La Gualdra 311 / Río de palabras
La Malinche, enamoró a Cortés
una pretérita tarde roja,
mientras los coyotes
husmeaban el vetusto barrio con sus ojos
de luna opaca
Diego hizo pedazos
y
esquirlas de amor y odio
a una tal Frida,
en los predecibles laberintos
de estos jardines
De mi mano, entre cientos,
entre miles que nos ignoran
caminas a mi lado
De lejos,
incluso de cerca,
pareciera que nos queremos;
cualquier lo juraría,
pero a nadie le importa.
En esta ciudad sólo hay aves de paso,
nadie mira aquí a los ojos,
mucho menos a los extraños
podría caer un meteorito
en esta noche -que es todas y ninguna-
y nadie se daría cuenta
muchos años después,
alguien inventaría del vestigio,
del fósil o de la sola imaginación,
un amor nuestro,
y quizá una historia imprecisa,
un beso bajo el cielo
índigo nocturno lleno de nubes y smog.
Los coyotes,
seguirían husmeando los alrededores
sin encontrar el rastro de lo que fuimos,
pues el pacto era ése:
ser invisibles, inclusive a nosotros.