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martes, 23 abril, 2024
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La economía nacional en un callejón sin salida

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Desde que empezó a crecer la inflación y a devaluarse el peso, el Banco de México ha incrementado la tasa de interés para encarecer el crédito y frenar el crecimiento de la demanda (inversión y consumo), y así reducir tanto el crecimiento de precios como el de las importaciones, así como la presión que ellas ejercen sobre la demanda por dólares y sobre el precio de estos. Con el incremento a las tasas de interés se proponen mantener elevada la diferencia entre las tasas de interés en México y en Estados Unidos, para continuar promoviendo la entrada de capitales financieros con el propósito de que adquieran deuda pública para financiar al gobierno, así como para financiar el déficit de cuenta corriente, estabilizar el tipo de cambio y de ese modo bajar la inflación. A pesar del alza de la tasa de interés y la apreciación del peso, no se ha reducido la inflación dado que se incrementan los costos financieros, que inciden en el nivel de precios, tanto de las empresas como del sector público. De enero a marzo de 2017, el costo financiero de la deuda del sector público se incrementó en 44.3%, lo que presiona sobre el balance de las finanzas públicas. Para no trasladar todo ese impacto sobre precios, el gobierno procedió a reducir la inversión pública en un 21.7% en dicho periodo, lo que atenta contra el crecimiento de la infraestructura, de la esfera productiva, y de la economía en su conjunto.

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Una alta proporción de las empresas nacionales están altamente endeudadas y sus costos financieros crecen dramáticamente, por lo que enfrentan el dilema de incrementar sus precios o restringir su gasto e inversión para encarar sus problemas financieros, como lo ha hecho el gobierno. El problema de la segunda opción es que se restringirá más la actividad económica y tendrán menos ingresos para cubrir el pago de su deuda, lo que acentuará los problemas de sobreendeudamiento para el gobierno y de cartera vencida para empresas e individuos. El gobierno tendrá que recurrir más al alza de precios de bienes y servicios para encarar sus presiones financieras, y no recaer el ajuste en fuertes restricciones al gasto e inversión, dados sus efectos recesivos. Si los sectores público y privado trasladan a los precios sus mayores costos financieros, caeremos en el proceso inflacionario–devaluatorio–alza de la tasa de interés, como el acontecido en los años ochenta. Es evidente que cualquiera de los dos escenarios nos lleva a la crisis, evidenciando la inoperancia de la política monetaria seguida por el Banco de México, y la urgencia de mandar a la banca a los economistas neoliberales.

Para entender porque estamos en el callejón sin salida descrito, recordemos que desde 1982 a 2016 la economía de México ha venido creciendo a un promedio de 2.4% anual, muy lejos del promedio de 6.2% que experimentó desde fines de los años 30 hasta 1981. Desde el arribo de los neoliberales a la Presidencia de la República en 1982 se han tomado decisiones para abrir la economía al comercio internacional. Primero se acordó ingresar al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (Lo que hoy es la Organización Mundial de Comercio), y después se permitió la libre movilidad de capitales y se inició la aplicación a raja tabla de las políticas macroeconómicas para la estabilidad, como la austeridad fiscal, las altas tasas de interés, la estabilidad cambiaria, y por otras reformas estructurales para privatizar y extranjerizar las empresas públicas. Los flujos crecientes de entrada de capitales propiciados por la extranjerización de la economía, como los que se canalizan a la Bolsa Mexicana de Valores y para adquirir deuda pública (CETES), han obligado a la banca a expandir el crédito al consumo, o a la especulación, y muy poco a la inversión productiva debido a que los recortes presupuestales, los bajos salarios y la desigualdad del ingreso han provocado la debilidad endémica del mercado interno y, en consecuencia, del aparato productivo nacional. Todo ello ha conducido a que la demanda interna se traduzca en crecimiento de importaciones, y en el crecimiento del déficit de comercio exterior, lo cual recicla hacia EEUU la entrada de capitales y frena el crecimiento económico. Al ser dominado el mercado nacional por las importaciones, las ventas de las empresas nacionales y la generación de empleo disminuyen, se restringe su ingreso y, en consecuencia, una alta proporción de ellas incrementa sus niveles de endeudamiento. Esa es la causa de fondo por la que nuestra economía no crece, no tiene condiciones endógenas para hacerlo.

Lo que hay que hacer para retomar el crecimiento económico a los niveles que requiere nuestra población es recrear las condiciones para que las empresas nacionales se fortalezcan y recuperen un mercado interno fortalecido gradualmente. A estas alturas del partido ya es evidente que las exportaciones manufactureras a EEUU no han sido un motor de crecimiento por los altos componentes importados de éstas. Para retomar el crecimiento se tiene que priorizar la generación de empleo y el sector industrial y agrícola, así como la redistribución del ingreso. Ello requiere revisar la apertura comercial, como la libre movilidad de capitales, para poder bajar la tasa de interés y expandir el gasto público a favor de tales objetivos. Asimismo, se tiene que revisar el comportamiento de la banca y de sector financiero, para que sean funcionales a la generación de empleo y al sector productivo. Si se mantiene la misma política económica, proseguirá el bajo crecimiento, el subempleo, la economía informal, los bajos salarios, la creciente desigualdad del ingreso, y el clima de violencia y delincuencia que crece en todo el país.

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