A la crisis de la UAZ le llueve sobre mojado. El emplazamiento puede usarse para presionar al Gobierno Federal y a los legisladores nacionales para aprobar mayores recursos a la institución. El argumento sobre la legitimidad que tiene la universidad para recibir recursos está fuera de toda duda. Y eso, a pesar de las declaraciones de las actuales autoridades en el sentido de que la crisis fue causada por administraciones anteriores y las declaraciones del secretario del Spauaz sobre la existencia de aviadores en las nóminas universitarias; todo lo cual construía una narrativa que apuntaba que la causa de la crisis financiera era interna y, con ello, quedaba exculpado Gobierno Federal de su obligación de garantizar educación a los jóvenes zacatecanos. También el argumento de la corrupción evidenciada en la llamada ‘Estafa Maestra’ reforzaba la versión de ‘la causa interna’; pero se sabe que la corrupción se concentra en la Unidad de Contaduría y Administración (la FCA). Sin embrago, la razón se impuso: con todos sus problemas, la UAZ es una noble institución que también ha destacado académicamente y debe ser rescatada financieramente. Esto ya es claro como el agua.
Pensamos que Rectoría y sindicato irían juntos por la ruta de la exigencia al Gobierno Federal de mayores recursos para la universidad. Lo cual olía a huelga pactada para hacer acciones conjuntas. Sin embargo, no fue así: la Rectoría decidió ir contra la huelga y reforzar la necesidad de recortes de personal. El secretario general de la UAZ declaró que sí sobran plazas de aquellos que no están frente a grupo. Lo cual, encendió los ánimos de los académicos profesionales al sentir inseguridad en el empleo. Con todo ello, observamos el distanciamiento de sindicato y patronal. Y una cosa nueva: el mismo grupo controla la Rectoría y el Comité Ejecutivo del sindicato, y aun así, pierden la propuesta de la prórroga del estallamiento. Ante toda esta falta de control se hace muy difícil prever algún resultado del plebiscito de hoy. También, se observa una desconexión entre los asistentes a las asambleas de la coordinadora de delegados y las bases de profesores. Por lo mismo, la conducta en una no es indicador del comportamiento en los otros. Si la mayoría declara la voluntad de ir a la huelga en el comité, eso no es señal del resultado de la votación, ni siquiera de la participación en el mismo. Así está la fragmentación del sector docente universitario. Si los grupos políticos ya no conducen, ni las autoridades ni los líderes sindicales, ¿Quién conduce? o mejor dicho, ¿cómo se conducen las decisiones? Estamos ante un archipiélago de grupos y colectivos docentes, con razones de lo más variado. La pasividad de una buena parte de la masa trabajadora, por un lado, y otros grupos pequeños hiperactivos, en el otro extremo, hacen imposible saber qué ocurrirá hoy con el resultado de la consulta sobre la huelga. Porque las razones de los múltiples colectivos del archipiélago son casi personales, no políticas. Es posible que un anuncio del gobierno en el sentido de dar certeza a la UAZ en su fin de año, pueda terminar por definir el destino de la votación. Estaremos atentos.
