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viernes, 19 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Vivimos tiempos de malas noticias: la naturaleza nos castiga, organizado o no el crimen es un azote creciente, enemigos declarados de México gobiernan la mayor potencia del planeta, etcétera; y sumado todo esto no es posiblemente lo peor.

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A principios de la semana pasada presenciamos la quizá más grande manifestación espontáneamente generada en la historia zacatecana, detonada por un atroz feminicidio, en un ambiente de acumulada crispación.

¿Cuál ha sido la respuesta del Estado?

A propósito de los así llamados dreamers, es decir los jóvenes que ingresaron a los Estados Unidos de la mano de sus padres de manera ilegal, y las mayores adversidades no obstante han escalado los más altos grados académicos de manera sobresaliente, y a los que el patán de la Casa Blanca y sus aliados pretenden expulsar como delincuentes, el titular del ejecutivo federal ha declarado que serán recibidos con los brazos abiertos, y el gobernador de Zacatecas se ha pronunciado por su reclutamiento como maestros de inglés.

El tema de la violencia criminal no aparece en el discurso de Peña, poblado de campesinos y trabajadores agradecidos y sonrientes, carnes exportadas a Indonesia y cosas así; y a quienes se manifestaron el lunes pasado el gobernador de Zacatecas no sólo les espetó que no tenía responsabilidad alguna en la muerte de la joven, toda vez que no fue él quien la asesinó, sino los acusó de ser ellos, los manifestantes, como parte de la sociedad, los perpetradores del crimen, esto así por su “falta de valores”.

Sumado lo anterior a un cúmulo incalculable induce, según creo, a concluir que siendo colosales las calamidades y amenazas, naturales y sociales, internas y externas, que se ceban en los mexicanos, las manos en que se encuentran constituyen su flagelo mayor.

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