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jueves, 28 marzo, 2024
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Lo erótico en la escritura que no habla del cuerpo: Razones para leer a Severo Sarduy

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Por: JUDITH NAVARRO •

La Gualdra 297 / Literatura

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Aunque no ha sido un éxito editorial como los escritores del llamado boom latinoamericano, el escritor Severo Sarduy, nacido en Camagüey pero exiliado en París, es una figura clave de las letras latinoamericanas, pues dio al español una conciencia de sí mismo, una dimensión estilística inusitada en América Latina, revitalizando el barroco y relacionándolo con un concepto bautizado por él mismo como “cubanidad”. Según Gustavo Guerrero, el trabajo del cubano es un conjunto de seis elementos principales: la pintura china, las religiones orientales, el barroco, el neobarroco, la tradición mística española y la teoría del Big Bang, es posible que esta lista esté simplificando su abanico de intereses.

La lectura de cualquier parte de la obra de este exiliado nostálgico (aunque esto suene a pleonasmo) representa para los exploradores de géneros literarios un gran reto: el de la relectura, de la disposición a aceptar otras lógicas, otros órdenes, otras posibilidades de inteligibilidad de los textos, que en este escritor se construyen con seis principales estrategias creativas: proliferación, teatralidad, ambivalencia, despilfarro, parodia y enmascaramiento.

Si podemos aceptar que el barroco nace por una revolución cosmológica, y asumimos que hay un cambio claro en la poética y en la retórica del periodo, que implican yuxtaponer drásticamente los contrarios para obtener un mayor impacto didáctico (no hay que olvidar que nació con los jesuitas, cuyo fin principal era la educación), como dice Echeverría en La modernidad de lo barroco; el arte barroco busca la espectacularidad, el tenebrismo, el tremendismo, en síntesis, la exageración del aspecto ornamental o retórico de la obra hace que la función primordial, la de representar el mundo, quede supeditada.

La relación del cubano con el barroco oscila entre el culto y la burla, entre el homenaje y la negación, entre la imitación y la sátira: eso es precisamente el neobarroco. La escritura de Severo Sarduy es eminentemente lúdica, trasgresora de lo utilitario (que se refleja en una frase que transmite la información de modo lineal, nítido y preciso); sus frases son subordinadas, digresivas, hiperbólicas, parentéticas, tautológicas, ambiguas… Y todo esto, según él mismo explica, se da en función del placer fonético y verbal, el placer de la literatura. Al establecer estas relaciones en su escritura, su lenguaje se basa en seis principios: juego, pérdida, desperdicio, reflejo, voluta y placer, es decir, erotismo.

 

 

 

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