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viernes, 19 abril, 2024
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‘Que Dios nos perdone’, de Rodrigo Sorogoyen

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Por: ÉVELYNE COUTEL •

La Gualdra 306 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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En la línea de La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014) y Tarde para la ira (Raúl Arévalo, 2016), Que Dios nos perdone –el segundo largometraje de Rodrigo Sorogoyen– consigue captar la atención del espectador y cautivarlo por el clima de fuerte tensión que no recae nunca a lo largo de los 127 minutos que dura la cinta. Los códigos de la película policíaca se recuperan y combinan con un contexto sociopolítico reciente, dando un soplo nuevo a este género dentro de la producción española.

El escenario elegido no es casual y contribuye al carácter sofocante de la trama: la acción transcurre durante el verano del 2011, en un Madrid bochornoso y rebosante de turistas, marcado por la crisis económica, el despliegue del movimiento 15-M y, para colmo, la visita del Papa Benedicto XVI que trae consigo la presencia de miles de peregrinos y la posibilidad de que surjan enfretamientos con los “indignados”.

En medio de esta situación intensa, los inspectores Velarde (Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Álamo) emprenden una carrera contrarreloj para encontrar a un asesino en serie que se dedica a matar y violar a ancianas que viven por el centro de la ciudad. Si el motivo del crimen hubiera podido ser un simple robo, la violación añade una dimensión profundamente sórdida que desorienta al espectador y muestra la voluntad de desvelar las facetas más perversas del ser humano. El binomio formado por los dos policías habrá que trabajar en la máxima confidencialidad para desentrañar la lógica retorcida del psicópata, una tarea que les enfrentará con sus propias pulsiones y con la necesidad de controlarlas.

La caza del asesino se lleva a cabo en un ambiente cada vez más asfixiante conforme al grado de violencia creciente que cobran los homicidios. Mientras las escenas filmadas con cámara en mano crean una impresión de caos e incrementan lo intenso de la acción, el uso del plano fijo llama la atención sobre lo macabro de ciertas escenas.

Algunos elementos como la complementariedad del dúo formado por Velarde -tartamudo, introvertido y atento a los detalles más mínimos– y Alfaro –caracterizado desde la primera secuencia por su temperamento camorrista y como prototipo del macho cargado de testosterona–, así como un objeto olvidado en la escena del crimen que permitirá identificar al asesino, funcionan como tópicos que inscriben la cinta en la tradición más pura del cine negro hollywoodense. Mientras tanto, el costumbrismo de algunas escenas –las abuelitas que acuden a misa y son otras tantas víctimas potenciales, las calles del centro de Madrid– contribuyen al costumbrismo que da a la cinta un carácter castizo y un sello propio que hace que el thriller español no tenga nada que envidiar al norteamericano.

Sorogoyen, que hasta hace poco era conocido por su trabajo en series de televisión, obtuvo un gran reconomiento de la crítica con su primer largometraje Stockholm (2013) y consiguió el galardón al mejor director en el Festival de Málaga. Que Dios nos perdone confirma la tendencia, ya que la cinta consiguió seis nominaciones a los Premios Goya 2017 y el actor Roberto Álamo se llevó el premio a mejor actor protagonista.

 

 

 

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