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sábado, 20 abril, 2024
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Ian McEwan. Narrar desde el vientre materno

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 299 / Libros

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¿Qué representa, a lo largo de nuestra vida, el acompañamiento de un padre?

Quien lo tenga o lo haya tenido podrá responder a la pregunta.

Lo que no podrá suceder con el narrador de la nueva novela del británico Ian McEwan (1948), Cáscara de nuez, puesto que éste aún no ha nacido. Es un feto que desde el interior de su madre, y cubierto por un líquido sanguinolento, comienza a establecer lazos de afecto, o desafecto, con los seres que le dieron vida, padre y madre, y con los que se relacionan con ellos.

Para este peculiar narrador, su padre es “un principio ambiguo”; no obstante y conforme se desarrolla la trama y los hechos, el lector percibirá cierto apego al mismo. Digamos que los prolegómenos del amor del hijo al padre de todos los tiempos.

Y es que resulta que su madre, Trudy, “le pone los cuernos” al padre, de nombre John. ¿Con quién? Nada menos que con su cuñado, Claude. Aventura fincada en la pasión amorosa, es cierto, pero también en el interés material de los amantes, quienes pretenden acceder a los bienes del “cornudo”.

De inicio shakesperano (“Oh, Dios, podría estar encerrado en la cáscara de nuez y sentirme rey del infinito espacio… de no ser porque tengo malos sueños”, Hamlet), la novela se convierte pronto en una especie de comedia de enredos, thriller y hasta texto con tesis filosóficas y políticas.

Un cuarto en discordia, el narrador, será testigo de los sucesos que van desenredándose: engaño, pasión, complot… Siempre desde el silencio y la inmovilidad en tanto nonato, “chocando contra los límites transparentes de mi encierro”.

Sin duda el personaje de más libertad, el narrador pondrá las cosas claras al demostrar que es la verdad la que más limita la vida… “Siempre es ahora, siempre es aquí, nunca es entonces y allí”.

Imaginará el lector el listado de acontecimientos que presenciará “el cabeza abajo dentro de una mujer”. De comedia y drama. Hilarantes y peligrosos. Siendo incluso “víctima” de los excesos etílicos y cocos de Trudy.

“No hay muchas alternativas para la noche que sigue a una tarde de bebida. De hecho, sólo dos: remordimiento o beber más y un mayor remordimiento”.

Y, para el caso, su madre escoge la primera:

“El queso está en la mesa, ya olvidado. Claude viene hacia aquí desde donde vivirá mi madre, una millonaria que se habrá librado de mí. Claude cruzará Londres en taxi porque nunca ha aprendido a conducir”.

Lo que sucede después sorprenderá a todos. No vamos aquí a adelantar vísperas, si ya desde la primera página Cáscara de nuez resulta una de esas novelas que “no soltamos” y “nos echamos” de una sentada.

Novela que se desarrolla en una geografía típica de la Europa occidental, “bien alimentada, libre de plagas”, y en la que hasta uno de los clásicos de la Ciencia Política sale a escena: Hobbes.

Esto cuando desde su reclusión anterior al límite de los nueve meses, y testigo del adulterio y la traición de Trudy y Claude que presencia, el no nacido se cuestiona y habla a sí mismo. “La venganza ha muerto. Hobbes tenía razón, joven amigo. El estado debe poseer el monopolio de la violencia, un poder público que nos mantiene intimidados a todos”.

¿Se ajustará el futuro hijo a las tesis del gran pensador inglés?

 

Cicatrices, anhelos

“Hasta él, ese ser aún no parido que desde las entrañas de una madre se debate por descorrer los velos de la hipocresía, lo sabe:

‘[…] el amor no se guía por la lógica ni el poder se distribuye equitativamente. Los enamorados llegan a sus primeros besos con tantas cicatrices como anhelos. No siempre buscan beneficios. Algunos necesitan un refugio, otros sólo quieren la hiperrealidad del éxtasis, por lo cual dirán mentiras vergonzosas o harán sacrificios irracionales. Pero rara vez se preguntan a sí mismos qué necesitan o qué desean. Es débil el fracaso de recuerdos anteriores. Las infancias brillan en la piel adulta, provechosamente o no. Al igual que las leyes de la herencia que determinan una identidad. Los amantes no saben que existe el libre albedrío’.

¿Lo sabremos, en verdad, los ya nacidos?”.

 

El autor

Ian McEwan

“Ian McEwan nació en Aldershot, Reino Unido. Se licenció en literatura inglesa en la Universidad de Sussex y es uno de los miembros más destacados de su brillante generación. Ha sido merecedor de importantes premios, entre otros, Somerset Maugham, Whitbread, Femina, Booker, WH Smith Literary Award, People´s Booker, Commonwealth Eurasia, National Book Award, Wodehouse y Shakespeare. Algunas de sus novelas son El placer del viajero, Niños en el tiempo, El inocente, Los perros negros, Chesil Beach y La ley menor”.

 

***

 

Ian McEwan, Cáscara de nuez, Anagrama, Barcelona, 2017, 220 pp.

* [email protected]

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-299

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