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martes, 23 abril, 2024
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Homenaje en Madrid a John Berger, creador de resistencias

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Por: La Jornada •

Madrid.
John Berger era un hombre bueno. También era sabio, generoso, interesado por el mundo y sus extrañezas, era alguien que sabía escuchar, que nunca miraba por encima del hombro y, ante todo, era un creador de resistencias, que no le dejó de sublevar la injusticia. Que siempre habló y se interesó por los que llamaba los condenados de la historia. Fue alguien, como dijo Ramón Vera durante el cálido homenaje en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que con esa vocación incólume mostró las fronteras, las encrucijadas y las pieles del mundo.
Un nutrido y diverso grupo de creadores, intelectuales, traductores, ilustradores y músicos se congregó en torno a la figura de John Berger, quien de alguna forma entró en sus vidas en un momento dado y que desde entonces se quedó para siempre en sus experiencias vitales, en su memoria. Todos elogiaron su generosidad y su capacidad para escuchar y aprender también de todos ellos. Era un hombre generoso en ambos sentidos, que daba y sabía recibir, y que todo ello además lo hacía con la construcción de lo que definieron redes de solidaridad y resistencia, que le permitían mantener intacta su capacidad de indignación y de defender hasta el último día su formación marxista y su ideología de izquierda.
Un viaje en tren
En un escenario en el que había una gran pantalla que tenía con letras negras el nombre de John Berger, sobre un fondo gris y blanco, que se iba transformando en riscos montañosos o en paisajes que cambiaban en una especie de viaje en tren, se fueron escuchando los testimonios, agradecimientos, poemas, canciones, bailes o reflexiones que esos creadores querían dar a su amigo y maestro.
Sentados como si estuvieran dentro de un vagón de tren y con un revisor (el periodista Alfonso Armada) haciendo de maestro de ceremonias se fueron sucediendo las intervenciones. De los primeros en tomar la palabra fue su hijo Yves Berger, quien recordó el momento en el que ya muerto su padre –el 2 de enero de 2017– decidió dibujarlo. ¿Qué palabras se pueden añadir al recuerdo de esta experiencia? El dibujo es una actividad silenciosa. O, más bien, el lugar al que nos lleva está allende todo lenguaje verbal, donde el tiempo da la vuelta, como si se pusiera del lado de los muertos. Y añadió: No hay como el dibujo para recordar y mantener los rostros de quienes nos han dejado. Pues lo que aparece en el dibujo expresa lo que une a los muertos con quienes se quedan. Es algo que no se puede expresar con palabras. Algo invisible, que sólo existe dentro de nosotros.
En total participaron en el homenaje 18 personas de las profesiones más diversos. Estaba el escritor Manuel Rivas, la cineasta Isabel Coixet, los traductores Pilar Vázquez y Ramón Vera Herrera, la ilustradora Leticia Ruifernández, los bailarines Pep Ramis y María Muñoz, el cantante vasco Ruper Ordorika –quien le compuso una canción– y el fotoperiodista de guerra Gervasio Sánchez. Todos exaltaron el profundo respeto por la amistad de John Berger, así como su infatigable lucha contra la injusticia, por lo que siempre, a lo largo de su vida, se comprometió hasta la médula en los movimientos de los que llamaba los condenados de la historia, como los zapatistas en México, los palestinos en Oriente Medio o, en su día, con los Panteras Negras en Estados Unidos.
Desde México viajó ex profeso para el homenaje su traductor y amigo Ramón Vera Herrera, quien recordó que una de las veces que John Berger fue a México, país al que le tenía un cariño especial, y después de una lectura de la presentación de su libro, hizo lo que hacía siempre al final: dedicarse a firmar libros a sus lectores. La gente piensa que en ese ritual el actor pone su firma sobre un libro tras otro con fe industrial. Pero John no era así para nada, y lo que ocurrió fue muy bonito, porque había una fila de unas 30 o 40 personas que querían que les dedicara el libro, y a la primera que llegó le preguntó su nombre, qué hacía y así lo hizo con cada persona, los entrevistaba y los reconocía como alguien especial que había llegado a su vida por algo. Vera recordó que aquella ocasión John Berger se fue muy feliz de haber estado con tanta gente y durante tanto tiempo, porque él era un “poeta que mostró las fronteras, las encrucijadas y las pieles del mundo.
Iba tejiendo redes, y este tren se convierte en todos los vagones que vamos tejiendo entre unos y otros, o que había estado hilando John durante toda su vida, explicó Leticia Ruifernández, ilustradora de la nueva versión del libro Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, publicada este mes por la editorial Nórdica como parte del mismo homenaje.
El escritor gallego Manuel Rivas recordó que Berger era un hombre que siempre se interesó por escuchar todas esas voces desaparecidas y así escuchar el vacío. Por ejemplo, hoy aquí podemos escuchar el vacío de Santiago Maldonado, joven argentino que desapareció. Y recordó que decía que entre la esperanza y la desesperanza, un poco de esperanza.
Los bailarines Pep Ramís y María Múñoz, además de interpretar una pieza dedicada a su memoria, le escribieron una carta que resumió el sentido homenaje que le hicieron ayer sus amigos, sus cómplices intelectuales, sus lectores: Siempre fuiste un alma joven, un puente generacional entre el antes y el ahora. Hablabas de los muertos y de los vivos como comunidades que se necesitan y se complementan. Siempre los tuviste en cuenta. Ahora eres parte de esa orilla de la humanidad, John. Están en el otro lado. Quizás estés todavía en camino, no sabemos cuán lejos esta la otra ribera. Aquí, en este lado, nos dejas huérfanos de tu voz cálida y cercana que cortaba finamente la conciencia como un buen cuchillo que corta el pan.

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