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jueves, 25 abril, 2024
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La verdad en la era de las redes sociales

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza •

El fenómeno de las redes sociales llegó para quedarse. La vida de la sociedad actual no se entiende sin la interacción con estos maravillosos medios de comunicación masiva, virtual e instantánea. La generación Y tiene el monopolio en el uso de las redes sociales y son quienes marcan la pauta de muchos temas volviendo virales ciertas noticias y creando tendencias en cuestiones de moda, espectáculos, política, deportes y cultura. En cuestión de minutos las redes sociales pueden encumbrar o destruir a una persona o institución.

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En esta era digital, en medio de la vorágine de la información la verdad de las cosas se ha convertido en una mera opinión. Las redes sociales se convierten en plataformas de libre expresión, anónima y sin censura, de modo que cualquiera puede decir lo que quiera sin tener que probar o mostrar la verdad o la certeza de lo que dice. Cada opinión cuenta y vale exactamente lo mismo que las demás.

Sin duda que es valioso el hecho de tener medios para ejercer la libertad de expresión, derecho fundamental de cada ciudadano, son muchos los beneficios que ha traído el uso de las redes sociales, somos una sociedad más informada, aunque no necesariamente más consciente y responsable, sabemos muchas cosas, pero nos falta capacidad para discernir y tomar decisiones; somos mucho más tolerantes, pero incapaces de reconocer el error y optar por la verdad.

La verdad nos asusta, hemos renunciado a buscarla, nos hemos conformado con escuchar opiniones y en algunas ocasiones opinar, pero ya no nos inquieta la objetividad de las cosas, nos da igual. Esto es perfectamente comprensible si pensamos en la lógica de las redes sociales, que basan su éxito precisamente en la capacidad que tengan para reunir el mayor número de seguidores.

Resulta por eso preocupante el que nos dejemos llevar simplemente por la inmediatez de las redes sociales, sin darnos la oportunidad de detenernos a pensar, a reflexionar y discernir sobre la verdad de las cosas. Me asusta el hecho de que ya no seamos capaces de distinguir lo virtual de lo real, lo verdadero de lo falso, lo objetivo de lo subjetivo, la realidad natural de las cosas de las opiniones personales.

Hace algunos días la esposa del gobernador  asistió a una escuela telesecundaria en un municipio del Estado en donde se ofreció un festival; luego de que un grupo de alumnos presentara un baile, la señora hizo un breve comentario criticando la forma de vestir de los jóvenes y el tipo de baile elegido en su participación. El comentario se hizo viral, le llovieron las críticas y fue tanto el impacto en las redes sociales que a los pocos días lo retomaron los noticieros nacionales. En general la postura fue de desaprobación porque la presidenta del DIF estatal expresó que le hubiera gustado ver a los jóvenes vestidos como ingenieros o doctores y no como sicarios.

Traigo a colación el hecho para mostrar como las redes sociales pueden destruir en segundos a una persona, el comentario de la esposa del gobernador la expuso a un linchamiento mediático por parte de la sociedad, los mismos conductores de los noticieros nacionales asumieron, como siempre, una actitud de jueces y sin más criticaron y rechazaron el hecho.

Pero yo me pregunto ¿no tuvo razón la señora en su comentario? Mucho hemos dicho que la clave para resolver muchos de los actuales problemas, especialmente en el tema de la violencia, radica en la familia y en la educación que se recibe en las escuelas. Al parecer el baile que representaron los jóvenes de aquella telesecundaria era del famoso cantante estadounidense Justin Bieber, un joven superficial y prepotente, involucrado siempre en problemas por sus excesos y desórdenes sociales.

¿Ese es el modelo de joven que los maestros presentan a sus alumnos? ¿A eso aspiran? ¿Sólo ahí alcanza su creatividad? ¿Qué valores aprenden los jóvenes en la escuela? Los maestros deben ser  conscientes de que la escuela ha de ser tiempo y espacio para cultivar valores que  permitan a los jóvenes plantearse grandes metas en la vida  de modo que puedan  sustraerse de la tentación del dinero fácil y del éxito mediático que representa la participación en el crimen organizado, opción muy real y cercana para muchos de nuestros jóvenes.

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