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jueves, 28 marzo, 2024
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Las motivaciones que faltan

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

Mucho se ha  reflexionado a raíz de los sismos que azotaron al país el mes pasado. Con mucha razón, pues no ha sido un asunto menor. No lo fue en su momento y no lo es ahora en plena etapa de reconstrucción, y  aunque los reflectores se apagaron en muchas de las zonas de desastre, son miles de personas que aún ven con incertidumbre su presente y su futuro. Es legítimo reflexionar y absolutamente necesario hacerlo.

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Uno de los hechos que más ha llamado la atención es la gran cantidad de jóvenes que se volcaron a las calles para ayudar, para sumarse en la remoción de escombros y en los trabajos de búsqueda. Las imágenes son realmente sorprendentes. Los jóvenes están demostrando que ellos son la verdadera fuerza de México.

Muchos han descrito a la generación Y o Millennials, es decir, los nacidos entre 1985 y 2005, como una generación de apáticos, gente sin ilusiones ni motivaciones, indiferentes ante lo que pasa a su alrededor, pero creo que, después de lo que hemos visto,  cabe replantearnos estas afirmaciones y preguntarnos si de verdad son apáticos o si más bien no hemos sabido captar su atención.

Las estadísticas sobre los ninis, aquéllos q             ue ni estudian ni trabajan, han inundado las páginas de la información, hemos hablado mal de ellos y casi en automático los hemos relegado, aduciendo que son irresponsables y no se puede confiar en ellos. Muchas veces hemos caído en la eterna trampa de pensar que nuestros tiempos eran mejores, que nosotros sí que éramos buenos, estudiosos y responsables. Lo cierto es que cada época tiene lo suyo y no podemos simplemente descalificar el presente en nombre del pasado.

Lo cierto es que hacía tiempo que no veíamos a nuestros jóvenes tan activos y entregados a un proyecto, verlos formar cadenas humanas para retirar escombro o recolectando y entregando víveres ha sido una buena noticia para todos. A lo largo y ancho del país los jóvenes se han organizado para ayudar, con enorme creatividad han emprendido proyectos de diversa índole en favor de los que lo han perdido todo. No cabe duda que son más los buenos, los que quieren un país mejor.

¿Dónde estaban? ¿Por qué no los habíamos visto? Creo que su actitud de indiferencia y apatía tiene su origen en la falta de motivación, en la ausencia de un proyecto realmente importante por el que valga la pena sudar la camiseta. No había habido la motivación correcta, por eso permanecían apáticos, decepcionados del mundo de la política tan viciada y continuamente manchada de corrupción, manipulación y chantaje; decepcionados de las instituciones de gobierno que no han sabido protegerlos y brindarles espacios de oportunidad, decepcionados de una Iglesia que no ha sabido escucharlos y responder a sus necesidades, apáticos porque la sociedad de los adultos está tan preocupada por el tener y acumular, que se ha olvidado de ser, de vivir y disfrutar la vida.

Son jóvenes, pero no son tontos, les falta experiencia, pero no visión de futuro, no tienen muchos recursos, pero son creativos y audaces. Con las motivaciones correctas y los canales adecuados de comunicación es posible conectar con ellos y sumarlos a proyectos reales de transformación, sin muchos discursos y protocolos, pues nuestros jóvenes creen en lo que ven, les gusta involucrarse y no sólo que se les utilice como mano de obra barata, quieren ser parte y no sólo ocupar espacios.

Los jóvenes de hoy no son ni mejores ni peores que otras generaciones, simplemente son jóvenes de su tiempo, inmersos en unas circunstancias muy distintas a las nuestras, con problemas distintos y herramientas diferentes para resolverlos. Son apasionados y sumamente creativos, les gusta construir y no recibir las cosas hechas, amantes de la tecnología y sensibles ante el dolor, dispuestos a dar la vida, si fuera necesario, por aquello en lo que creen. ■

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