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viernes, 19 abril, 2024
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El 2018 en la mira

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Este sexenio se agotó ya desde hace varios años. Los 18 meses que restan para que Enrique Peña Nieto salga de la presidencia de la república pintan para nadar “de muertito” en espera de que los vientos no soplen tan fuerte y de que se pueda alcanzar orilla.

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Luego de haber llegado a la presidencia con fuertes cuestionamientos de su legitimidad debido al caso Monex, Peña Nieto y su equipo lograron obtener la el poder necesario para gobernar gracias al Pacto por México que firmaron Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Este acuerdo permitió al hombre que a todas luces compró la Presidencia de México, hacerse con el poder político necesario para empujar varias reformas mal llamadas “estructurales”, que como bien dijera Ernesto Zedillo, ni en los sueños más salvajes las hubieran imaginado posibles.

Por fin, después de muchos intentos y gracias a la ayuda del PAN, lograron la privatización del sector energético que años antes habían buscado. El PRD por su parte hizo lo suyo para hacer posible la Reforma Fiscal.

El encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, que muy probablemente termine en los próximos meses dado lo endeble de su proceso judicial, sirvió para reforzar la legitimidad; y también para abonar a esa idea del “Nuevo PRI” cuyas estrellas eran Javier Duarte, César Duarte y Roberto Borge, y también para eliminar un estorbo para la Reforma Educativa que tanto perjudicó a los profesores.

Pero el fracaso de la Ronda Cero, la resistencia a la Reforma Educativa, y el enojo que produjo la Hacendaria, fueron poco a poco evaporando el aura triunfal del supuesto caballero que estaba “Saving Mexico” (Salvando a México).

El escándalo de corrupción que destapó el reportaje de la Casa Blanca, aunado al estupor nacional e internacional que causó la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, terminaron por dar el tiro de gracia a las posibilidades de gobernar de un hombre que parece cada vez más urgido de que silbe el árbitro. Y pronto lo hará.

Hoy la mira de los actores políticos está ya en la elección del año próximo, pero teniendo como termómetro los resultados de las que recién pasaron.

En los procesos electorales del 2017 en Coahuila, Nayarit, Estado de México y Veracruz, se colocó como primera fuerza al PRI, con 2.6 millones de votos, pero seguido muy de cerca por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que obtuvo apenas cien mil menos, pero con un financiamiento de partido incipiente y sólo tres años de haberse creado.

El PAN logró 1.8 millones de sufragios y el PRD 1.3 millones, pero este último es cada vez más dependiente de las alianzas antes impensables, acercándose cada vez más a condición de partido satélite. Yendo solo, en Coahuila obtuvo 1.87% de los sufragios, y en el Estado de México quedó en un tercer lugar que aunque les supo a gloria, está muy lejos de los resultados obtenidos en años anteriores.

En el escenario actual, y de cara al 2018, queda claro que el PRI “suda la gota gorda” para ganar elecciones pues tanto en Coahuila como en Estado de México hubo que sacar las triquiñuelas más evidentes para hacerse con el triunfo. No son pocas las denuncias por uso de recursos públicos, tácticas de intimidación, además de todas las operaciones mapacheriles ya conocidas.

Bien podría decirse que se trata sólo de dos entidades de las 32 que comprenden la República, pero no puede perderse de vista que en estas dos no ha habido alternancia, como no la había habido hasta ahora en Chihuahua o Veracruz.

A esto hay que sumar que las bajísimas tasas de aprobación popular del gobierno federal, -las más bajas desde que se usan estas mediciones- han echado por suelo, o cuando menos han complicado, las intenciones presidenciales de varios miembros del gabinete.

Se contempla ahora a José Narro como posible candidato tricolor porque a pesar de ser secretario de Salud, en la memoria colectiva entre los pocos que lo conocen, está la de haber sido Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Todo parecía indicar, hasta hace unos días, que el rival para Andrés Manuel López Obrador saldría de las filas panistas, y probablemente así será, sin embargo el desplome de su candidata al Estado de México, que pasó de ser segundo lugar a cuarto, da cuenta la ineficacia electoral de sus dirigentes.

En Coahuila podrían haber obtenido la victoria, no obstante no han podido hacer una defensa del voto efectiva pues parecen estar distraídos en las disputas internas cada vez más evidentes.

En ese partido, donde la moneda aún está en el aire, Margarita Zavala intenta debilitar a su contrincante, Ricardo Anaya, sin importarle que en ello debilite también a su partido. Mientras el susodicho maniobra para que las derrotas no dejen la sensación de que predomina la ineptitud.

Moreno Valle, en tanto, recorre todo el país en espera de ser el tercero en discordia que se haga con la candidatura presidencial.

Para todas estas fuerzas políticas el enemigo a vencer sigue siendo Andrés Manuel López Obrador, cuyo partido de reciente creación crece a pasos agigantados.

Pesa ahora sobre él tres grandes decisiones: sopesar si los partidos de izquierda que en otro momento lo han postulado son prescindibles para el triunfo; prepararse para la guerra sucia que se endurecerá en los próximos meses, y lograr la absoluta eficacia en la defensa del voto que le disputarán palmo a palmo.

 

@luciamedinas

 

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