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sábado, 20 abril, 2024
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Hay letras que cumplen décadas que el mundo no logra trascender: Villagómez

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Por: ALMA RÍOS •

■ “Estas canciones aún tienen vigencia y es nuestra responsabilidad hacerlas llegar a la gente”

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■ Inició cantando rock a los 13 años, pero encontró su mejor espacio de interpretación en la trova

“Claro que hay canciones que duelen”. Canciones compuestas hace muchos años y que un “cantor popular” actualiza, y más, revive, porque todavía ponen “el dedo en la llaga” para ofrecer un mensaje importante a la gente”. Habla Adrián Villagómez de letras que cumplen décadas y aun cientos de años relatando historias que el mundo y el país no logran trascender, y otras que los cantores como él recrean.

“Es como tender un puente generacional pero a través de la música, hacerlas converger en nuestro tiempo, en nuestra historia, haciéndonos partícipes de ella”.

Adrián Villagómez Meraz es un personaje en la ciudad de Zacatecas. Originario de la Ciudad de México, se ha integrado ya desde hace décadas a la comunidad hasta convertirse en un referente que suma una voz privilegiada a la hábil interpretación en la guitarra de diversos géneros, y siempre una disposición al acompañamiento de causas sociales. Es también, un cantor-cómplice para muchos amantes de las noches bohemias.

Desde hace 20 años, Villagómez Meraz se desempeña también como técnico académico en la Universidad Autónoma de Zacatecas donde su interpretación ha dado un cariz distinto a un grupo emblemático de la institución, el Huayrapamushka.

“Si este país no ha cambiado, es entonces que las canciones que se cantaban hace 40 años siguen teniendo vigencia importantísima y es nuestra responsabilidad hacerlas llegar a la gente. Si las cosas en este país cambiasen no tendríamos por qué cantar esas cosas”, observa.

Adrián Villagómez suma decenas de grabaciones realizadas individualmente y en colectivo. Ha cantado canción de protesta pero también de amor, desamor, humor y para niños, dice ■ FOTO: ODÍN SALINAS

Se encuentran en ese apartado, las adaptaciones del poema bucólico La casita, que se atribuye a José Manuel Othón, y que relatan con otras letras en versión chusca, al enriquecimiento ilícito de los funcionarios mexicanos, El barzón y su recuento de deudas sempiternas ya sean de peones de hacienda o trabajadores de libre mercado, o Papá cuéntame otra vez, de Ismael Serrano, que habla de cómo las utopías le dan sentido a la vida y se proponen necesarias, a pesar de que sólo sean los actores de las luchas los que cambian.

A la par de las realidades que se repiten y aun se recrudecen, también vueltas canción, está la otra música, esa que se repite en los medios masivos de comunicación y que califica Adrián Villagómez de “vana, vacua, con letras que…”, hace una pausa y lo piensa mucho para soltar el adjetivo, “rayan en lo estúpido”, y con las que asevera “no llegamos a ningún lado”.

Ante la reiteración de esos discursos que “nos quieren tener robotizados” se pregunta, “¿dónde queda el amor a la patria, a la pareja, el respeto al prójimo, el no denigrar a la mujer?, ¿dónde queda el respetar a la otredad; muchas cosas que me preocupan y que yo creo que a todo mundo le conciernen?”.

Muy al filo de cumplir 31 años de trayectoria, iniciada simbólicamente un 2 de octubre de 1986 y “por grillo”, Adrián Villagómez ofrece un recuento; ha cantado sí canción de protesta y seguirá haciéndolo, pero también al amor, al desamor, al humor y a los niños.

Para la conmemoración de estos primeros años de periplo realizó dos conciertos, en la Ciudad de México y Zacatecas, y queda otro por concretar en Aguascalientes, propuestos a modo de antología de sus interpretaciones a cientos de canciones de los géneros del rock, folclor andino, música latinoamericana urbana, popular, tradicional, canto nuevo y trova, y sus hibridaciones.

Recuerda de aquel 2 de octubre en la explanada de Rectoría de la UNAM, un evento multitudinario en que un muchacho incipiente en la música alternó con los consagrados Gabino Palomares, Eugenia León, Tania Libertad y Alberto Díaz “Caíto”.

Y trae a la memoria sus razones para estar allí, “nos sentíamos parte, porque nosotros somos los hijos de esa generación –del 68- Entonces nos pareció demasiado importante hacernos presentes y decir que también las nuevas generaciones repudiábamos ese tipo de actuar, de ese tipo de gobierno”.

A la par de este acto fundacional, refiere como antecedentes que desde los cinco años de edad ya cantaba, y más, entre sus familiares cuenta a una bisabuela que interpretaba zarzuela y opereta, y una familia mayoritariamente enraizada en la huasteca con aptitudes para la música.

“Todos ellos tenían una musicalidad tremenda aunque no se dedicaron al canto profesional, todos muy entonados, muy fiesteros muy de fandango”.

Él se inició cantando rock como a los trece años, “de manera un poco más profesional”, y por experimentar “esa efervescencia, ese poder que te da, el rock te mueve las entrañas”.

Dice encontrar no obstante, su mejor espacio de interpretación en la trova, el canto latinoamericano, “porque me ha tocado vivir un proceso histórico bastante interesante. Han sido canciones que han ido a la par históricamente y artísticamente. Entonces a mí se me hizo una manera muy complementaria de saber a qué me iba a dedicar, qué quiero hacer, quiero comunicar estas canciones”.

Salió para hacerlo, muy joven de su originaria Ciudad de México. A los 16 años le dio cauce a su necesidad de “llevar mi guitarra a otros lugares, conocer nuevas experiencias”.

Así transitó viviendo por periodos, en Cozumel, Mérida, Morelia, Xalapa y León, esta última ciudad donde dice, empezó a desarrollar “un tipo de canto más comprometido, más de raíz”.

“Conocí a grandes músicos en León, Guanajuato, el grupo Chaski, con los que tuve la suerte de trabajar bastante tiempo, finalmente llegué a Zacatecas” hace más de 20 años.

Su intención original de estudiar música formalmente para convertirse en un guitarrista de concierto en Guanajuato se vio frustrada “por la edad ya no me dejaron”. En aquel tiempo también le preocupaban “otras cosas un poco más sociales”.

Dice haber entendido a tiempo que “este tipo de canto que yo hago es más (…) allegado a lo popular, al sentir de la gente. Es lo que a mí me gusta hacer”.

A partir de su decisión ha recorrido un camino en que “me he divertido muchísimo” y ha aprendido de cada compañero, sea obrero, campesino o un gran compositor.

El tránsito ha ido de la diversión al llanto, a veces enfrentando enfermedades y retos anímicos, “pero también  muchas ganas de seguir con este canto, muchas ganas de que a través del arte podemos hacer cambiar las cosas”.

Dice sonar muy “Beatle”, pero se manifiesta convencido de que a través de las manifestaciones artísticas se puede cambiar a la sociedad y a los malos gobiernos.

“La música es para mí es un estandarte que respeto mucho, que quiero, que es mi vida entera; todas mis actividades fuera del Villagómez cantor tienen que ver de una u otra manera con su difusión”.

Actualmente colabora en “Tróvale una hora a la trova”, programa de Radio Zacatecas que se trasmite todos los miércoles a las 22 horas, y en que al lado de Manuel Díaz Guerrero difunde a los artistas consagrados del género, y también “a la nueva camada”.

De su camino sinuoso se queda finalmente “con la experiencia de haber conocido a gente muy interesante” de las que ha aprendido a veces a reorientar sus miras.

Cuando habla de los golpes recibidos, viene a su mente el que la gente tenga una idea vacía del éxito y que quieran encasillarlo allí cuando le preguntan: “¿por qué tú no estás en los grandes medios, no has hecho fortuna, posesiones, propiedades?”.

“Yo les quiero decir que sí las tengo, la experiencia y la capacidad de cantar todavía, la manera de expresar, de ser lo más honesto posible con mi trabajo. Esas son mis riquezas”.

Ha pagado por ellas con hambre, sueño, preocupaciones, ocasionalmente el no encontrar trabajo. “A veces son golpes duros porque con esas pequeñas cositas vas perdiendo también un poco la fe,  afortunadamente sí he sabido sobreponerme, levantarme, y sigo con esa terquedad, con esta necesidad de empuñar una guitarra y salir a cantar”.

Adrián Villagómez suma decenas de grabaciones realizadas individualmente y en colectivo, entre otras, los discos Adrián, Arañando la noche, Canciones interiores, Coraje y Manifiesto. Está por aparecer el más reciente dedicado al género del bolero.

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