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jueves, 28 marzo, 2024
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Armando Hernández gana el primer Concurso Estatal de Arte y Artesanía Wixárika 2017

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Por: ALMA RÍOS •

  • El galardonado triunfó con un bordado, labor que realizan tradicionalmente las mujeres
  • Advierte que su inserción en las zonas urbanas hace a los wixáricas objeto de bullying

Armando Hernández Parra, nombre castellano de Sitákame (planta del maíz), artesano originario de Tateikie, “Nuestra madre tierra” (San Andrés Cohamiata), comunidad del municipio jalisciense Mezquitic, obtuvo el Galardón especial del primer Concurso Estatal de Arte y Artesanía Wixárica 2017, convocado por la Subsecretaría de Desarrollo Artesanal de la Secretaría de Economía (SE), con un traje bordado en punto de cruz.

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El bordado ha sido ancestralmente una labor de mujeres, también en esa cultura. Sitákame lo aprendió de su esposa hace dos años y menciona que cuando ellas se introducen en las localidades urbanas la van olvidando.

En la conversación habla de la equidad de género y ofrece ejemplos de discriminación en la cultura wixárica.

Menciona a su abuela, una chamana que lo introdujo en la procesión sagrada a Real de Catorce, y cuya muerte en 2005 ocasionó una ruptura en su búsqueda de convertirse en marakame, especie de líder espiritual.

Observa que los líderes espirituales, hombres y mujeres, tienen el mismo conocimiento y aun, que estas pueden poseer más, pero ellos buscan siempre liderar mientras que ellas ostentan poco lo que saben por miedo.

“Por ejemplo hay matrimonios entre esposo y esposa que son chamanes, pero no deja a su mujer que haga su función”.

Sitákame es un artesano en chaquira, realiza cuadros, jaguares, máscaras, pulseras, ha concursado en otros eventos en dos ocasiones en esta modalidad. El traje por el que fue distinguido y que le llevó ocho meses realizar, plasma el mensaje recibido en una procesión sagrada rumbo a Real de Catorce, y representa el primer trabajo de este tipo que lleva a una competencia.

“Mi trabajo consiste en un traje en bordado huichol, hecho en manta sueca con hilo de estambre bordado en punto de cruz y representa la peregrinación del peyote a Real de Catorce. Nosotros vamos cada dos años a dejar las ofrendas (…) todo lo que se ve ahí es una visión de lo que yo vi en el 2004; tenía esa idea de hacerla pero en un mural con chaquira y finalmente se me ocurrió hacerlo en vestimenta para poder usarla”.

Los motivos principales son águilas bicéfalas; tiene también flores completas y en mitades, de peyote; y ojos de dios. Son figuras en dos tonos de café, algo poco común en manifestaciones que regularmente son multicolores.

Un chamán lleva consigo plumas de águilas, “la visión que yo tuve es que era candidato para ser un chamán”. El ave es un mensajero del dios junto con otros que pueden ser el venado, el maíz.

“El peyote al consumirse da un poder de sabiduría, pero eso lo hacemos ante la presencia de un chamán, cuando vamos allá nos limpia”.

El viaje a Real de Catorce es un periplo vocacional, explica, “si yo voy a ser chamán –el marakame-arregla el peyote me da y yo me baso nada más a ese camino lo que voy viendo, pero yo ya no pude cumplir todo por el fallecimiento de mi abuela más que nada, me implicó mucho”.

Sitákame cortó, cosió y bordó “a mano todo –el traje-”, voltea la tela para mostrar las puntadas precisas que dibujan en el anverso de la tela el paso del hilo.

Dice que su esposa le enseñó primero a hacer el relleno, los espacios donde no se encuentran los motivos o figuras principales, “primero es lo más fácil, pero ya para hacer los dibujos es muy complicado”, ella le corregía y “así me iba enseñando y enseñando”.

Muestra luego un “bolsillo”, el morral que carga con flores azules y fondo blanco, y agrega que “sí es muy complicado para aprender y ahorita yo solito saco cómo hacerlo todo”.

En respuesta a cuánto sería un precio justo por el traje, no el que cree que le pagarían sino el que le implica el tiempo y trabajo realizado en él, contesta, “unos 10 mil pesos, pero aquí lo registré valuado en 6 mil pesos”.

Sitákame coloca sus piezas en galerías, dice entender el precio que le ofrecen pagar por ellas, regularmente un 30 o 40 por ciento menos de su propuesta, “porque quieren revender (…) porque ellos pagan renta, todo eso”.

Desde hace 10 años vive en Tlaltenango, Zacatecas, a donde se trasladó para que sus hijos, actualmente de 13, 12 y 19 años, accedieran a la escuela. Él mismo es estudiante de la Licenciatura en Informática donde cursa el tercer grado.

Su inserción en las zonas urbanas hace a los wixáricas objeto de bullying dice. Se refiere al acoso que sufrió su hija a los 6 años y que hizo en un principio que no quisiera acudir, dejara de usar su vestimenta, hablar y escribir en su lengua materna.

La niña ya ha recuperado estos elementos de su cultura y se comunica con sus padres en wixárica, pero los dos hijos menores ya no lo hablan ni lo entienden.

“Yo y mi esposa llegamos al acuerdo de que si les afecta mucho, mejor dejarlos como ellos quieran, si quieren que hablen y si no pues no, pues tampoco les vamos a obligar. Pero ahorita los tres hijos ya trabajan en sus manualidades, eso sí”.

Sobre su comunidad a la que suele regresar en periodos vacaciones, comenta que persiste una problemática por tierras desde hace 30 años que involucra los intereses de las tres entidades que convergen en ella, Zacatecas, Jalisco y Nayarit, y que ha dividido a los propios wixáricas.

“A veces si ha habido riñas y bloqueos de carreteras que afectan la llegada de productos por ejemplo en las tiendas. A veces no tenemos abastos para comprar, hace dos meses bloquearon la carretera donde es la división de los tres estados”.

Como es acostumbrado, se le pide a Sitákame, Armando Hernández Parra, que agregue lo que le gustaría decir, opta por invitar a la sociedad a visitar su pueblo San Andrés Cohamiata. Describe un paisaje con cabañas, muestras artesanales y danzas, y agrega que los precios no son elevados, “para que conozcan”.

Observa por último que la mayoría teme ir a la sierra con los indígenas porque “nos van a machetear, pero no es así, como yo digo estamos en una época moderna, eso ya se acabó.”

Refiere su propia experiencia a los 15 años cuando viajó a conocer a los zapotecos en Oaxaca y a los tarahumaras en Chihuahua. Dice que entonces sí eran agresivos con los visitantes, pero en otra ocasión, ocurrida hace dos años, “ya recorrí y ya todo es normal.  Ya nos vamos despertando, me incluyo, nos vamos despertando…”.

El primer Concurso Estatal de Arte y Artesanía Wixárika 2017 repartió una bolsa de 130 mil pesos en 13 premios, participaron en esta, su primera emisión, 34 piezas realizadas por 31 artesanos.

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