ni encuadres rígidos sino un énfasis en ciertas prácticas, “y la práctica es lo que hacemos todos los días”, acotó.

Diego Flores Magón coincidió otra vez, en que efectivamente hay en el anarquismo una reserva “de conceptos, de ilusiones, de modelos, de formas, de paradigmas, inagotable igualmente, y que no han sido corrompidos o mancillados por el Estado y sus horrores totalitarios de derecha o de izquierda, ni mucho menos por la muy insatisfactoria y pesimista serie de convicciones del liberalismo republicano”.
Fuera de las expectativas apocalíptica de estas visiones, dijo sin dudarlo “que esto va para una crisis catastrófica. Si uno lo piensa desde el punto de vista ecológico por ejemplo, la cosa no va a durar mucho”.
“¿Qué eso significa el agotamiento de las bases legitimadoras del capitalismo? Pues ojalá. Pero lo dudo. Por eso el anarquismo es muy pedagógico también, hay que instaurar ciertas prácticas, socializarlas; educarnos en ciertas prácticas, y ya vendrán quién sabe qué coyunturas en el futuro…pero que se anticipan cataclísmicas”.
La existencia de células anarquistas declaradas, quizá no “voltee la tortilla” del sistema, pero hay otras “sensibilidades, intuiciones que apuntan al anarquismo de manera espontánea sin tener el membrete, sin autoidentificarse de esa manera, pero por muchos lados”; y que apuntan según la definición de otro pensador, a que “el anarquismo no es tanto una ideología como una ontología”.
“Tiene algo que decir acerca del ser”. Es una serie de constataciones y de convicciones acerca de él que cobran sentido y explican “porque hay una parte muy intuitiva”, natural, espontánea, de llegar a ideas que empatan con un anarquismo digamos, sofisticado, formal o autoconsciente, por medio de ciertas prácticas”.

Desde su campo de acción y lucha, propuesto en el resguardo, recopilación y difusión de materiales del Partido Liberal Mexicano, sostiene primero que el archivo es “la única manera de contestar a los enunciados insatisfactorios, manipuladores, parciales, interesados, de la historia y de la historiografía (…) y afortunadamente ahí hay una riqueza exuberante”.
El reto tiene entre sus dificultades, una de carácter geográfico, la que representa un archivo “desperdigado internacionalmente” para irlo centralizando a fin de facilitar su acceso, y por lo tanto, “potenciar el que se escriban y cuenten estas historias; yo siento que esto es un paso fundamental”.
También el de “reencontrarnos con esas voces a pesar y en contra de la historia. Nos estorba la historia”.
Muchas veces, y especialmente en el discurso de Flores Magón y de Práxedis G. Guerrero, “que son de una potencia impresionante, lo histórico funciona como una especie de sordina que les quita la potencia subversiva que les es por otro lado intrínseca”.
“Nuestras luchas con el archivo han sido también por pulir una moneda demasiado manipulada y recuperar un brillo que es deslumbrante, y una utilidad, es decir, una divisa comunicativa muy impresionante que es la del discurso radical del anarquismo mexicano”.
Diego Flores Magón destacó también el quehacer cultural que se desarrolla desde la Casa de El Hijo del Ahuizote, todo, que cruza con las posibilidades de producción impresa que han sido útiles para desempolvar el archivo “y quitarle ese odioso barniz histórico a un discurso que se muere de ganas de volver a resonar. Y que sólo necesita que se le preste un oído fresco fuera de los monumentos y los mausoleos horrorosos del Estado. Es necesario escuchar esto como lo que es: una voz poética”.

El Partido Liberal Mexicano
Es acertado, dijo Diego Flores Magón Bustamante, hablar de revoluciones más que de una sola Revolución Mexicana, monolítica, única, que “no existe como tal” y que se expresó en una serie de procesos con divisiones y conflictos que se empalmaban o divergían en el tiempo, “a veces de manera violenta”.
Este enfoque es un punto de partida importante para repensar el legado del Partido Liberal Mexicano (PLM), organización que a partir de 1906 tuvo como cabeza a Ricardo Flores Magón, y a que propuso como una revolución dentro del proceso heterogéneo y caótico de la propia Revolución Mexicana.
El PLM, sostuvo, “ha sido mal interpretado desde la historia nacional, desde la historia de textos, desde la historia oficial”, que lo ha reducido “a una nota al pie de página dentro de esa ficticia revolución unificada y monolítica”.
Convencionalmente se le describe como su movimiento precursor cuando en realidad se trata de uno simultáneo a otros, interpretación que deja por escribir una historia que va mucho más allá de la “prehistoria del movimiento armado”, que es su contemporánea y lo rebasa.
El PLM fue una fuerza activa dentro de la Revolución Mexicana desde antes de 1910, en 1906, en 1908, pero también en ese año y después de 1911.

Flores Magón Bustamante sostiene que la única manera de repensar al PLM es por medio del archivo que resguarda y busca enriquecer, en tanto que “es un proceso que ha dejado una huella documental muy extendida y compleja”.
Tan desbordante, que han sido poco los estudiosos que han atisbado una mirada panorámica a él. Su marca se divide en los acervos de los viejos militantes del movimiento anarquista, los archivos de la represión y persecución del Estado mexicano, y los que se conservan en los Estados Unidos, “porque desde luego” que el gobierno de aquel país, tanto el federal como otros locales, “de carácter judicial, policiaco, migratorio”, fueron actores en las mismas.
Por eso la tarea de escribir una historia comprensiva del PLM está lejos de ser concluida. Quedan por hacerse muchos trabajos de carácter regional o local, darle seguimiento a su dinámica en el sur de Texas, específicamente en la frontera con Coahuila, que es distinta a la que se expresó en aquella entre Sonora y Arizona, o en el estado de California.
Parte de la complejidad del problema es por un lado, el resultado de una historia oficial insuficiente, y de una huella documental que se reparte binacionalmente “en archivos de la resistencia que son de difícil acceso, frágiles”, y que por tanto se encuentran en proceso de perderse.

Todos esos factores constituyen una barrera a la hora de tratar el tema de manera sencilla, pues también se necesitan grandes recursos institucionales, así como financieros para ir a visitar los archivos “de aquí y de allá”.
Se expresa asimismo como un problema, el radicalismo ideológico del PLM “que lo ha vuelto poco asimilable a las historias nacionales, las historias de la formación del Estado mexicano, de la formación del poder político en México, para las cuales la historia del anarquismo es inexistente, enteramente marginal, una historia desleída, borrada, reprimida, no reconocida, no desarrollada”.
Para recuperarla entonces, hay que trascender “la determinación nacional de las historias o de la historiografía” mexicana que se ha hecho excluyendo procesos y fenómenos que trascienden sus fronteras geográficas.
“Y aquí se trata de una de las primeras modificaciones conceptuales que debe haber, emprenderse estudios transnacionales en lo archivístico”, pero también “pensar en la región fronteriza como una entidad especifica (…) siento que México es un país muy ensimismado y hace falta una perspectiva binacional”.

El anarquismo; su omisión en la historia de México
Otras grandes ausencias en la historiografía mexicana son las historias del anarquismo. Aunque están los estudios de John Mason Hart o Carlos Illades que son muy importantes y abren brechas, “siento que hay que contar muchas historias. Eso no basta”.
“A partir de los archivos que hemos buscado rescatar, digitalizar, me queda claro que hay una huella mucho más extendida y materiales muy valiosos para pensar y plantear a fondo el tema del anarquismo en México en el siglo 20”.
El movimiento tuvo adeptos, organizaciones y luchas muy concretas hasta bien entrada la década de los años 20, y es además una historia contra-institucional, pues el proceso de aquellos gobiernos “iba en el sentido de controlar al movimiento obrero por medio de organizaciones obreras centralizadas y dominadas de manera corrupta por el poder político”.
Diego Flores Magón propone entonces como línea común entre “las revoluciones” del PLM y el anarquismo dentro de la Revolución Mexicana, a “una serie de fenómenos y de actores políticos que se encuentran en los márgenes”.
“En los márgenes de lo nacional, en los márgenes de lo aceptado como parte de la historia nacional, en los márgenes de lo que ha resultado asimilable para un relato acerca de lo nacional desde el punto de vista de su configuración ideológica”; lo que se traduce en “escasez de miradas amplias; luego también hacen falta grandes cabezotas que se ocupen del tema”.
Por un lado hay trabajos de estudiantes sobre perspectivas locales que rescatan y producen materiales muy útiles, que han identificado archivos, establecido temas como por ejemplo, el anarquismo en Chihuahua, en el Estado de México o en Veracruz.
Pero hacen falta “miradas integradoras que nos ayuden a ir puliendo enunciados panorámicos que hagan justicia a un movimiento mucho más complejo, rico y longevo, de lo que suele reconocerse”.

Huella del PLM y el anarquismo en la Constitución del 17
En las instituciones no queda huella de las aportaciones del PLM o el anarquismo, “muy poco si no es que nada”. La Constitución de 1917 fue evidentemente radical en muchos aspectos, pero de misma forma fueron muy conservadores y regresivos los gobiernos de la Revolución después de 1940.
“En adelante lo que se percibe es una retracción de los postulados más agresivos de la Constitución, los que se refieren a la propiedad, por ejemplo”.

La diferencia entre un proyecto socialista y un proyecto liberal republicano, es justamente la cuestión de la propiedad, y la Constitución del 17 fue radical en esos términos, expuso.
Si uno la mira en el contexto global, “es un documento furiosamente radical”, anterior a la Revolución rusa (se proclama en febrero del 17). Y fue un referente para otros documentos que también llevaron marcas radicales, como la Constitución de Weimar.
Sin embargo “hemos visto tanto en la cuestión de la titularidad de lo público sobre lo privado en cuanto a la propiedad, como en la de los derechos laborales, un desmantelamiento del orden institucional conquistado por los elementos más radicales de la Revolución Mexicana”.

 

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