Pareciera ocurrir que el deseo expreso en un cierto bolero se hubiera realizado: al hojear la prensa nacional se tiene la impresión de que el tiempo ha dejado de transcurrir, o que ha por lo menos aflojado el paso.
Un día sí y otro también nos enteramos o bien de un atentado de la administración peñista o bien de una catástrofe, frecuentemente condensados en un mismo hecho; sin olvidar las aportaciones continuas de los gobernadores.
Otra fuente de apocalipsis cotidianos es la otrora emblemática Pemex, cuya demolición ha sido pródiga en explosiones, “huachicolazos”, etcétera, y una devastación ecológica de dimensiones planetarias; y todo parece indicar tal sucesión continuará hasta la culminación del ciclo denominado “reforma energética”, lo que muy probablemente ocurra luego de agotarse las reservas petroleras.
Empero el factor más importante de esta monotonía noticiosa es indudablemente la “guerra contra las drogas”, generadora un día y otro de un motín carcelario y otro motín carcelario, el descubrimiento de media docena de fosas clandestinas y el redescubrimiento de una docena de fosas clandestinas, la detención de un capo y la detención de otro capo, la fuga de un capo y la fuga de otro capo, el asesinato de una periodista y el asesinato de un periodista, un “ajusticiamiento” y otro “ajusticiamiento”, un “aseguramiento” y otro “aseguramiento”, etcétera.
Y como el tráfico y el consumo de sustancias prohibidas no dejan de incrementarse, consecuentemente la guerra contra los mismos, y la resultante montaña de cadáveres, tampoco.
Quien hubiera dicho que un líder charro y compositor de cursis boleros, iba a resultar profético. ■
