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sábado, 20 abril, 2024
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Comunidad LGTTTB ¿Víctimas o victimarios?

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

En temas que tienen que ver con la comunidad LGTTTB hay muchas opiniones e infinidad de temas abiertos en la sociedad. Pero una cosa es cierta, poco a poco estos grupos han ido ganando terreno y ejerciendo su influencia en múltiples ámbitos: cine, arte, política, cultura, legislaciones. Nos hicieron creer que eran un grupo vulnerable, que eran víctimas de una sociedad racista y que había que protegerlos, librarlos de un genocidio tramado por una sociedad moralista y anticuada, capaz de todo para privarlos de sus derechos. Emprendieron una verdadera colonización ideológica.

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En nombre de sus supuestos derechos desencadenaron todo un movimiento perfectamente estructurado y patrocinado, organismos internacionales pertenecientes a la ONU han adoptado la perspectiva de género y se han convertido en verdaderos patrocinadores de estas comunidades; pero también las grandes compañías farmacéuticas les apoyan y patrocinan, y como no si tienen en la comunidad LGTTTB clientes potenciales para cambio de sexo, implantes, hormonas, etc. La moda “trans” resultó ser un  negocio muy lucrativo.

¿Quién gana y quien pierde? Ganan estas empresas que se dedican a la producción de hormonas, geles, cremas y todo el tratamiento que implica el cambio de sexo; empresas dedicadas a realizar las operaciones para que un hombre que decidió ser mujer pueda aparentar serlo, violentando su naturaleza a base de mutilaciones y tratamientos médicos de por vida. Ganan las farmacéuticas distribuidoras de preservativos de látex, que en nombre de la salud realizan negocios millonarios haciéndonos creer que basta usar condón para olvidarse de la responsabilidad que implica tener relaciones sexuales con otra persona.

Pierde la sociedad entera. Las mujeres que tanto habían luchado por ganar espacios en la vida política, cultural, científica, etc; porque ahora la ideología de género nos quiere hacer creer que ya no hay hombre ni mujer, éstas son construcciones culturales del pasado, lo de hoy es la libre elección de cada quien. Cada persona puede decidir si es hombre o mujer, o cualquiera de los más de 100 géneros que dicen existen. Pierden nuestros niños que desde temprana edad serán adoctrinados en las escuelas con este tipo de pensamiento, se les dirá que ellos son libres de elegir que quieren ser y que su naturaleza no tiene porque condicionarlos.

Pierden nuestros niños que podrán ser adoptados por una pareja de homosexuales o de lesbianas, porque dicen tener derecho a una familia, la naturaleza en su sabiduría no les permite tenerla y entonces para lograrlo deben cambiar toda una legislación y privar a los niños de lo que sí es su derecho: tener un padre y una madre con quienes puedan tener un sano y equilibrado desarrollo.

Pierde la familia porque se busca cambiar el concepto mismo de esta institución fundamental de la sociedad sólo para que algunos desorientados se sientan incluidos en una sociedad que sienten les rechaza, cuando la realidad es que ni ellos mismos se aceptan tal cual son. Pierde la familia porque se quiere desdibujar su rostro y privarla de su vocación natural de ser santuario de la vida y escuela de valores. Pierde la familia porque se pretende que se traicione a toda una sociedad para complacer a un grupo de poder. Ya no son tan víctimas como decían.

La ideología de género está polarizando a la sociedad, sembrando la confusión y el caos. En nombre de una libertad mal entendida y de unos supuestos derechos se han dedicado a propagar una limitada noción de persona, un falso concepto de la sexualidad y una equivocada visión de la familia y la sociedad. Son grupos intransigentes e intolerantes, exigen respeto, pero no respetan a quienes piensan distinto a ellos, quieren que se les escuche, pero son incapaces de escuchar. A sus desfiles llenos de extravagancias e inmoralidad les llaman marchas de la libertad y del orgullo.

En México aún estamos a tiempo de parar esta ideología, antes de que logre convertirse en política de Estado, como ya ha pasado en países de Europa y en Canadá. No somos una sociedad tradicionalista, sino racional y equilibrada, con fuertes raíces humanas y cristianas, con un sentido profundo de la familia. No caigamos en la tentación de pensar que adoptar esta ideología como política de Estado nos transportará al primer mundo, porque podremos llevarnos una desagradable sorpresa. ■

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