Nos han tocado tiempos complicados de austeridad fiscal, restricciones presupuestarias y desaceleración económica, aunado a ello, los ciudadanos son más exigentes y sus expectativas crecen cada día en cuanto a la calidad de servicios que debe proveer el Estado, así como en la integridad en la gestión de los recursos públicos, lo que hace urgente mejorar la calidad del gasto y agilizar la fuerza del Estado.
Hay una imagen de distanciamiento entre el sector público de las necesidades de sus ciudadanos, la confianza en los gobiernos está cuestionada, para lo que debemos hacer una profunda revisión, porque ante los grandes desafíos, y pese a ellos, se ha incrementado la necesidad de interacciones entre los gobiernos, ciudadanos y empresas.
Hay cuestionamientos sobre la capacidad del sector público para innovar, todo vez que en esta sociedad en la que casi todo ha cambiado, pareciera que el actor que organiza a la sociedad no lo ha hecho al mismo ritmo que marca el planeta, sin embargo, no podemos perder de vista, que la digitalización de la población y la globalización de las economías están redefiniendo las interacciones entre los ciudadanos, gobiernos y empresas, lo que se ha convertido en un área de oportunidad para que la innovación prospere en el sector público.
El mundo intenta ajustarse a la dinámica de la economía digital y al crecimiento exponencial de datos, y al gobierno no le ha quedado de otra más que adaptarse si quiere ser eficaz, y además debe apropiarse de las innovaciones tecnológicas y soluciones digitales para empoderar a los ciudadanos, pero también a los funcionarios públicos para organizar sus acciones y conectar con sus gobernados.
La labor de reformar el Estado y modernizar la gestión pública no es una obra de arte, que tiene un principio y un fin, o un plazo de ejecución, sino que más bien es una tarea sin fin, que debe comenzar cuanto antes, porque la reinvención del Estado moderno debe ir acompañada de un proceso de innovaciones constantes que den respuesta a esa sociedad cada vez más joven y digitalizada, que nació durante la democracia y que exige respuestas concretas e inmediatas que cuestionan al gobierno, no para que gaste más, pero si para que gaste mejor.
Los gobiernos del mundo están adoptando modelos de gestión modernos y participativos, que toman al ciudadano como el referente central de la acción pública y están incorporando herramientas que brindan más transparencia y retroalimentación, mayor comprensión de problemas y un mejor diseño de soluciones para facilitar la interacción con los ciudadanos. Sin embargo, es importante señalar que estos procesos de modernización son iniciativas complejas y multidimensionales que requieren visión estratégica y alineación institucional para lograr los objetivos, por lo que se debe actuar en corresponsabilidad y colaboración en una red interinstitucional y participativa.
Para que todo proceso de innovación funciones se requieren tres elementos: integración, simplificación y gerenciamiento, bajo estos elementos se podrán diagnosticar problemas específicos, planificar intervenciones, movilizar recursos y proyectar las capacidades necesarias para implementar las soluciones adecuadas.
Para mejorar la calidad del gasto el Gobierno de Alejandro Tello ha diseñado a través de la Ley Planeación un Sistema de Inversión Pública y para agilizar la fuerza del Estado, ha desarrollado herramientas informáticas que permitirán la colaboración y participación de la ciudadanía. Nos ha quedado muy claro que el desafío es encontrar el balance entre las innovaciones disruptivas y el fortalecimiento institucional para reinventar el Estado Moderno; no estamos inventando el hilo negro, pero si estamos buscando la orientación adecuada a través de los procesos innovadores que están mejorando la relación del gobierno con los ciudadanos. ■
*Titular de la Coordinación Estatal de Planeación
