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miércoles, 17 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Los millones de damnificados por fenómenos naturales, sumados a los millones de víctimas de violencia criminal, aunados a los millones de parias de siempre, con un sound track a cargo de los Tigres del Norte (o algo por el estilo) conforman ya no un panorama desolador sino una de las peores pesadillas planetarias, de la que cotidianamente miles de condenados intentan escapar.

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Las preguntas se atropellan entre sí: ¿Cómo es posible en un país de sismos y ciclones la ocurrencia de los mismos tome siempre desprevenidos a todos?; ¿cómo en un país donde se ejercen gigantescos presupuestos por concepto de seguridad, ocurran tantos asesinatos como en una guerra civil?; ¿cómo en un país donde el gobierno eroga ingentes cantidades para erradicar la pobreza no haga ésta sino crecer?; ¿cómo en un país que gasta cantidades astronómicas en educación y cultura el mayor solaz de las masas resulten puñados de individuos con sobrepeso, que enfundados en grotescos atuendos “vaqueros”, al compás de su propia producción “musical” ejecutan danzas macabras?

Las respuestas que más espontáneamente lucubramos tienen que ver con el deficiente desempeño de las instituciones que, suponemos, atienden las distintas necesidades y problemas sociales; empero al profundizar un poco deja de ser tan sencillo.

Dados el progresivo deterioro de los más y los crecientes privilegios de los menos, ¿no convendría tal vez considerar que la SEP, el IFE, Pemex, el Fonden, la Sedena, el Poder Judicial, las policías, los organismos “independientes”, los “desconcentrados”, etcétera, que reforma tras reforma permanecen inmutables lejos de funcionar tan mal como a nuestra mirada parece funcionan un poco demasiado bien?

Eso explicaría muchas cosas.

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