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viernes, 19 abril, 2024
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Foro de Participación por la Seguridad Humana / Raúl Ernesto Hernández León

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Por: La Jornada Zacatecas •

SEGURIDAD HUMANA

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(LA CONDUCTA ANTISOCIAL, LA PREVENCION DEL DELITO)

ABORDAJE DESDE  LA EPIDEMIOLOGIA DE LA SALUD MENTAL PÚBLICA

RAUL ERNESTO HERNANDEZ LEON

DOCTOR EN MEDICINA PREVENTIVA Y SALUD PÚBLICA                        

EMAIL: [email protected]

Se busca abordar desde la perspectiva de la Epidemiologia el estudio  de la conducta antisocial y de riesgo, así como las metodologías para su prevención y las consecuencias negativas de su presencia en la sociedad.

Al considerar la problemática de magnitud y trascendencia en que ha derivado estas formas de conducta en la sociedad, se le considera un asunto de la Salud mental Publica, ante el aumento de la incidencia de los casos, tal y como en la definición del concepto de Epidemia. (Una enfermedad que se propaga durante un cierto periodo de tiempo en una zona geográficamente determinada y que afecta simultáneamente a muchas personas).

Endemia.- Enfermedad que afecta a un lugar o región determinado, habitualmente o en fechas fijas.

Pandemia.-fenómenos que suponen la presencia constante y mantenida de una enfermedad en una población determinada.

Si bien es cierta la Epidemiologia, que es una ciencia de razonamiento objetivo en las Ciencias de la Salud, que en un inicio se le considero como la “ciencia de las grandes epidemias”, es decir las enfermedades contagiosas, ha experimentado una profunda evolución y transformación. Su interés por las interacciones entre la población y los numerosos factores, exógenos y endógenos ligados a la salud física y mental.

Los principios, las técnicas y aplicaciones de la epidemiologia contemporánea se basan en el concepto que entiende la salud, (la salud mental, la salud social) como el producto de las interacciones del hombre y su medio. Interacciones cuyo resultado final puede ser el éxito (la salud física, mental y social) o el fracaso (la enfermedad (física, mental y el desajuste social).

Por otro lado, esta epidemiología también se orienta hacia un dominio particular de determinantes (como el uso, abuso o dependencia hacia las drogas) y cómo estas variables independientes afectan determinados procesos y enfermedades (como los accidentes, el homicidio, el suicidio, la cirrosis hepática, etc.) Por último, la epidemiología de los trastornos mentales se ha caracterizado también por su interés en una serie de procesos que no parecen constituir síndromes propiamente dichos, pero que son a todas luces de interés sanitario, siendo el ejemplo más claro de esto el problema de la violencia. Debe hacer frente a un panorama epidemiológico complejo y cambiante.

Los aspectos que se vinculan con los siguientes puntos: medición de los trastornos mentales (conducta antisocial) y de los factores de riesgo, el diseño y métodos de muestreo más eficientes, la relación entre,  las disciplinas sociales y la epidemiología, y la interfase entre la epidemiología y la evaluación de los tratamientos y los servicios.

Otro aspecto inherente a la política social, es que la salud mental se relaciona al igual que la salud física, con la pobreza, en donde la incidencia de estos padecimientos exige de los afectados mayor proporción de los pocos ingresos que generan, además de lo incapacitantes que resultan, que como consecuencia disminuyen o frenan el potencial de desarrollo de las personas y por tanto de los núcleos familiares.

La salud mental como necesidad básica. Dentro de las necesidades básicas del ser humano se encuentra la salud, es por ello que gobiernos, comunidades, familias y personas se preocuparan siempre por conservar y mantener niveles óptimos o “saludables”. Len Doyal y Ian Gough definen las necesidades humanas básicas y estipulan lo que las personas deben lograr si han de evitar el daño serio y sostenido. En estos términos, daño serio, se entiende como “estar fundamentalmente incapacitado para perseguir lo que uno considera lo bueno”. El argumento desemboca en las necesidades básicas: “Puesto que la sobrevivencia física y la autonomía personal son precondiciones de cualquier acción individual en cualquier cultura y constituyen las necesidades humanas más básicas (aquellas que deben satisfacerse en algún grado antes que los actores puedan efectivamente participar en su forma de vida buscando alcanzar otras metas)”.  La sobrevivencia no es suficiente, ya que constituye una necesidad humana básica la salud física. Para desempeñarse adecuadamente en sus vidas diarias la gente no sólo necesita sobrevivir, necesita también poseer una módica salud básica.

El nivel de autonomía, entendida como la capacidad de iniciar una acción, la capacidad de formular propósitos y estrategias, e intentar ponerlas en acción, está determinado por tres variables según Doyal y Gough: el nivel de entendimiento de nosotros mismos, de nuestra cultura, y de lo que se espera de nosotros; la capacidad psicológica de formular opciones para uno mismo (su salud mental); y las oportunidades objetivas de actuar en consecuencia y la libertad implicada en ello. Un país que presente serios problemas en la salud de sus habitantes tendrá problemas para llevar adelante un plan nacional de desarrollo de sus propios pobladores, del uso de sus riquezas y del bienestar de sus habitantes.

 

 

Variables Estructurales como la pobreza, el problema de mala nutrición, carencia de servicios básicos, marginalidad acceso limitado a los servicios educativos y de salud, repercuten directamente en las condiciones de vida de la familia y de la sociedad. Este es un problema complejo, en el que la dimensión de la carencia, la privación o la marginalidad son los rasgos que habitualmente se destacan.

Encuestas recientes han demostrado que las familias pobres tienen una mayor prevalecía de depresión y trastornos de ansiedad; los niños que viven en la pobreza se encuentran más expuestos a enfermedades médicas, estrés familiar, apoyo social inadecuado y a la depresión de los padres. La pobreza se asocia con la falta de apoyo y de estimulación, ambientes caóticos, estrés psicológico y bajo control en las familias.

Hablar de los trastornos mentales significa hablar de la pobreza: ambos están encerrados en un círculo vicioso. Al mismo tiempo, la inseguridad, un bajo nivel educacional, la vivienda inadecuada y la sub-nutrición han sido reconocidos como factores asociados con los “trastornos mentales comunes”.

 

Cuando hablamos de la Calidad de vida podemos decir también que es un estado de satisfacción general, derivado de la realización de las potencialidades de la persona. Posee aspectos subjetivos y aspectos objetivos. Es una sensación subjetiva de bienestar físico, psicológico y social. Incluye como aspectos subjetivos,  la intimidad, la expresión emocional, la seguridad percibida, la productividad personal y la salud objetiva. Como aspectos objetivos, el bienestar material, las relaciones armónicas con el ambiente físico y social y con la comunidad, y la salud objetivamente percibida.

Los niños y jóvenes de hogares más desfavorecidos se encuentran en condiciones de enorme desventaja, pues trabajar para contribuir al ingreso familiar les impide asistir a la escuela; esta falta de preparación se convierte en un obstáculo para superar, en el futuro, sus precarias condiciones de vida. Asimismo, se ha detectado que un gran número de estos menores es miembro de familia desintegradas y disfuncionales, lo que las convierte en expulsoras de estos niños y posibilitan que el problema se mantenga, ya que estos salen a la calle en busca de mejores condiciones de vida, muchas veces solo para encontrarse con situaciones hostiles, agresivas, opresivas, incomprensivas y en crisis constantes. Estos niños y jóvenes viven continuamente expuestos al uso de drogas, a la violencia social, al abuso sexual, a la prostitución, a la explotación y a las enfermedades transmitidas por vía sexual; entre las secuelas que esta situación deja en los menores se encuentran el retraimiento emocional, la ansiedad, la depresión y los problemas para relacionarse.

DETERMINANTES SOCIALES DE LA SALUD MENTAL PÚBLICA

La epidemiología ha hecho contribuciones importantes para el conocimiento de la distribución, frecuencia y factores determinantes de los trastornos mentales en general.

En sentido general, los determinantes sociales de la salud se refieren a todos los factores sociales que inciden en ella, incluida la estructura social, prácticas e instituciones, identidad personal y procesos interpersonales, siendo los más determinantes la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.

De acuerdo a Amartya Sen, el ser humano posee agencia personal en cuanto tenga la libertad de escoger entre una serie de opciones deseables para realizar el proyecto de vida que valora, por lo que el Estado y la sociedad tienen un rol en dar oportunidades a las personas.

En primer lugar, existen determinantes estructurales como la educación, el ingreso, la cohesión social, la etnia o el género, y otros determinantes intermedios como las condiciones de vida y de trabajo, el acceso a los alimentos, los comportamientos de las personas y las barreras para adoptar estilos de vida saludables.

De acuerdo con Sen, las capacidades se encuentran influencias por cuatro fuentes de variación: heterogeneidades personales, diversidades en el ambiente social (atención, educación, violencia, relaciones comunitarias y capital social), variaciones en el ambiente físico y diferencias en perspectivas de relaciones personales (variación social y cultural).

Las condiciones de vida influyen en la manera como las personas enferman y se mueren, por lo que se puede obtener una mejor calidad de vida empoderando a las personas y los grupos sociales, y otorgando recursos en prevención para disminuir desigualdades injustas en salud.

En el área de la salud mental, la pobreza, el desempleo y la falta de relaciones sociales incrementa el riesgo de padecer trastornos mentales.

Se propone el uso de estas herramientas ya validadas por la epidemiología de los trastornos mentales, donde su conjunto de saberes que, utilizando los principios, conceptos, métodos y estrategias de investigación de la epidemiología, se encarga del estudio de la salud mental.

El hecho de que una parte importante de los problemas a los que se dedica la epidemiología de la salud mental  tenga que ver con la vida mental del individuo le plantea un aspecto distintivo: Desde hace años los estudios epidemiológicos hacen uso de cuestionarios (por autorreporte o por entrevista cara a cara) para obtener la información sobre factores de exposición. Han sido los sociólogos y los psicólogos, apoyados por la experiencia de la psicometría, los que más han aportado metodológicamente a esta tarea, discutiendo aspectos tales como la construcción de escalas, cuestionarios, cédulas de entrevista, etcétera; la validez y confiabilidad de las mediciones de los daños y la exposición; e inclusive la misma definición de los padecimientos investigados. Este conocimiento ha sido una importante aportación, tanto para la epidemiología en general como para el área de salud mental pública.

La investigación actual ha demostrado que existe una gran variabilidad y posibilidad de precisión diagnóstica en los trastornos de la emoción, la cognición y la conducta, así como en sus factores de riesgo, evolución y pronóstico.

El ejemplo lo podemos observar en la aplicación de la epidemiología de las adicciones que puede estudiar la forma como el patrón de consumo de cierta sustancia (por ejemplo, el alcohol) determina el desarrollo de otros procesos y enfermedades (como los accidentes, el homicidio, el suicidio).

En este sentido se comprende claramente que ciertas áreas de interés reciente, como ha sucedido con los aspectos sociales y económicos relacionados con los trastornos mentales, puedan abordarse como factores de riesgo o como consecuencia de dichos trastornos, desde el razonamiento epidemiológico.

Ya sea en una u otra de estas facetas, los problemas básicos a los que se dedica esta epidemiología son comunes a cualquier otra epidemiología, a saber: la determinación de la frecuencia del padecimiento (¿cuántos?), su distribución (¿en dónde?), los grupos más afectados (¿quiénes?), los procesos que determinan el padecimiento (¿cómo?) y las acciones de intervención y prevención (¿qué hacer?).

Finalmente, la epidemiología de los trastornos mentales se ha caracterizado también por su interés en una serie de procesos que no parecen constituir síndromes propiamente dichos, pero que a todas luces son de interés sanitario. El ejemplo más claro de esto es el problema de la conducta antisocial, con su componente delictivo y de violencia.

 

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