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viernes, 19 abril, 2024
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Afectó el terremoto unas 40 mil viviendas en Chiapas

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Por: La Jornada •

Bahía de Paredón, municipio de Tonalá, Chiapas.

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Este es uno de esos pueblos de la geografía mexicana cuya existencia adquiere relieve nacional sólo cuando ocurre una desgracia. Aquí tienen daños o se perdieron totalmente por el temblor del jueves siete de cada 10 casas. Y se tiene un estimado preliminar en todo el estado de 40 mil viviendas en esas condiciones.

El presidente Enrique Peña Nieto llamó a las empresas constructoras, ‘‘las que han realizado importantes proyectos de construcción en el país’’, a solidarizarse y contribuir a la reconstrucción. Pero precisó: que quede claro: ante la emergencia el gobierno está disponiendo de todo su recurso humano, de los titulares de las dependencias para atenderla, y que muy pronto podamos asegurar a los afectados ‘‘que las condiciones regresen a la normalidad’’.

El mandatario reconfirmó: hay hasta ahora 96 personas muertas por el terremoto: 16 en Chiapas, cuatro en Tabasco y 76 en Oaxaca. Se han desplegado para los estados más afectados mil 200 médicos y enfermeras adicionales, así como 80 unidades médicas móviles y 7 mil elementos de las fuerzas armadas, sólo para Chiapas, entidad a la cual han llegado además de 100 mil despensas y más de 100 toneladas de víveres, 450 mil litros de agua y casi 100 mil colchonetas y cobertores.

Para Peña, cada uno de esos estados tiene condiciones de atención específicas, pues mientras en Oaxaca las afectaciones están concentradas sobre todo en los municipios del Istmo, en Chiapas el problema es la dispersión, pues hay daños en 82 de los 122 municipios que la conforman.

Antiguo asentamiento

Pueblo de pescadores, con 65 kilómetros de litoral e importante abastecedor de camarón de estero, Bahía de Paredón es considerado una de los asentamientos humanos más antiguos de la costa chiapaneca. La gente es alegre, desenfadada y lo mismo tutea al presidente Peña que llama ‘‘güero’’ al gobernador Manuel Velasco Coello.

Bueno, eso lo hacen aquellos a quienes el terremoto –con epicentro en Pijijiapan, apenas a unos 40 minutos de aquí– respetó en sus viviendas. Porque los otros, quienes apenas lograron librarla, hablan con los ojos enrojecidos y el llanto de quien ahora está sin nada más que lo puesto.

Lo hacen literalmente sobre los escombros de sus casas mientras, a sus espaldas, soldados y marinos no dejan –con palas o sólo las manos– de limpiar los escombros, retirar los fragmentos de paredes, techos, historias familiares: las ruinas…

Con apenas siete años de edad, el hijo de Salvador Solís da al presidente Peña la precisa descripción del horror de esa noche: ‘‘Yo estaba dormido y de repente me levanté. Nunca siento los temblores, pero en ese instante me levanté y abrí la puerta, que estaba dura. ¡No sé de dónde saqué fuerza y la abrí, y salí con mi hermana!’’ Y en su huida el niño dejó tras de sí una casa que se cayó toda, aunque eso lo vería hasta después, cuando regresó con su familia.

Peña Nieto pasa más de dos horas y media aquí. Un buen rato en medio de la lluvia. Llega en helicóptero. Y se detiene casi con cada uno de los afectados. Les pregunta cómo están, cuál es el estado de sus casas, cómo se encuentra la familia. Promete entonces que la labor de reconstrucción se iniciará cuanto antes y que muchas comunidades ‘‘quedarán más bellas y hermosas que antes del sismo’’.

Recibe saludos y agradecimientos, pero de inmediato también le hablan de la casa caída o a punto de derrumbarse, de las heridas o lastimaduras a consecuencia del terremoto, de las escuelas en mal estado y del insuficiente apoyo o del drenaje desde siempre inexistente. No falta además la denuncia sobre actos de rapiña y robo ocurridos a partir del temblor.

Foto

Enrique Peña, ayer en Bahía de Paredón, ChiapasFoto Presidencia

En general la gente aquí no muestra ningún rubor. Y en la misma medida agradece la primera visita en la historia de un presidente de la República, a quien dicen las cosas de viva voz y entregan cartas perfectamente elaboradas y dirigidas para reclamar la reparación de escuelas.

Y Peña a su vez insiste en saber si ya pasaron por la casa de cada uno a hacer el registro de daños (incluso llama a la prensa para mostrarles cómo ya hay algunas fachadas donde se lee un número y la leyenda ‘‘pérdida total’’), si reciben alimentación suficiente, atención médica…Y es justo en este punto donde las versiones se cruzan y dejan ver un conflicto local: el centro de salud.

La gente simplemente dice que no hay tal lugar para atender a enfermos o heridos, y cómo a muchos debieron llevarlos hasta Tonalá. Sin embargo, los médicos aseguran estar dando atención a la gente no obstante lo dañado de las instalaciones. Frente a esas versiones encontradas es Peña Nieto, sin embargo, quien lo resume: ‘‘O sea, ya estaba mal y quedó peor’’.

Aprovecha además para advertir a la población que no permita lucro político con la tragedia. ‘‘Que nadie quiera hacer gestión de sus cosas. Aquí está la representación del gobierno’’.

Ahí mismo, mientras camina o recibe peticiones, el mandatario da instrucciones a los funcionarios o toma acuerdos. Lo hace con Aurelio Nuño, de Educación Pública, sobre la urgencia de reparar las escuelas, y con el titular de Hacienda, José Antonio Meade, sobre cómo instrumentar el programa de empleo temporal y con la debida asesoría sean sus beneficiarios quienes se ocupen de las labores de edificación o reparación de las viviendas.

Para el gobierno federal, dice el mandatario en un mensaje ante la comunidad –y lo repite más tarde desde el aeropuerto de Chiapa de Corzo–, son tres las prioridades: garantizar condiciones básicas a la población con albergues, alimentos y servicios médicos, así como el restablecimiento total de los servicios de agua potable y electricidad; levantar un censo, con la participación de casi todos los miembros de su gabinete, de las viviendas afectadas por el sismo y determinar cuáles pueden repararse, cuántas derruir para levantarlas de nuevo y aquellas a construir porque sólo quedaron escombros, y comenzar la reconstrucción.

En ese apartado es donde el mandatario hace dos llamados: a la población civil, para colaborar con los damnificados en Oaxaca y Chiapas por medio de aportaciones en especie llevadas a los centros de acopio, y convocar a las empresas constructoras.

Esto ‘‘para que en un gesto de solidaridad puedan aportar también su experiencia, su trabajo y su capacidad técnica para poder acelerar la etapa de reconstrucción’’. Esto, por supuesto, ‘‘dejando a salvo los distintos programas y financiación que el gobierno habrá de hacer’’ en esa tarea, indica.

Finalmente, confió en tener una respuesta ‘‘copiosa, activa y muy comprometida del sector privado’’, y por medio de un plan específico se integre con el gobierno a reconstruir. Las condiciones del clima impidieron una visita al municipio de Cintalapa, también entre los más afectados por el temblor.

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