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martes, 16 abril, 2024
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Reputación es credibilidad como partido

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Por: ISADORA SANTIVAÑEZ RÍOS •

Hoy, los partidos políticos ocupan el lugar número 13 entre las instituciones con mayor confianza en nuestro país, y el 70% de los mexicanos tiene poca o ninguna confianza en ellos, pero el 61% piensa que los partidos son necesarios para el buen funcionamiento del gobierno, y lo son, aunque el panorama sea muy preocupante para los institutos políticos.

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Pero la crisis de los partidos políticos tiene su raíz en los militantes, que al final de cuentas son la representación formal de los intereses y necesidades de una parte de la sociedad que ve en ellos la promesa de hacer realidad sus intereses afines.

Así, la militancia tiene la responsabilidad irrevocable, tanto en el discurso como en las acciones, de representar al Partido en el que trabaja, por el que lucha, con el que se identifica, de la manera más pulcra posible; se tiene que entender que está sometido a una eterna evaluación y juicio de aquellos que le otorgaron la facultad de la representación. Son el blanco del escrutinio público.

Para los ciudadanos, el partido político, en la mayoría de las ocasiones, es la representación de un ideal, de un proyecto social que es al mismo tiempo un organismo de servicio público, y, por ende, los militantes pasan a ser servidores públicos, aunque en la mayoría de las ocasiones no se vean ni se sientan así.

Apenas el fin de semana, el presidente del Comité Directivo Estatal (CDE) del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Roberto Luévano Ruiz, aseguró que “hoy vivimos una nueva realidad, con una sociedad sobre informada; con un bombardeo todos los días de información, por lo que tenemos que aprender a entender cuál es la información clara y real”.

Y es que el poder que los ciudadanos han adquirido al tener un teléfono inteligente en las manos ese enorme, pues los ha convertido en fiscalizadores que saben que a través de las redes sociales pueden hacer sus denuncias, evidenciar actos de corrupción, de abuso de poder, de violencia, sin necesidad de acudir a un tardado buzón de quejas.

De ahí que, como militantes de un instituto político, como integrantes de un Poder, de un gobierno, hasta de una empresa, tenemos una alta responsabilidad pues nos hemos convertido en su imagen, somos ahora los detonadores negativos o positivos de la percepción y, no estar conscientes de que las repercusiones de nuestras acciones, independientemente de si se tratan de la vida personal o laboral, y que finalmente se hacen públicas, de inmediato se trasladan a ser la imagen del partido al que pertenecemos.

Los partidos que se deslindan de la conducta de sus militantes, acción que ya no es posible dada la nueva realidad política, los convierte en blanco de las críticas y los conlleva a perder aún más su credibilidad, porque la ciudadanía exige responsabilidad y eso quiere decir castigo a quienes violentaron la ley, a quienes abusaron de su poder, a quienes utilizando el nombre de su partido o alardeando su cargo público cometen ilícito que no deben ser impunes.

Todos sabemos que en la medida en que los partidos protejan a sus militantes “de élite” luego de ser descubiertos mintiendo, corrompiéndose, golpeando a un ciudadano indefenso, la reputación institucional, su principal activo y capital político, se verá mermado.

Los militantes nos debemos ver como la representación viva de una marca política a la que debemos cuidar y moldear, es su prestigio, y de ello depende no sólo el voto ciudadano en las próximas elecciones, sino la confianza que demos a la población para que seamos su gobierno.

Por lo tanto, está visto, y en el PRI lo hemos asumido como tal, las primeras en castigar a los militantes cuando son sorprendidos en actos relacionados con la corrupción, con el abuso de autoridad o con el alarde de influencias, deben ser las autoridades partidarias, y esto tiene que ser de una forma implacable.

Hoy, que nos enteramos de actos deleznables en contra de ciudadanos, entendemos claramente que somos la imagen, somos el partido al que personificamos, y tratar de defender lo indefendible nos retira la responsabilidad de usufructuar la representación de la marca política ante la ciudadanía ávida de justicia, de honestidad, claridad y transparencia en el actuar.

La reputación no sólo es la opinión que la gente tiene sobre nuestra persona, hoy en día es también la idea que como familia encarnamos ante la sociedad, es el concepto que representamos y que deriva en la credibilidad y la confianza que aportamos como militantes a nuestro partido político. ■

 

* La autora es diputada en Zacatecas por el III Distrito

Twitter: @Isa_GiSr

 

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